Presidente Piñera conmemora los 200 años del Abrazo de Maipú

5 ABR. 2018
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S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, junto al Jefe de Gabinete de Ministros de Argentina, Marcos Peña, y funcionarios de ambos países, participa de las actividades de Conmemoración de los “200 años del Abrazo de Maipú”. 

Queridos compatriotas:
 
Hoy, 5 de abril, nos hemos reunido para recordar y conmemorar el Bicentenario de la Batalla de Maipú, que fue la batalla decisiva que selló la Independencia de nuestro país y que fue, también, un paso determinante para la consolidación de la Independencia en América Latina.
 
Ese 5 de abril del año 1818 está y seguirá estando presente en nuestra memoria, a través del célebre abrazo entre los Libertadores Bernardo O’Higgins y José de San Martín, que fue recogido e inmortalizado en el cuadro de Fray Pedro Subercaseaux.
 
Ese abrazo coronó una historia de heroísmo y de esfuerzo que patriotas chilenos y argentinos supieron escribir, y que además nos legó una amistad, una hermandad que hoy -con más fuerza que nunca- seguimos desarrollando con la hermana República de Argentina.
 
De hecho, la presencia de autoridades argentinas, mi próxima visita oficial a ese país, son muestras del legado del Abrazo de Maipú.
 
Hace 200 años, en este mismo lugar, y durante un poco más de cuatro horas, se libró una encarnizada batalla entre el Ejército Unido Libertador de Chile, formado por tropas chilenas y argentinas, que conformaban el Ejército de Los Andes, y el Ejército Español, comandado por el General Mariano Osorio.
 
Para poder tener una idea del heroísmo y el fragor de esa batalla, quiero recordar que uno de cada tres patriotas argentinos o chilenos que lucharon en Maipú, resultaron muertos o heridos, incluyendo el heroico sacrificio del Teniente Coronel Santiago Bueras.
 
Ése fue el doloroso precio de nuestra libertad, que venía a sumarse al sacrificio de incontables héroes que lucharon para lograr nuestra Independencia.
 
Fue el 18 de abril de 1811 cuando en nuestra Plaza de Armas se libró el primer hecho de armas que dio inicio a una larga y -a veces- cruenta guerra entre las fuerzas patriotas y las fuerzas realistas, y que dieron nacimiento a la Patria Vieja, la Reconquista Española, la Patria Nueva y, finalmente, la Independencia definitiva.
 
Fueron muchos los momentos de heroísmo, sacrificio y sufrimiento.  Cómo no recordar la derrota en la Batalla de Rancagua, en el mes de octubre del año 1814, cuando Bernardo O’Higgins rompió el cerco español, sable en mano, en una carga épica que logró salvar la vida de muchos de los miembros del Ejército Chileno, de la suerte que les esperó a quienes no pudieron romper ese cerco; o la represión que sufrieron los patriotas durante el período de la Reconquista; o la derrota de las fuerzas chilenas en la Batalla de Cancha Rayada, cuando O’Higgins resultó seriamente herido.
 
Fueron momentos duros, pero forjadores de una voluntad y un temple inquebrantable, que nos permitió conquistar nuestra libertad y nuestra Independencia.
 
También recordamos, por supuesto, las alegrías de las victorias, como la de Chacabuco y, por supuesto, la victoria definitiva aquí en Maipú, que hoy conmemoramos.
 
Pero también sabemos que las que vendrían hasta consolidar la independencia de toda nuestra región, tuvieron su origen en esta Batalla y triunfo de Maipú.  Y así vino Boyacá y la Batalla de Ayacucho, que consolidó, el año 1824, la independencia del Perú y de prácticamente toda la América del Sur.
 
Con esta victoria, en lo que entonces se conocía como Los Llanos de Maipú, Chile cerraba un proceso que había iniciado el 18 de septiembre de 1810, con la Constitución de la Primera Junta de Gobierno.
 
Hoy día en que hemos izado la Gran Bandera Chilena, cuando recordamos el Bicentenario de ese 18 de septiembre, en plena Alameda Bernardo O’Higgins, podemos sentirnos muy orgullosos no sólo de lo que hicieron los Padres de la Patria, sino también de cómo supimos continuar con su legado.
 
Ahora nos corresponde celebrar nuestro segundo Bicentenario, no el de la Declaración de la Independencia, sino que el de la conquista definitiva de nuestra libertad política.
 
Y tal como lo recordó el mismo Bernardo O’Higgins, que resumió la lógica que le inspiraba esa lucha, en el Manifiesto por la Independencia, cuando afirmó “queremos, podemos, luego debemos ser libres”.  He aquí la consecuencia emanada naturalmente de esas premisas tan evidentes en el hecho como en el derecho.
 
Cuando dijo esas palabras, aún faltaba la última y definitiva batalla por la Independencia, la que hoy día estamos conmemorando.
 
En esos tiempos, Los Llanos de Maipú eran muy diferentes a lo que conocemos hoy día. Según lo describe un contemporáneo de la época, José Zapiola, decía que en “esos tiempos no tenía un solo arbusto y sus 7 leguas de anchura no eran más que un arenal que unía el Río Maipo con el Río Mapocho”.
 
Hoy vemos que se trata de una comuna dinámica, populosa y con múltiples actividades, donde podemos celebrar y recordar hoy día la culminación de la gesta de nuestra Independencia, con todo el brillo que ello merece.
 
Sabemos que el General Bernardo O’Higgins no participó en la Batalla de Maipú, debido a que había sido gravemente herido en la Batalla de Cancha Rayada.  Pero, así y todo, quiso estar presente y asistir al momento culminante de esa gesta independentista, en que prácticamente la Independencia de nuestro país logró ser consolidada.
 
