S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, realiza Clase Magistral en la Universidad de Brasilia

24 ABR. 2025
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S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, realiza Clase Magistral en la Universidad de Brasilia

Estimadas y estimados estudiantes, profesores y profesoras, amigos y amigas del pueblo brasileño:
 
Voy a hablar en español, pero sé que si hablo lento seguramente me van a entender.
 
Es para mí, de verdad, un honor y una alegría estar junto a ustedes en la Universidad de Brasilia.
 
Quería comenzar recordando unas palabras de quien, entiendo, fue su primer rector, Darcy Ribeiro, que en su libro “O Povo Brasileiro” (“El Pueblo Brasileño”), llamó a construir una nueva civilización mestiza y tropical, orgullosa de sí misma, más alegre por más sufrida, mejor porque incorpora en sí más humanidad, más generosa porque está abierta a la coexistencia de todas las razas y de todas las culturas, y porque está situada en la más bella y luminosa provincia de la tierra, nuestra América.
 
Este encuentro, hoy día, aquí en la Universidad de Brasilia, marca el fin de nuestra visita de Estado a vuestro hermoso país. La que ha sido realmente un éxito, no sólo por los importantes acuerdos que hemos firmado con el Presidente Lula y con sus ministros, sino también por el avance concreto de iniciativas conjuntas juntas como el Corredor Bioceánico y, sobre todo, por la generosa y fraterna acogida que hemos recibido por parte del gobierno y del pueblo del Brasil.
 
Somos hoy día un país mediano, tenemos 20 millones de habitantes. Somos una larga y angosta franja de tierra al sur del mundo y nos sentimos orgullosos de nuestro país. Somos parte de América Latina y de América del Sur y reconocemos en Brasil un liderazgo fundamental e insustituible para articular la voz del sur global en todo el mundo y en particular de América Latina en un mundo incierto, vertiginoso, en que las reglas del juego se han puesto en entredicho y se están redefiniendo.
 
Hemos conversado largamente con el Presidente Lula, que además de ser jefe de Estado, es amigo y compañero, y concordamos en la importancia radical en estos días que no es obvia de la defensa de la democracia, de la defensa del multilateralismo, de la integración regional, de la cooperación y del comercio libre y justo en beneficio de nuestros pueblos.
 
Hace ya más de 200 años nuestros pueblos en América buscaron un camino de autonomía e independencia respecto de las metrópolis coloniales que habían ejercido un dominio sin contrapesos durante siglos, que significó un gran costo para los pueblos originarios de nuestra tierra, para quienes nacían en América y, por cierto, para las perspectivas de futuro de millones de hombres y mujeres.
 
La lucha que, entonces, dieron los fundadores de nuestros países fue guiada por ideales de libertad, de igualdad y de fraternidad que hoy, más de 200 años después, están siendo cuestionados. Y se buscaba también liberar a las fuerzas productivas que habían permanecido encadenadas a un poder externo.
 
Uno de los más ardientes defensores de la independencia de Chile fue el fray Camilo Henríquez, que es además el padre de nuestra prensa libre; y en 1812, en disputa la independencia de nuestro país, escribió que la independencia americana es el objetivo más risueño que se presenta a la imaginación y enumeró, luego, las razones para la futura prosperidad del continente.
 
La naturaleza, que favorece el desarrollo de la industria, la variedad de sus climas, la fertilidad de las tierras americanas, una inmensa cultura, lo precioso de sus producciones que impulsan además un comercio vastísimo.
 
Es importante recalcar en esto algo que conversábamos ayer, en particular con el presidente de China, Xi Jinping. Cuando en el marco de la Cumbre Preparatoria para la COP, que se realizará en Brasil en Belém do Pará, decía que las montañas, los ríos, los bosques son igual o más valiosos que el oro y la plata. Y, agrego, prevalecen sobre la codicia.
 
Por lo tanto, es nuestro deber buscar el desarrollo de la humanidad y de nuestros pueblos sin poner en riesgo a las futuras generaciones y las subsistencias de las mismas en nuestro planeta.
 
