S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, junto a la Primera Dama, Cecilia Morel y el Ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, celebran el Día de la Solidaridad en el Santuario del Padre Alberto Hurtado.
Bueno, es una gran alegría y una gran emoción poder dejar, una vez más, un ramo de aromo en la tumba del Padre Hurtado. Un hombre que fue tan importante para sus contemporáneos, pero que su legado continúa más vivo que nunca.
Por eso, como lo pidió Gabriela Mistral, ella dijo un día “que alguna mano fiel ponga por mí unas cuantas ramas de aromo sobre la sepultura de este dormido, que tal vez será un desvelado y un afligido, mientras nosotros no paguemos las deudas contraídas con el pueblo chileno, viejo acreedor, silencioso y siempre paciente”.
Hoy es el Día de la Solidaridad. La verdad es que es el día en que conmemoramos y recordamos con más fuerza que nunca la solidaridad, porque debemos recordarlo todos los días del año, porque recordamos el día, un 18 de agosto igual que hoy, en que el Padre Hurtado falleció, cuando recién tenía 51 años de vida. Qué impresionante que un hombre tan joven haya dejado un legado, una obra, un mensaje, una enseñanza tan profunda como la dejó el Padre Hurtado.
Sin duda que tenía algo muy especial y tenía esa inspiración que viene, todos sabemos, de Dios.
Un hombre que no solamente remeció a los chilenos de su época, sino que no sólo los que lo conocieron, a todos los que no tuvimos la oportunidad de conocerlo y nuestros padres siempre nos hablaron del Padre Hurtado, sentimos como que su voz estuviera hoy día más presente que nunca. Uno escucha sus testimonios, conoce sus obras, conoce su legado, conoce a aquellos que lo conocieron y se da cuenta que el Padre Hurtado, y así lo dijo -por lo demás- uno de sus grandes amigos, Monseñor Larraín, cuando dijo que “el Padre Hurtado había sido una visita de Dios en la Tierra”. Él decía “es bueno tener las manos juntas para rezar, pero también es bueno tener las manos abiertas para dar”.
Y ése era un mensaje que nos llamaba a los dos aspectos, a la reflexión, la oración, la relación con Dios, pero que eso no se quedara en algo privado, sino que se extendiera y pudiera uno compartirlo con todas las personas y especialmente con los que más la necesitan.
Por esa razón, ese 14 de agosto de 1923, cuando el Padre Hurtado se recibe como abogado, y curiosamente ingresa al día siguiente a la Congregación de San Ignacio de Loyola, y aquí hay una nueva coincidencia, porque él ingresa prácticamente con un día de diferencia que cuando San Ignacio de Loyola ingresa y crea esta corporación.
Y la obra del Padre Hurtado es maravillosa. Podíamos citar y citar muchas cosas, pero tal vez lo que fue el sello que ha transcendido con más fuerza hasta el día de hoy, es el Hogar de Cristo, donde hoy día nos encontramos.
El Padre Hurtado tenía una característica muy especial, porque era un hombre que decía frases muy fuertes, que martillean nuestras conciencias, como “hay que dar hasta que duela”, “la caridad empieza donde termina la justicia”, “nadie es tan pobre para que no pueda dar”, pero al mismo tiempo tenía esa sonrisa bondadosa, cariñosa, contagiosa, que lo llevaba a decir, incluso en los momentos más duros de su vida, que estaba “contento, Señor, contento”.
Por esa razón, sin duda que es casi incomprensible, salvo porque tenemos la fe de que actuaba como un instrumento de Dios, que una persona haya podido dejar tantas obras, legado, testimonios, amigos, enseñanzas en tan poco tiempo.
Por eso la pregunta que él se hacía siempre, de “¿qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?”, es una pregunta que tenemos que hacernos todos los días los que hoy día estamos en nuestro país, y especialmente los que tenemos una responsabilidad especial.
