Presidente de la República Gabriel Boric Font encabeza homenaje a Orlando Letelier y 50 años del Golpe de Estado

23 SEPT. 2023

La actividad se realizó en el Sheridan Circle, lugar donde fue asesinado el exministro y exembajador de Chile en Estados Unidos junto a su colega Ronni Moffitt. 

El Presidente de la República, Gabriel Boric Font, encabezó la ceremonia en homenaje a Orlando Letelier que fue asesinado junto a su colega Ronni Moffitt, en un atentado explosivo el 21 de diciembre de 1976 en Washington D.C. 

Letelier fue embajador de Chile en Estados Unidos, canciller, ministro del Interior y Defensa, durante el gobierno de Salvador Allende. 

En la ceremonia realizaron discursos la directora del Institute for Policy Studies (IPS), Sarah Anderson; el congresista demócrata Jamie Raskin; el exsenador e hijo de Orlando, Juan Pablo Letelier y su hermano Francisco Letelier; y el Presidente, Gabriel Boric Font. 

Finalizadas las intervenciones, el Mandatario realizó una ofrenda florar en el memorial de Orlando Letelier y Ronni Moffitt. 

A continuación el discurso del Presidente de la República, Gabriel Boric Font: 

He estado en muchos actos de conmemoración y tengo que confesar que estoy realmente emocionado ahora, después de escuchar a Orlando Sanz, después de escuchar el increíble discurso de Jamie Raskin, después de sentir estas energías aquí en el lugar del crimen en Washington, pero todos nosotros aquí reunidos felices y celebrando la vida, no la muerte. Eso es una inequívoca forma de decir que hemos vencido, que los ideales de Orlando y Ronni vencieron.
 
Y estamos muy orgullosos de eso. Mi generación, yo nací 10 años después de que Orlando fuese asesinado, está profundamente conmovida y agradecida por la lucha que ellos dieron, por la vida que dieron por nosotros.
 
He preparado un discurso, desde luego. Es muy difícil hablar después de lo que hemos escuchado aquí, pero voy a pronunciarlo en español porque sé que hay gente en Chile que no conocieron a Orlando Letelier, que no conocieron a Ronni Moffitt, pero también hay quienes están escuchando o quizás escucharán esto en el futuro. Y quiero que quienes sean de aquí, de Washington, entiendan qué significa esto. Así que, para todos ustedes, entiendo que la mayoría de ustedes habla español, vienen las siguientes palabras.
 
Compatriotas, amigos queridos que hoy nos acompañan.
 
Agradezco profundamente las inspiradoras palabras de quienes tomado el micrófono antes que yo y lo digo sinceramente no por protocolo, porque escucharlos a ustedes enseña y no es de estas actividades en que uno espera que terminen los discursos para ver cuando termine el acto, pese a que está lloviendo, pese a que nos mojemos, pese a que haga frío, sino que realmente emociona y nos vamos con un pedacito de vida que no teníamos antes.
 
Quiero también rendir un homenaje sentido a todos quienes hacen posible esta ceremonia año a año. Qué importante lo que dices, que desde 1990 todos los años se reúnen, no sé si serán todos los años la misma gente, seguramente habrá años en que hay más o hay menos, pero todos los años desafían la muerte con este acto.
 
Y especialmente al Institute for Policy Studies (IPS), que no sólo acogió a nuestros compatriotas en los momentos más difíciles, en la noche más larga de nuestra patria, sino que ha contribuido a mantener viva su memoria y su lucha a través de los años. Ayer, Juan Pablo me recordaba que el 2012, Noam Titelman con Camila Vallejo, en ese entonces presidentes de federaciones estudiantiles en Chile recibieron acá el Premio Orlando Letelier y Ronni Moffitt. Camila, ustedes saben, hoy es la vocera de nuestro Gobierno; Noam es un intelectual orgánico público que sigue defendiendo los mismos valores. Y yo, habiendo sido dirigente estudiantil, valoro mucho esa persistencia de la fundación, de la IPS por mantener viva esa llama, por la que Orlando y Ronni dieron sus vidas.
 
Hace pocos días, conmemoramos los 50 años del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que, como bien dice Juan Pablo, es indivisible ese momento de las violaciones a los derechos humanos que acaecieron desde el mismo día en que quebraron la democracia. Pese a que hay quienes insisten en que el golpe era inevitable. Desde aquí y desde todas partes del mundo, les decimos que la democracia siempre tiene caminos, que los golpes de Estado nunca son inevitables y que siempre habrá un espacio para el diálogo, para la conversación, para el respeto entre quienes piensan distinto, que le gane a la violencia, al uso de la fuerza y a la imposición por las armas de las ideas propias.
 