La libertad de comercio, el derecho a vender lo que producimos donde quiera fue una de las marcas de identidad de la lucha por la independencia. Y ha sido una bandera que nuestros pueblos han mantenido en alto durante buena parte del siglo XX, junto a la lucha por la ampliación de la ciudadanía, el justo reparto de las riquezas, las libertades públicas y la incorporación de los más pobres del campo y la ciudad al desarrollo del país.
 
En Chile tenemos litio, tenemos cobre, tenemos recursos naturales, pero también tenemos soberanía y vamos a hacerla valer en este escenario de incertidumbre mundial.
 
Desde el retorno a la democracia en 1990, después de una larga lucha contra la dictadura en Chile, nuestro país se abrió al mundo, del cual había estado aislado durante 17 años. Y esto, esta apertura al mundo se ha convertido en una política de Estado que va más allá del gobierno de turno. La valoramos y la ejercemos porque ha traído beneficios al país y por eso hoy día, en estos tiempos turbulentos, la reafirmamos con mira a los desafíos que presenta nuestro siglo.
 
Y es que la democracia y el multilateralismo nos han permitido sentarnos a la mesa con otros países e instalarnos como un actor en el sistema internacional, más allá de nuestro tamaño demográfico y económico.
 
Hoy Chile cuenta con 34 acuerdos de libre comercio que cubren el 88% del PIB mundial. El cobre, el litio, la celulosa, las cerezas, las uvas, el salmón y el vino chileno, pero también sus universidades, también su pueblo, también la riqueza humana que hay en nuestra patria, son reconocidos y valorados en distintas latitudes del planeta.
 
Tenemos embajadores mundiales como son nuestra Premio Nobel Gabriela Mistral que este año se cumplen 80 años desde su reconocimiento como primera mujer latinoamericana en recibir el Premio Nobel de Literatura o nuestro vate Pablo Neruda que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971. También, por cierto, quien murió defendiendo la democracia, Salvador Allende, en 1973.
 
Quiero decirles que, en Chile, tal como en Brasil, porque debimos luchar por recuperar la democracia, hoy día la valoramos y no la damos por sentada. Les quiero transmitir a ustedes, jóvenes estudiantes, que es su deber ejercer y cuidar la democracia día a día. Ustedes han visto, aquí mismo en Brasilia, cómo es posible ponerla en riesgo.
 
Quiero decirles, siguiendo con el desarrollo de la política exterior de Chile, que hace pocas semanas estuve en India, el país con más habitantes del mundo, con 1.400 millones de personas. Resulta inconmensurable y acordamos con esta gran potencia avanzar hacia un Acuerdo de Asociación Económica Integral que no se limita exclusivamente al comercio.
 
Cuando hablamos de integración, de multilateralismo, cuando hablamos de libre mercado, estamos hablando también de integración entre pueblos. Libre mercado no es sinónimo ni se desprende del neoliberalismo.
 
El mercado ha sido históricamente la fuente de intercambio entre los pueblos y el comercio, la manera de conocernos también unos a otros. Por eso hoy día incluimos aspectos que son esenciales como la cultura, la educación, la ciencia, la tecnología, el deporte del cual, en particular con Brasil, en estos temas tenemos mucho que aprender y algo conversábamos recientemente con la rectora.
 
Desde Chile tenemos claro que el aislacionismo y la lógica del “sálvese quien pueda” no son el camino para desarrollarse ni conseguir un mayor bienestar. Puede ayudar circunstancialmente en la popularidad de un mandatario determinado, pero nadie en el mundo se va a salvar solo.
 
Para Chile la cooperación es una práctica y una virtud necesaria para enfrentar los desafíos globales de nuestro tiempo, como lo son el crecimiento económico, el justo reparto de las riquezas que generamos y, por cierto, la promoción de la equidad de género, el combate a la crisis climática y la erradicación de la pobreza y la desigualdad social.
 
