Presidente Piñera asiste al 88º Aniversario de la Fuerza Aérea de Chile

21 MAR. 2018
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S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, junto al ministro de Defensa, Alberto Espina, asiste a la celebración del 88° aniversario de la Fuerza Aérea de Chile.

Señoras y señores:
 
Es para este Presidente, y estoy seguro que interpreto a todos los chilenos, un verdadero honor poder participar en esta celebración de la Fuerza Aérea de Chile.
 
Lo dijo el Comandante en Jefe: la Fuerza Aérea de Chile ha sido siempre pionera y ha sabido anticiparse a los tiempos. Y por eso nos sentimos orgullosos de lo que ha logrado en sus primeros 88 años de vida, y nos sentimos esperanzados por lo que va a seguir aportando a la seguridad y el desarrollo de nuestro país.
 
Hoy celebramos el octogésimo octavo aniversario de la Fuerza Aérea de Chile, que fue fundada en este mismo lugar, en un día como hoy el año 1930, cuando el Presidente Carlos Ibáñez del Campo firmó el Decreto que establecía la fusión de los Servicios Aéreos del Ejército y de la Armada.
 
Sin embargo, la formación de la Fuerza Aérea de Chile había comenzado mucho antes de que se firmara ese Decreto, gracias al esfuerzo, la creatividad y el coraje de algunos jóvenes aviadores que supieron anticiparse a su tiempo.
 
Podríamos decir que todo comenzó un 7 de marzo del año 1913, cuando el capitán Manuel Ávalos Prado protagonizó el primer vuelo militar, surcando el cielo en la entonces Chacra Lo Espejo, hoy Base Aérea “El Bosque”, a bordo de un avión bautizado con el nombre de nuestra patria: “Chile”. 
 
De esa manera, sólo 10 años después del histórico vuelo a motor de los hermanos Wright, en Estados Unidos, un grupo de soñadores y jóvenes aviadores chilenos comenzó a escribir esta historia que ha estado marcada por los sueños, las hazañas y los sacrificios de nuestra querida Fuerza Aérea.
 
El año 1918, Dagoberto Godoy -otro joven de tan sólo 25 años- realizó una verdadera proeza humana y técnica, al cruzar la Cordillera de Los Andes por su parte más alta. Fue un 12 de diciembre de aquel año, cuando despegó desde Santiago con rumbo a Mendoza, y tras sólo 90 minutos de vuelo, y mientras Dagoberto Godoy sobrevolaba territorio argentino, se percató que el indicador de combustible de su avión Bristol indicaba que el estanque estaba vacío. Y así fue como soportando la falta de oxígeno a más de 6 mil metros de altura, fuertes turbulencias, temperaturas bajo los -20 grados, logró, planeando y sin motor, aterrizar exitosamente en Mendoza.
 
En esa época, cuando fue entrevistado por la prensa, Godoy explicó cómo y por qué decidió hacer ese histórico viaje, cuando dijo: “la Cordillera se me amanecía de pie todas las mañanas, como para recordarme la promesa que había hecho de cruzarla a como diera lugar. No me la van a ganar, ni los montes, ni las montañas, repetía, mirando los macizos de esa gran Cordillera. Volaba y me entrenaba sólo para cumplir ese objetivo. Era una idea constante y la llevaba conmigo a todas partes, y no me abandonó nunca”.
 
Yo creo que ese compromiso y ese sentido de misión es lo que ha caracterizado a la Fuerza Aérea de Chile durante sus primeros 88 años de vida, y la va a seguir caracterizando y guiando en los años que vendrán.
 
Esa misma idea constante, esa misma determinación de volar para conectar a todos los chilenos que viven en el extremo norte, en nuestros cientos de islas, en el sur, e incluso en nuestra Antártica -y tuve el privilegio de aterrizar en la Base Glaciar Unión, dentro del Círculo Polar-, fue la que insufló coraje y heroísmo en los corazones de los jóvenes mártires de nuestra Fuerza Aérea.
 