En esta conmemoración, en uno de los patios de La Moneda, el querido grupo Illapu cantó en homenaje a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos: “aunque los pasos toquen mil años este sitio, / no borrarán la sangre de los que aquí cayeron”. Seguramente, algunos reconocen estas frases, son versos de Pablo Neruda, que a continuación rezan: “Y no se extinguirá la hora en que caísteis / aunque miles de voces crucen este silencio”.
Esas palabras resuenan con fuerza hoy en que conmemoramos la partida de Ronni Moffitt y de Orlando Letelier y, también, los 50 años de la muerte en extrañísimas circunstancias del mismo vate Pablo Neruda. Hay un fallo pendiente de la Corte Suprema que debiera estar, además, por evacuarse durante las próximas semanas o meses para poder establecer la verdad judicial respecto a qué fue lo que le pasó y por qué fue silenciado.
 
No se extingue ni se extinguirá jamás la hora en que cayeron aquí, en Sheridan Circle, Orlando Letelier del Solar y Ronni Karpen Moffitt, alcanzados por el puño de la DINA, y cuando decimos el puño de la DINA ellos se solazaban de aquello. Eso es lo brutal de estas violaciones a los derechos humanos, primero se solazaron de ellas, el símbolo de la DINA era un puño de fierro, ese era su símbolo oficial. Se solazaron, después lo negaron, bien lo puede decir Tom Harkin, quien trabajó en Chile para saber lo que sucedió realmente y él descubrió Villa Grimaldi, lugar en que cientos de personas fueron torturadas y cientos de personas fueron desaparecidas, ese fue el último lugar donde estuvieron.
 
Se solazaron de las violaciones a los derechos humanos, después trataron de ocultarlas, después las negaron y después se desentendieron. Hasta hoy hay muchos que siguen en la impunidad. Y cuando hay quienes osan pedir a las víctimas que acallen su duelo, que den vuelta la página, me atrevo humildemente a decirles, habiendo conversado con muchísimas de las víctimas, que esa reconciliación sólo es posible con verdad y con justicia, no con olvido y con el compromiso profundo y la convicción caliente de que estos hechos no se pueden volver a repetir.
 
Sabemos que la democracia está amenazada en diferentes formas, quizás hoy estas formas son distintas a las de hace 50 años, pero nuestro compromiso con ella y con el respeto irrestricto a los derechos humanos debe ser total, sin importar las circunstancias, porque no hay inevitables en la historia.
 
Hemos sabido, gracias a archivos desclasificados mucho tiempo después del crimen, que ese puño de la DINA que alcanzó en este Sheridan Circle a Orlando y Ronni, fue ordenado directamente por el dictador. Muchas gracias, Peter Kornbluh, por trabajar en eso, en la desclasificación de esos documentos. Le agradezco profundamente a Jamie Raskin, AOC y todos los otros congresistas hombres y mujeres, Bernie Sanders por supuesto, quien ingresó este proyecto de resolución, que es realmente significativo para nosotros, significa mucho más que cualquier cosa. Ha estado comprometido con Chile, estamos deseosos de que se vote y estamos realmente expectantes de que Estados Unidos haga una más profunda reflexión y sé que ya lo están haciendo, pero una más profunda reflexión sobre lo que ellos impulsaron en Chile. Y no sólo en Chile, en otros lugares en América Latina.
 
En años en que el Estado de Chile utilizó todos los medios a su alcance y emprendió una política de exterminio, cuyas huellas imborrables seguimos arrastrando hasta hoy, Orlando Letelier tuvo la valentía de denunciar, habiendo estado preso en el confín del mundo, en Magallanes, en la Isla Dawson, que la represión política -y esto es muy importante porque de esto no se habla tanto- era indisociable de la revolución económica desde arriba que estaba impulsando la dictadura, que nos iba a legar dolor y miseria.
 
Porque hay quienes tratan de separarlo también todavía y que nos dicen: “Claro, condenamos las violaciones a los derechos humanos, pero hay que reconocer -dicen aquellos- el éxito económico de la dictadura”. Son indisociables y Orlando Letelier lo entendió desde un principio y por eso Orlando Letelier, por esa voz fuerte y lúcida, fue identificado como una amenaza.
 
A propósito de los 50 años, nuestra ministra del Interior Carolina Tohá, cuyo padre también fue brutalmente asesinado por la dictadura, habiendo estado preso junto con Orlando en Isla Dawson, nos recordaba que el único proyecto refundacional que se llevó a cabo en la historia reciente chilena fue el que impulsó el neoliberalismo a ultranza, apoyándose en las armas, el terror y el silenciamiento de las disidencias y la clausura de las instituciones democráticas. Concuerdo con Carolina Tohá.
 