Un orden internacional que sea estable con reglas claras requiere también cambiar. Las instituciones que permanecen no son las que se mantienen pétreas, son las que son capaces de reformarse en el tiempo en función de las necesidades de la época.
 
Por eso vemos con preocupación cómo se busca atacar, se ataca, no sólo el Sistema de Naciones Unidas, el multilateralismo y el derecho internacional, sino que también la base del intercambio libre y justo entre países.
 
Resulta preocupante que se nieguen y desconozcan los acuerdos establecidos por ser circunstancialmente más poderosos. Que las reglas compartidas y acordadas de igual a igual sean hoy día puestas en entredicho.
 
Que se alcen muros comerciales, que se cuestionen los méritos de la democracia, que se intervengan instituciones autónomas y se perjudique la convivencia pacífica en un mundo tan estrechamente interconectado.
 
Hay quienes desde la extrema derecha tratan de imponer una falsa dicotomía entre libertad y democracia. Pero lo que en realidad nos están proponiendo hoy día, es un mundo sin reglas ni derechos, donde prime la ley del más fuerte, un mundo que sólo va a traer incertidumbre e inestabilidad.
 
Ayer contaba, a propósito del día del libro, que entremedio de los viajes tuve la oportunidad de leer un opúsculo de un escritor francés Vuillard, que se llama “La Orden del Día”, que se lo recomiendo, debe estar de seguro traducido al portugués. En él se da cuenta no sólo de la banalidad del mal, como decía Hannah Arendt, sino también de cómo son pequeñas acciones y, sobretodo, pequeñas omisiones de quienes tenían el deber de alzar la voz, las que permiten el establecimiento de las tiranías.
 
Cuesta mucho, más aún hoy día en un mundo de vertiginoso cambio, el poder identificar, como decía Mario Vargas Llosa en sus “Conversaciones en la Catedral”, “¿Cuándo se jodió el Perú?", decía él a propósito de ese libro. Pero cuándo nos jodimos como humanidad, cuesta mucho identificar un momento exacto. Pero sepan ustedes que sus acciones y sus omisiones como jóvenes tienen incidencia en aquello.
 
Por lo tanto, mi llamado es, por un lado, a resistir frente a los intentos de autocracia, de negación a la democracia, de negación y falta de respeto a los derechos humanos, pero, por otro lado, también a construir alternativas desde el progresismo para una sociedad más justa, más igualitaria, más equitativa.
 
No podemos quedarnos sólo en la denuncia. No podemos quedarnos solamente en apuntar las amenazas que significa la imposición de la ley del más fuerte. Tenemos que a nuestros pueblos proponerles vías posibles que solucionen hoy día las necesidades más apremiantes que tienen, el temor a la inseguridad, la pobreza, las consecuencias de la crisis climática y la discriminación.
 
La izquierda debe volver a ser universalista y defender los principios que inspiraron a quienes lucharon por la libertad de nuestras naciones, más justicia, mayor equidad, mayor fraternidad.
 
Por eso no podemos limitarnos a una defensa cerrada del statu quo, porque el statu quo no es deseable tampoco. Benedetti siempre citaba a un autor alemán cuando le preguntaban por la utopía. Los cambios no suceden de la noche a la mañana y la utopía muchas veces parece lejos de alcanzar.
 
Hay quienes, con más canas, muchas veces nos dicen "yo fui revolucionario en mi juventud, pero ahora se me pasó esa suerte de enfermedad”. Yo les digo que ser revolucionario, que ser rebelde frente al orden establecido, que creer en la justicia, en los derechos humanos, en la democracia, no es una cosa de juventud.
 
Los principios que han inspirado la rebeldía de los pueblos por mayor justicia, por mayor equidad, por mayor igualdad pueden permanecer en la medida en que avanzamos en nuestra experiencia vital. Y para eso deben adecuarse a las necesidades de los tiempos y por lo tanto, ser capaces de cambiar.
 
