S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, acompañado por la Primera Dama, Cecilia Morel, asiste a ceremonia ecuménica en recuerdo de los 45 años del 11 de septiembre de 1973.
Muy buenos días:
Hoy es un día de recuerdos y de reflexiones, porque hoy recordamos 45 años desde el Golpe Militar, ese 11 de Septiembre de 1973: 45 años desde la muerte del Presidente Allende, el bombardeo a La Moneda y el término del Gobierno de la Unidad Popular; 45 años desde el inicio del Gobierno Militar. Pero por, sobre todo, 45 años desde el quiebre de nuestra democracia.
Sin duda, el 11 de Septiembre de 1973 es una fecha que divide a los chilenos y que genera distintas -y a veces- contradictorias interpretaciones.
Hoy recordamos ese día, no para profundizar las divisiones y los odios que cruzaban Chile en esos tiempos, sino que para aprender las lecciones y sacar las enseñanzas de ese período de nuestra historia.
Hoy, sin duda, tenemos que preguntarnos ¿cuáles son esas lecciones? ¿Cuáles son esas enseñanzas?
En primer lugar, hemos aprendido la importancia de cuidar, querer y proteger nuestra democracia, y la sana convivencia entre los chilenos. El 11 de Septiembre de 1973 nuestra democracia no murió de muerte súbita y sorpresiva: todos sabemos que venía enferma, muy enferma, y desde hacía mucho tiempo.
Quiero reafirmar, una vez más, que ninguna circunstancia, ningún contexto va a justificar jamás los graves, sistemáticos, reiterados y condenables atropellos a los derechos humanos que ocurrieron durante el período militar en nuestro país.
Sin embargo, eso no significa que no podamos, o que no debamos hacernos algunas preguntas y extraer algunas lecciones. ¿Por qué se derrumbó nuestra democracia ese 11 de Septiembre de 1973? ¿Qué males, qué enfermedades la aquejaban?
En 1973 nuestra democracia estaba enferma de odio, de violencia, de descalificaciones, de intolerancia, de sectarismo, y eso lo sabemos todos. Algunos sectores habían validado la violencia como un instrumento legítimo en la lucha por la conquista del poder, y descalificaban la democracia como una democracia burguesa, sin valor, a la cual había que destruir por los votos o por las balas, e intentaban implantar en Chile modelos totalitarios que eran resistidos por la inmensa mayoría de los chilenos.
En esa época, habíamos perdido esa amistad cívica que había sido parte de nuestra República, el debido respeto que nos debemos los unos a los otros, esa capacidad de diálogos y acuerdos que nos ha permitido siempre avanzar más rápido, llegar más lejos y hacerlo con más seguridad. Veíamos al compatriota que pensaba distinto, no como un adversario al cual debíamos convencer, sino como un verdadero enemigo al cual debíamos eliminar.
Y así llegó el 11 de Septiembre de 1973 y el advenimiento del régimen militar, con sus secuelas de pérdida de libertades y de graves y condenables atropellos a los derechos humanos.
Sin embargo, nuestra sociedad demostró sabiduría y grandeza, y supo aprender de sus propios errores.
Yo estoy convencido que la Izquierda en nuestro país ha aprendido a condenar la violencia y a respetar la democracia; y que la Derecha en nuestro país ha aprendido a condenar los atropellos a los derechos humanos y a respetar la democracia. Y ésa es una evolución sana y necesaria en nuestro país, y especialmente hoy día en que enfrentamos tantos desafíos que como sociedad tendremos que asumir en el futuro.
La sociedad chilena aprendió de esos errores, extrajo las lecciones y se hizo cargo de las enseñanzas, y supo recuperar, en forma ejemplar, esa democracia que habíamos perdido durante mucho tiempo, pero que se derrumbó el 11 de Septiembre de 1973, en base a generosidad, sabiduría, grandeza, diálogos, acuerdos y buena voluntad.
La primera fue la transición hacia la libertad y la democracia, y todos sabemos que lo hicimos en forma muy ejemplar. La historia demuestra que estas transiciones, normalmente, son en medio de crisis política, caos económico, violencia social. Nada de eso ocurrió en Chile, gracias a la sabiduría y la grandeza de la inmensa mayoría.