Orlando Letelier y Ronni Moffitt fueron asesinados aquí porque su trabajo de solidaridad y de denuncia representaba una amenaza para ese proyecto refundacional. Y es que desde que fue expulsado de Chile, tras pasar casi un año preso en Isla Dawson, Orlando desplegó su reconocida energía y capacidad para acercar posiciones, para tejer alianzas, para persuadir a altos personeros de gobiernos foráneos de que los crímenes cometidos contra el pueblo de Chile merecían una sanción y que lo que se estaba haciendo era inaceptable. Para eso contó con la ayuda invaluable, y qué emocionante saber que esa huella sigue hasta hoy, marcando camino, abriendo sendas, de instituciones como la IPS.
 
Durante 1974 y 1975 la dictadura Cívico-militar chilena, porque también había civiles, asesinó en Buenos Aires al ex comandante en jefe del Ejército, General Carlos Prats y su esposa Sofía Cuthbert y atentó en Roma contra el ex vicepresidente de Chile durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva, Bernardo Leighton y su esposa, Anita Fresno.
 
El atentado contra Orlando Letelier y Ronni Moffitt, un año después, no fue casualidad, no fue un exceso, fue parte de una política sistemática de silenciamiento a quienes, desde el extranjero, porque se les había negado su propia patria, estaban denunciando lo que ocurría en Chile.
 
Entonces, no nos puedan decir, y es importante que lo sepamos, que hay excesos que son condenables, pero si hay exceso significa que hay una esencia que no lo sería. Nosotros no condenamos solamente los excesos, estamos en contra y nos rebelamos contra la esencia de la dictadura, porque mientras en nuestro país la policía secreta detenía, secuestraba, interrogaba, torturaba, exiliaba y exoneraba a miles de chilenos y chilenas inocentes, es cuando se echa a andar la máquina del terror, cuesta mucho y es muy difícil detenerla y la banalidad del mal también se hace presente.
 
Prats, Leighton, Letelier, Rodrigo Rojas de Negri, así como tantos otros miles de víctimas, a veces anónimas o cuyos nombres nos recuerdan esas caras en blanco y negro, esas fotos en blanco y negro que portan todavía sus familiares vivos, encarnaban todo aquello que la dictadura quería borrar de la faz de la tierra y de la memoria de nuestra patria Chile.
 
Como escribió Saul Landau -de cuyo fallecimiento se cumplieron diez años hace sólo un par de días-: “Orlando representaba todas las cualidades que debía tener un gobierno: era un abogado que creía en las normas y en la Constitución, su ética eran la igualdad y la justicia, la razón era su instrumento de persuasión y autoridad”.
 
Hoy, a 50 años del quiebre de la democracia, rendimos homenaje a quienes dieron sus vidas, en nuestra patria y fuera de ella, por restaurar la República, reconstruir nuestra convivencia y reconstruir la democracia a partir del respeto irrestricto de los derechos humanos. A ellos les debemos, en parte, ser hoy una democracia pujante que busca nuevos caminos de equidad, donde pese a que tenemos profundas diferencias, nos respetamos con quienes son nuestros adversarios y podemos conversar y poner a Chile delante de nuestras divisiones.
 
Donde la libertad y el pluralismo están garantizados para todos y todas
y donde también el Estado se hace cargo de modo permanente de la búsqueda de la verdad, la justicia y las garantías de no repetición.
 
Sólo así podremos, las generaciones que vienen, las que tomamos ese legado, las que tomamos esa posta, reclamar la herencia de una generación de chilenas y chilenos que nos marcaron a fuego con su ejemplo de dignidad, decencia y también de alegría, porque esto no solamente es un duelo, lo es por cierto hay dolor, estoy de acuerdo, pero también hay alegría en su memoria. Chilenos que dieron sus vidas y su testimonio de vocación de servicio público en defensa de los postergados y la promoción del diálogo y la democracia.
 
Desde Chile y en representación del Gobierno de Chile, honramos su memoria trabajando día a día por cuidar y fortalecer esa democracia, alzando la voz ante las violaciones de los derechos humanos -sin importar el color político de quienes las vulneren- y luchando por un mundo más humano, más libre, más justo, más equitativo y más feliz.
 
Un mundo como el que soñaron Salvador Allende, a quien ayer homenajeaba no yo, no un presidente de izquierda, no el embajador del Gobierno en Chile, sino los 32 países de la Organización de Estados Americanos, poniéndole su nombre, con un cuadro, además, a la puerta central del edificio de la Organización de Estados Americanos.
 
Un mundo como el que soñaron Allende, Orlando Letelier y Ronni Moffitt, sigue siendo posible. Democracia, siempre.
 
Muchísimas gracias.
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