La izquierda muchas veces ha sido muy conservadora y, por lo tanto, es relevante que seamos capaces también, desde el progresismo, de cuestionarnos nuestras propias convicciones.
 
Hoy día, en tiempos de cambio tan vertiginoso, no podemos negarnos, no podemos cerrar los ojos ante las preocupaciones de nuestro pueblo ni decir que quienes optan por opciones distintas a las nuestras, no tienen las capacidades para elegir o están siendo engañados. Eso es una derrota total. Tenemos que ir a conversar con quienes piensan distinto, conversar entre los diferentes, convencerlos. No basta con ser muchas minorías. Tenemos y el deber de los progresismos en el mundo es volver a ser mayoría con quienes más lo necesitan hoy día, quienes han visto desplazado su bienestar.
 
Hoy día está sucediendo algo que es relativamente nuevo en el siglo XX. Que ustedes, los jóvenes, nosotros, los jóvenes, tenemos una perspectiva que quizás es peor que la de nuestros padres y nuestras madres. Pero eso es posible cambiarlo porque el futuro depende de nosotros. El futuro no está determinado, no estamos encaminados hacia una tragedia griega.
 
Ese es el arte de la política. La política no es la mera administración de la realidad tal cual nos ha sido dada. Es con los elementos de la realidad luchar por cambiarla, empujar más allá de lo que nos dicen que son los límites de lo posible, conscientes sí de que los cambios importantes y los que perduran no suceden de la noche a la mañana.
 
Por eso no basta ser testimonial. No basta si se hace política con mirarse al espejo y decir “estoy de acuerdo conmigo mismo”. Tenemos que salir a convencer a quienes piensan distinto. No negarlos, no humillarlos, sino entender, escuchar.
 
Por eso para cuidar la democracia tenemos que asegurarnos que esta logre responder de forma efectiva a las preocupaciones y esperanzas de las personas, a la vez que robustecemos las capacidades del sistema internacional y de los organismos internacionales para defender los principios democráticos en los que creemos, los derechos humanos en cualquier circunstancia y en cualquier lugar y un comercio libre y justo.
 
En Chile, en nuestro país, vemos el actual escenario con preocupación, pero también como una oportunidad. Y en este mundo turbulento avanzamos de manera clara en nuestra estrategia de seguir diversificándonos, de seguir buscando aliados. Hoy día tenemos acuerdos comerciales, culturales, científicos, educacionales con los países de nuestra región, hoy día profundizados con el Brasil, también con la Unión Europea, también ahora trabajando con India, con Estados Unidos, con México, con China, con Japón.
 
Defendemos nuestro principio de autonomía estratégica. Tenemos soberanía y a diferencia de antaño, no vamos a permitir que nadie nos diga con quién debemos estar. Chile es parte del mundo y lo seguirá siendo y, por lo tanto, no vamos a elegir entre potencias. Tal como en otros conflictos hemos dicho que no vamos a elegir entre barbaries, nosotros optamos por la humanidad.
 
En materia de nuestra estrategia económica, puedo decirles que la crisis climática –que sé es una preocupación importante para el gobierno actual de Brasil, pero que anteriormente era negada como un problema, y esas definiciones también las tenemos en Chile, esas disputas también las tenemos en Chile, como el desprecio a la ciencia o a las vacunas– nosotros vemos en la crisis climática una preocupación y nuevamente también una oportunidad.
 
Porque tenemos litio, porque tenemos cobre, porque tenemos conocimiento, porque estamos produciendo hidrógeno verde. Y, por lo tanto, a partir de estas materias primas, creemos que podemos construir riqueza. Ahora repartiéndola de mejor manera que en el pasado para que todos los chilenos y chilenas se beneficien de la riqueza que se produce en nuestro país.
 
Por eso, junto con esta política comercial de apertura, nuestro Gobierno ha impulsado en Chile mayor justicia social. Por ejemplo, rebajando la jornada laboral a 40 horas semanales, lo que nos parece algo necesario porque la vida no puede ser solamente para trabajar. Necesitamos también espacios para compartir, para estar con la familia, tiempos de ocio. Que la gente tenga derecho no solamente a un sueldo digno, sino también una vida feliz más compartida.
 