Por esa razón, yo quiero decirlo con mucha claridad: la principal motivación, la principal misión que tenemos como Gobierno es lograr que todos nuestros compatriotas, sin ninguna exclusión, por ninguna razón, puedan tener las oportunidades para poder desarrollar los talentos que Dios nos dio, cumplir su misión en la Tierra, poder realizarnos como personas, pero también las seguridades de que van a poder vivir su vida con dignidad.
Y por eso el Ministerio de Desarrollo Social, presidido por el ministro Alfredo Moreno, se va a transformar en el Ministerio de la Familia y Desarrollo Social. Eso es mucho más que un cambio de palabras, tiene que ver con dos sellos fundamentales: en primer lugar, que queremos que el Gobierno, que el Ministerio, que la sociedad no se olviden de las familias, que entienda que la mejor manera de ayudar a cualquier persona es hacerlo junto con su familia, con su familia, no fuera de la familia. Y ése va a ser un sello que va a tener el Ministerio de Desarrollo Social, porque los que mejor pueden ayudar a un anciano, a un niño o a un joven en problemas, son sus seres queridos. Por supuesto que el Estado tiene que ayudar a esa familia, para que esa familia pueda cumplir ese importante rol.
Y el segundo sello, ésta no es una tarea que competa solamente al Estado. Algunos creen que esto es responsabilidad del Estado, no es así. La verdad es que ésta es una responsabilidad de todos. Por eso, el segundo sello del Ministerio de la Familia y Desarrollo Social es motivar, convocar, ayudar a que la sociedad civil entera se haga parte de esta gran cruzada por hacer de Chile un país más justo, un país más solidario.
Por esas razones, la sociedad tiene que entender que sólo cuando se compromete en plenitud y mueve todas sus fuerzas, todos sus recursos, todos sus compromisos, todas sus vocaciones, vamos a poder lograr hacer aquello que siempre nuestros padres, abuelos, bisabuelos soñaron y nunca lograron, que es transformar a Chile en un país más justo, más humano, más solidario.
Desde ese punto de vista, los grupos más vulnerables constituyen, sin duda, una prioridad. El Ministerio de Desarrollo Social está elaborando lo que llamamos el “Mapa de la Vulnerabilidad”, porque hay muchas formas de ser vulnerable, no es solamente un problema de ingresos, puede haber vulnerabilidad por problemas de falta de educación, de falta de oportunidades, de falta de vivienda, de no acceso a la salud, múltiples razones.
Y queremos conocer a fondo todas las familias que tienen en Chile una vulnerabilidad para poder hacer políticas públicas, que no solamente se queden en las palabras y en las buenas intenciones.
Porque hay mucha gente que comparte esta preocupación, sin embargo, no basta con la buena intención, se requiere mucho más que eso, se requiere actuar con buenas políticas públicas, que no solamente cuenten, denuncien o se escandalicen frente a las desigualdades y las injusticias de nuestra sociedad, sino que sean capaces de hacer políticas públicas que las hagan retroceder, que permitan a esas familias avanzar.
Por eso, además de los sectores más vulnerables, nuestro Gobierno tiene una preocupación muy especial por la clase media más vulnerable, la clase media emergente, la clase media que todavía sigue siendo muy vulnerable.
Y el proyecto “Red Clase Media Protegida” apunta a un anhelo, una demanda de nuestra clase media. La clase media chilena ha progresado en base a su propio esfuerzo, y ellos lo saben y tienen mucha razón de sentirse muy orgullosos, pero como todo ser humano quieren seguir progresando y eso requiere oportunidades, pero también tienen temores, temor que un accidente en el ciclo de la vida los retrotraiga a una situación de la cual lograron salir y a la cual no quieren volver.
Por eso, la “Red Clase Media Protegida” busca crear oportunidades y ayudar a esas familias cuando les toque enfrentar momentos duros como la pérdida del empleo, una enfermedad grave, una tercera edad vulnerable y extendida, un acto de la delincuencia, o la educación superior de sus hijos.
Desde ese punto de vista, nuestro compromiso con hacer de Chile un país más justo, más solidario, es total y absoluto. Por eso el Ministerio de Desarrollo Social está en La Moneda, cerca del Presidente, y el ministro de Desarrollo Social participa de las principales decisiones que tomamos en nuestro Gobierno.