Las trágicas muertes de los tenientes Mery, Bello, Vidal, Marsh, el sargento Menadier, el guardiamarina Zañartu, el subteniente Wall y de tantos, fueron las semillas que lograron echar raíces profundas y que han germinado dando grandes frutos en la historia y también en el futuro de nuestra Fuerza Aérea. 
 
No se equivocó el Comodoro Arturo Merino Benítez, primer Comandante en Jefe de la FACH, cuando en el funeral de uno de esos mártires -hace ya 89 años- afirmó “mañana, cuando sean realidad cotidiana los viajes aéreos a lo largo de nuestra República, y cuando recorran seguros y en confortables aviones que estarán mirando desde lo alto el árido y desolado desierto, la intrincada maraña de sus cerros, tal vez no recordarán cómo se ganó todo esto, a costa de qué esfuerzos, de qué abnegados sacrificios de unos muchachos valerosos, que quisieron y supieron vencer las dificultades, los peligros y la muerte”.
 
Es verdad, hoy disponemos de aviones dotados de mucha mejor tecnología, y nos costó saber que el avión preferido del Comandante en Jefe es el A-37, y lo comprendo, porque el mío sigue siendo el helicóptero R-44.
 
Pero lo cierto es que, en la historia de la aviación, Chile siempre ha contado con ese compromiso y entrega que caracterizó a sus jóvenes pioneros y héroes en el pasado. Esa entrega que han demostrado a lo largo de la historia de la Fuerza Aérea los hombres y mujeres que componen esta institución, y así lo han demostrado cada vez que la patria los ha necesitado.
 
Basta con mencionar, y ya lo dijo el Comandante en Jefe, la ayuda que prestaron con ocasión de tantos desastres naturales a lo largo de nuestra historia, los puentes aéreos para llevar alimentos, medicamentos y servicios básicos a miles de compatriotas que, de otra forma, tal vez no habrían logrado sobrevivir.
 
Y es ese mismo compromiso y entrega que hoy hemos reconocido al entregar la condecoración “General Diego Aracena Aguilar” a seis destacados oficiales y suboficiales y civiles. Y para mí representa algo muy especial la condecoración “Cruz al Mérito Aeronáutico de Chile” al General de Brigada Aérea, Dr. Rodrigo Hernández, de cuya calidad personal y profesional soy testigo presencial, quien se ha distinguido en el ejercicio de su profesión como médico, como cardiólogo en el Hospital de la FACH y en clínicas privadas, e incluso -y con gran entrega y dedicación- en el propio Palacio de La Moneda.
 
En este día de alegría y celebración, quiero recordar que el hombre siempre ha querido volar: no es casualidad que desde los tiempos del mito de Dédalo e Ícaro soñaban con volar. El lema de nuestra Fuerza Aérea es “volar siempre más alto”, pero hay que recordar que no hay que acercarse demasiado al sol ni tampoco demasiado al mar, y que a veces hay que volar muy alto como lo ha hecho la Fuerza Aérea, y otras veces hay que volar muy bajo para eludir los radares cuando corresponda. Pero lo importante es que se mantenga ese espíritu, ese compromiso que ha caracterizado a nuestra Fuerza Aérea a lo largo de su historia.
 
Y también quisiera no solamente reconocer en este día de alegría y celebración, con verdadero orgullo y con verdadera emoción, a esa generación de héroes y mártires, gracias a cuyas “alas enarcadas en suprema sed de cielo” -como bien dice el himno de la FACH- se ha logrado consolidar la integración de nuestro territorio y la defensa de nuestra soberanía.
 
Y también hoy día, 88 años después de la fundación o creación de la Fuerza Aérea de Chile, agradecer y rendir un homenaje a esos verdaderos héroes herederos, hombres y mujeres de la Fuerza Aérea de ayer, de hoy y de mañana, por haber contribuido a hacer de Chile una gran nación.
 
Muchas gracias.