Por eso cuando decimos que hay que enfrentar la amenaza de la seguridad, de la delincuencia y el narco, lo hacemos, por un lado, fortaleciendo a nuestras policías, fortaleciendo la persecución del delito y, también, fortaleciendo la cultura, la educación, la recuperación de nuestros barrios, porque creemos que es en la cohesión social, en el encuentro de nuestros habitantes, en donde se juega principalmente el destino de nuestro país.
 
Hemos avanzado también en un aumento histórico del salario mínimo. En la ampliación de programas para apoyar y reconocer el trabajo no remunerado a quienes cuidan, que son generalmente mujeres. Durante mucho tiempo se dijo que las mujeres que no tenían un trabajo remunerado y se dedicaban a cuidar a alguien de la familia, no trabajaban. Miren ustedes qué absurdo.
 
Un artista, un cantante en nuestra patria decía que las mujeres tienen la mitad de sueldo y doble labor. Y es cierto y muchas veces no tienen sueldo. Desde Chile con el Sistema Nacional de Cuidado estamos reconociendo el valor que significa trabajar para cuidar, ya sea a niños, a personas mayores o a personas enfermas.
 
Y eso implica un cambio en la lógica también en cómo entendemos nuestras relaciones sociales. Porque debemos avanzar paralelamente en corresponsabilidad, mismos derechos y obligaciones para hombres y mujeres, pero eso implica acciones correctivas en la sociedad ante la discriminación innegable que viven hoy día las mujeres en nuestras sociedades.
 
También hemos logrado avanzar hacia una Reforma de Pensiones que entregue mayor dignidad a quienes han trabajado toda su vida para construir los cimientos de nuestra patria. Qué injusto resulta que quienes se han roto la espalda trabajando no tengan la dignidad mínima para poder vivir durante la última etapa de sus vidas.
 
Por eso es importante defender la solidaridad no solamente entre nosotros, sino también entre generaciones. Los invito a conversar, a aprender, a valorar la experiencia de quienes nos antecedieron. Sólo de esa manera podremos entender que estamos aquí gracias a ellos, que el mundo no parte con nosotros y que, por tanto, quienes hoy día están en el ocaso de sus vidas y ni siquiera en el ocaso porque hoy día se ha extendido la expectativa de vida mucho más, merecen una vida justa y digna. Y por eso un sistema de pensiones que la garantice es necesario. En Chile hemos logrado avanzar en esa dirección.
 
Menciono estos avances para señalarles que es posible tener una visión progresista, una visión de izquierdas, haciéndonos cargo de cuestiones que durante mucho tiempo no fueron prioritarias para nuestro sector o que fueron abordadas de manera parcial o identitarias como son la seguridad, como es el crecimiento económico. Porque es posible hacer paralelamente reformas sociales que fortalezcan la cohesión de nuestros países.
 
En el mundo, Chile también ha sido partidario de una reforma a la gobernanza mundial en sus aspectos políticos y financieros que incorpore las voces del sur global.
 
Por eso, mientras algunos hablan de retirarse de Naciones Unidas o se retiran derechamente de organizaciones tan importantes como la Organización Mundial de la Salud o la UNESCO, nosotros decimos que queremos más multilateralismo, pero que sirva y beneficie a nuestros pueblos. Y eso significa también un cambio en las reglas del juego.
 
Chile y el mundo, el mundo no es el mismo que el de 1945 cuando se fijaron las reglas actuales. Es necesario que países como Brasil o como la India integren el Consejo de Seguridad de la ONU y que también ya no exista ese derecho a veto de las grandes potencias que limita el actuar del sistema de derecho internacional.
 