Pero nuestras prioridades, lo que nos mueve, lo que nos moviliza, lo que nos hace levantarnos temprano en la mañana y acostarnos cansados, pero “contentos, Señor, contentos” en las noches, es atender las verdaderas prioridades, necesidades, anhelos, esperanzas de las personas, y especialmente de los más vulnerables.
Y eso significa, en primer lugar, respetar los derechos humanos de todos, la dignidad, y el derecho a la vida, que es un derecho fundamental; hacernos cargo de los problemas de inseguridad que le angustian la vida especialmente a los sectores más vulnerables, especialmente la delincuencia y el narcotráfico; crear empleos con salarios dignos que permitan a las personas contribuir no solamente a ganarse el sustento, sino que también sentirse parte y útil en esta sociedad; dar educación de calidad a nuestros niños y jóvenes; dar salud oportuna y digna a nuestros enfermos; dar pensiones que permitan a las personas de la tercera edad seguir sintiéndose plenamente viva, integradas, útiles, queridas, necesarias y no como si estuvieran simplemente marginadas de la sociedad.
Ésas son las grandes preocupaciones y tareas que estamos enfrentando como Gobierno y, por supuesto, sabemos que nada de esto se logra de un día para otro, ni que se logra solamente con tener buenas
intenciones.
Por eso, quisiéramos que nunca nuestros oídos se insensibilicen a esas palabras del Padre Hurtado, que nos llamaba a sentir el dolor de los otros como si fuera nuestro propio dolor. Ése es un principio tan sabio, hacer a los demás lo que quisiéramos que hagan con nosotros y no hacer a los demás lo que no quisiéramos que nos hagan a nosotros.
Por eso, quisiera yo rescatar esas enseñanzas, mensajes y testimonios del Padre Hurtado, y también recordar que él lo hizo siempre con una sonrisa bondadosa, cariñosa en su rostro, que irradiaba alegría y paz.
Por eso, yo quisiera contarles simplemente una pequeña anécdota. Yo fui muy amigo, junto con Cecilia, como muchos otros, del Padre Renato Poblete, y recuerdo que yo lo fui a ver a comienzos de diciembre del año 2009, poco antes de que fuera la segunda vuelta de la elección presidencial, a la Clínica de la Universidad Católica. Y mi intención era que fuera el capellán de La Moneda, iba a planteárselo, y se lo planteé. Me dijo “mire, llegó tarde, si hubiera ganado la elección del 2005, a lo mejor, ahora ya me estoy preparando para un viaje mucho más largo, que simplemente llegar a La Moneda”. Y me preguntó, al final, cuando me iba yendo, “mira, Sebastián, usted me viene a ver, ¿por cariño o por interés?” -porque era candidato-, yo le dije “Padre, no le voy a mentir a usted en este instante, así que por las dos”.
Pero volví en enero del año 2010, ya era Presidente electo: “Así que, Padre, ahora no me puede hacer esa pregunta, porque no hay ningún interés, esto es puro cariño”. Y él me tomó las manos y me dijo unas palabras que no las voy a olvidar nunca, uno de esos momentos emocionantes, íntimos, que a uno lo golpean y lo inspiran, y lo ayudan a seguir adelante cuando enfrenta muchas dificultades.
Por eso, yo quiero agradecer a todas las personas que han dado vida a esta maravillosa obra, que es el Hogar de Cristo, porque nos permite construir un Chile más libre, un Chile más humano, más cariñoso, más fraterno, más solidario, un Chile donde todos, todos, nos sintamos parte de una causa común, que todos sintamos que tenemos el deber de aportar, pero también el derecho a participar.
Porque sólo así vamos a poder cumplir con ese sueño que tenía el Padre Hurtado. El Padre Hurtado decía “la Patria es una misión a cumplir”. Y nosotros tenemos una misión: hacer de Chile un país en que todos puedan tener una vida con dignidad, con oportunidades, una vida plena y una vida feliz.