Yo recuerdo que algunos no creían en ese camino, eran los que decían “A la Constitución del 80 no le vamos a aceptar ni la primera palabra” o “A la Constitución del 80 no le vamos a cambiar ni una sola coma”. Sin embargo, prevaleció la visión más sabia, más grande que nos permitió una transición ejemplar hacia la democracia.
Pero esa transición ya es historia y los países tienen que recordar su historia, pero nunca deben quedarse atrapados en la historia, porque la historia por definición ya pasó: podemos hablar de ella, podemos aprender de ella, pero no podemos cambiarle nada.
En cambio, el futuro es un libro abierto en que podemos tomar los pinceles y trazar esos caminos del futuro.
Por eso yo quisiera convocar a todos nuestros compatriotas, en la misma forma en que fuimos convocados a recuperar nuestra democracia, a una segunda transición, a un segundo gran desafío, que es transformar a nuestro país, antes que termine la próxima década, en un país desarrollado y en un país sin pobreza.
Estoy consciente que ningún país latinoamericano lo ha logrado, pero estoy consciente también que con la misma unidad y grandeza con que logramos recuperar nuestra democracia, vamos a ser capaces también de lograr este gran objetivo.
Ésta es la transición del presente y del futuro, ésta es la transición frente a la cual no podemos fallar. Algún día, más temprano que tarde, nuestros hijos, nuestros nietos y los que vendrán nos pedirán cuenta de nuestros actos, de nuestra gestión y de nuestros resultados en esta gran travesía hacia un Chile desarrollado y sin pobreza.
No tenemos derecho a fallarles, no tenemos derecho a legarles a nuestros hijos y a nuestros nietos los mismos odios y querellas que tanto daño nos causaron a nosotros en el pasado, y tampoco tenemos derecho a fallarles en esta gran travesía y desafío que tenemos que enfrentar. Tenemos la obligación de legarles a nuestros hijos, a nuestros nietos y a los que vendrán un Chile más libre, un Chile más justo, un Chile más próspero y un Chile más solidario.
Ésa es la gran misión de nuestra generación, la misión que yo estoy seguro está en el corazón de la inmensa mayoría de los chilenos, y la misión que motiva, ilumina y guía todos y cada uno de los pasos de nuestro Gobierno.
Por eso, en estos días en que a veces da la impresión que no hemos atendido con tanta fuerza las lecciones, yo convoco a todos mis compatriotas a que, más allá de nuestras legítimas diferencias, tengamos claro que tenemos algo mucho más fuerte que nos une.
El Padre Hurtado decía que “la Patria es mucho más que sus montañas, su naturaleza, es una misión a cumplir”. Ésta es nuestra misión, la misión de todos los chilenos, y nada motiva tanto a un pueblo como una misión grande, exigente, pero factible, en que todos tengamos un lugar para aportar y en que todos tengamos también un lugar para recibir una justa cuota de los beneficios.
Por eso, en este día, que normalmente tiende a dividir a los chilenos, yo convoco a mis compatriotas a que seamos capaces de levantar la vista y buscar en este 11 de Septiembre, en que recordamos 45 años del Golpe Militar, un factor de unidad, de aprendizaje, de enseñanza, porque los países que no aprenden de su historia están condenados a repetir los mismos errores una y otra vez.
Desde este Palacio de La Moneda, que es la casa de todos los chilenos, yo quiero hacer un llamado a todos mis compatriotas, y muy especialmente a los que tienen responsabilidades especiales por ejercer cargos de elección popular, a no perder de vista la gran misión y el gran desafío que tenemos por delante, y a no dejarnos atrapar por las pequeñas divisiones o los pequeños rencores que tantas veces nos han desviado del camino.
La historia nos ha enseñado, una y otra vez, que cada vez que Chile se ha dividido, hemos cosechado amargas derrotas; cada vez que nos hemos unido, hemos conquistado los más hermosos triunfos.
Y por eso yo espero que este 11 de septiembre sea un momento de reflexión y de recuerdos, y por supuesto quiero solidarizar con todos aquellos familiares de aquellos que perdieron su vida ese 11 de Septiembre de 1973.