Por ello, cuando llegó al final de la batalla, acompañado de un millar de milicianos, tuvo aquel memorable diálogo con el General San Martín.  O’Higgins le dijo a San Martín: “Gloria al Salvador de Chile”, y San Martín respondió: “General, Chile no olvidará jamás el nombre del ilustre inválido que el día de hoy se presentó en el campo de batalla”. Fueron palabras proféticas porque Chile no ha olvidado a ese ilustre inválido, que es el Padre de Nuestra Patria.
 
La noticia del triunfo de Maipú corrió rápidamente y fue celebrada con verdadera euforia por los patriotas que habían luchado tanto por lograr esta victoria definitiva.
 
El Ejército Patriota había vencido y la Independencia de Chile quedaba sellada en los campos de Maipú, pero sin duda quedaba mucho por hacer, tanto en el terreno militar como lo mostraría la Expedición Libertadora del Perú, que zarpó desde Valparaíso el año 1820, como en lo que hicimos en nuestras tierras para construir la República de Chile.
 
¿Cuántas cosas logramos en esos primeros años de nuestra independencia? El primer Congreso Nacional, la Escuela Militar, la Aurora de Chile -que fue el primer periódico de nuestro país-, el Instituto Nacional, la Biblioteca Nacional y muchos otros logros que muestran la visión y fecundidad de los Padres de la Patria.
 
En tan poco tiempo, pero con mucha decisión y patriotismo, logramos conquistar las más altas cumbres. Hoy, después de 200 años de esa batalla, podemos decir que los chilenos de entonces supieron cumplir con su misión, sin embargo, sabemos muy bien que aun queda un largo camino por recorrer.
 
Y por eso, hoy debemos preguntarnos ¿qué significa hoy amar y servir a la patria como lo hicieron nuestros libertadores? ¿qué herencia queremos dejar a nuestros hijos, nietos y los que vendrán? ¿cómo lo recordarán las futuras generaciones en 200 años más? Sin duda, tenemos obligaciones distintas a las de los Padres de la Patria, pero son tan relevantes y significativas como las que animaron a Bernardo O’Higgins y a los patriotas que supieron conquistar nuestra Independencia.
 
Nuestro deber, nuestra misión, es transformar a Chile en un país desarrollado, sin pobreza y con un progreso inclusivo e integral, que alcance a toda la sociedad chilena, a todas nuestras regiones y a todas nuestras familias. Esta meta, esta misión, que hace muy poco parecía algo imposible de alcanzar, una simple ilusión, hoy día es posible, y si es posible constituye un imperativo ético y moral que nuestra generación tendrá que saber cumplir, igual como cumplieron con su imperativo ético y moral los Padres de la Patria.
 
Muchos han trabajado arduamente antes que nosotros para lograrlo, y hoy día queremos decirle al país que estamos prestos para poner manos a la obra, para construir ese desarrollo integral e inclusivo, que es la gran misión de nuestra generación, la generación del Bicentenario.
 
Amar a Chile en el siglo XXI no implica ir a la guerra, como lo sintieron los Padres de la Patria dos siglos atrás, pero sí significa amar la paz, la justicia, la libertad y el progreso, por lo que nuestras energías se concentrarán en hacer de Chile una nación más libre, más justa, más próspera y más solidaria.
 
Amar a Chile significa cosas simples pero muy trascendentes, como que ningún niño se quede atrás, ningún niño se quede sin la educación que necesita y merece, y ningún niño tenga que vivir sin la protección de su familia y la protección del Estado.
 
Amar a Chile significa permitir el florecimiento integral de las familias y las personas, no dejar que ninguno se quede atrás, y permitir un desarrollo equilibrado a lo largo y ancho de nuestro territorio.
 
Hace dos siglos, Chile tuvo la fortuna de contar con héroes dispuestos a dar la vida para conquistar nuestra libertad e independencia. Hoy los recordamos con emoción, con cariño, con admiración, pero también les prometemos que no descansaremos y seguiremos su ejemplo y su huella, porque todavía queda mucho por hacer para transformar a Chile en ese hogar próspero, generoso, libre, solidario para todos sus hijos, tal como lo soñaron nuestros próceres.
 
Hoy como ayer sabemos que tendremos que enfrentar y superar múltiples obstáculos y dificultades, pero con la misma unidad, el mismo patriotismo y la misma alegría con que O’Higgins y San Martín se dieron el Abrazo de Maipú, queremos repetir con renovada fuerza las palabras de Bernardo O’Higgins: “queremos, podemos y luego debemos ser libres”, y agregaría queremos, podemos y luego debemos alcanzar el desarrollo, derrotar la pobreza y crear una patria buena, noble, grande y generosa, en que todos sus hijos puedan vivir en paz, y todos ellos tengan las oportunidades para desarrollar los talentos que Dios les dio  y las seguridades de una vida con dignidad, y que puedan llegar tan lejos como grandes sean sus sueños y fuerte sea su compromiso con alcanzarlos.
 
Hace unos minutos atrás, inauguramos una placa que decía “a los vencedores de los vencedores de Bailén” y hacía referencia a que un regimiento que peleó en el Ejército Realista Español, era el Regimiento Burgos que había participado en la Batalla de Bailén, la primera derrota por fuerzas españolas que le pudieron infringir al Ejército Napoleónico.
 
Hoy día, recordando a nuestros próceres, que supieron vencer a los vencedores de Bailén, yo quiero hacer un compromiso: que nosotros sabremos la pobreza, la injusticia y darles a todos nuestros hijos una vida más plena y más feliz.
 
¡Viva Chile! ¡Viva Argentina! ¡Viva la amistad chileno-argentina! ¡Y muy buenos días!