Por eso también apoyamos un sistema de impuestos globales, en particular en materia de crisis climáticas, donde quienes se beneficiaron de los países subdesarrollados durante mucho tiempo, hoy día paguen más. Hoy día se hagan cargo de las desigualdades que se han generado en el mundo porque estas no son fruto de que las personas del norte son más valiosas que las del sur. No, señor. Todo ser humano por el hecho de ser tal tiene el mismo valor.
 
Esa es la gracia de la democracia que defendemos, pero eso tienen que entenderlo también las naciones desarrolladas y que la expoliación y explotación que realizaron durante mucho tiempo, pienso en los países del Asia, en los países del África, también en los países de nuestra América mediante diferentes formas, debe ser compensada, por ejemplo, a través del establecimiento de diferentes responsabilidades en materia de la crisis climática.
 
Quiero ir finalizando mi intervención diciéndoles que América Latina tiene una oportunidad histórica para levantar la voz. América Latina, nuestra América, nuestra América Iberoamericana es un continente de paz. No tenemos nada que envidiarle a Europa. No tenemos nada que envidiarle al norte. Pero tenemos que ser capaces de alzar nuestra voz más fuerte de manera unida y esa unión no se produce solamente con retórica ni exceso de adjetivos. Esa unión se produce mediante acciones concretas que vayan directamente en bienestar de nuestros pueblos.
 
Por eso destaco iniciativas como el Corredor Bioceánico Vial que va desde Puerto Murtinho en Mato Grosso del Sur hasta los puertos del norte de Chile. Porque ese corredor bioceánico que unirá el Atlántico con el Pacífico y que unirá culturas en el norte de Argentina, en el Paraguay, en el sur del Brasil en el norte de Chile, es una muestra concreta, tangible de que América del Sur puede estar más integrada y no es solamente una foto circunstancial en una cumbre de líderes, es tránsito permanente entre nuestros pueblos.
 
Hoy día los brasileños visitan constantemente nuestra patria y queremos y deseamos aprender y compartir más con ustedes.
 
Me alegra muchísimo ver en esta sala a tantos estudiantes porque son las nuevas generaciones, en Brasil y en Chile, las que en tanto herederas de las luchas por la democracia que dieron, quienes nos antecedieron, tienen que ser constructoras de la misma con los desafíos de hoy día.
 
Hace no mucho tiempo yo fui dirigente estudiantil y por eso los invito también a organizarse, a generar organización estudiantil, a formar parte de la unión nacional de estudiantes, a conversar con quienes piensan distinto a ustedes, a salir también de las aulas de la universidad y conversar con el pueblo que no llega a estas aulas y realizar iniciativas no sólo de extensión y de caridad, sino de integración con las diferentes clases sociales para generar mayor cohesión social.
 
El futuro, estudiantes, no se espera, se construye y no está definido, depende de nosotros, depende de ustedes, de lo que estén forjando en estas aulas, de su capacidad de visión crítica respecto del mundo que nos toca vivir, de defender lo que vale la pena de este mundo difícil, pero que, sin embargo, también nos entrega muchas cosas de las cuales tenemos que estar profundamente orgullosos como, por ejemplo, nuestras democracias.
 
Quiero decirles que aquí en Brasil me he sentido realmente como en casa y que la delegación que me acompaña ha sentido también el respeto que hay hacia nuestro país, hacia Chile. Disfrutamos con su música, envidiamos y respetamos a sus futbolistas, más a Sócrates que a Neymar, debo decir. Y nos encanta la alegría de su pueblo que se manifiesta tan claramente en los carnavales, pero que se celebra a lo largo y ancho de toda la geografía de Brasil.
 
No hablamos la misma lengua, pero se parecen. No somos iguales, pero nos parecemos. Tenemos la misma dignidad y derecho. Y en nuestras diferencias debemos ser capaces de encontrarnos para construir un mundo más justo y donde todos y todas, sin importar el dónde nacieron, qué religión profesan, cuáles son las ideas políticas que defienden, el color de su piel o el carácter de sus ideas tengan derecho a una vida digna y feliz.
 
Muchísimas gracias a todos y a todas.