Presidente Piñera impulsa reforma constitucional de equidad de género

28 MAY 2018
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S.E el Presidente de la República, Sebastián Piñera, firmó el proyecto de reforma constitucional de equidad de género para establecer como deber del Estado el promover y garantizar la plena igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.

Muy buenos días:
 
En primer lugar, muchas gracias por venir, porque la presencia de ustedes simboliza un compromiso que va mucho más allá del Gobierno, que incorpora a la sociedad civil y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en esta causa grande y noble que nos convoca esta mañana.
 
Nuestra misión como Gobierno es dar un gran paso adelante para que Chile alcance -antes que termine la próxima década- un desarrollo integral y pueda también derrotar la pobreza.
 
Y para lograr este desarrollo integral, inclusivo y sustentable, es fundamental -a partir de hoy- avanzar con una nueva fuerza y con una férrea decisión, hacia una sociedad en que hombres y mujeres tengamos los mismos derechos, los mismos deberes, las mismas oportunidades y la misma dignidad.
 
Y también, una sociedad que asuma una conducta de tolerancia cero frente a todo tipo de violencia, de abuso, de discriminación arbitraria o de acoso contra nuestras mujeres.
 
Porque alcanzar el desarrollo es mucho más que superar un determinado ingreso per cápita. El verdadero desarrollo, para ser tal, tiene que ser integral. Y esto significa que debe abarcar todas las distintas facetas de la vida humana y, en forma muy especial, la forma en que nos relacionamos unos con otros y la manera en que tratamos a las mujeres de nuestro país.
 
La calidad de una sociedad se puede medir de muchas formas, pero una muy importante se mide a través de la calidad de la convivencia, de la amistad cívica, del respeto mutuo y de la solidaridad con que actúan sus miembros y, muy especialmente, por la forma en que nuestra sociedad trata a sus integrantes más vulnerables, los más desvalidos, los niños, los enfermos, los discapacitados y los adultos mayores.
 
Pero también, la calidad de una sociedad se mide por la justicia con que tratamos a nuestras mujeres y por el respeto que otorgamos a su dignidad.
 
Pero además de integral, el verdadero desarrollo debe ser inclusivo, es decir, permitir que todas las personas puedan realizar -ojalá en plenitud- su potencial y los talentos que Dios nos dio, pero también que puedan participar en el aporte que hagamos a ese destino común y, por sobre todo, que puedan tener una justa participación en los frutos de ese desarrollo.
 
Y para que eso sea posible, sin duda, se requiere plena igualdad de derechos, oportunidades, seguridades y dignidad entre todos nuestros ciudadanos.
 
Por eso, llegó el momento de encarar con una nueva actitud, una férrea decisión y una gran firmeza, una de las debilidades que ha acompañado a nuestra sociedad desde siempre, y que es la violencia, la discriminación, el maltrato, el acoso y el abuso con que -muchas veces- nuestra sociedad y nuestros ciudadanos tratan a nuestras mujeres.
 
Llegó hoy día el tiempo de hacer la diferencia y que la igualdad y la diferencia se den la mano, y en que podamos decir, gracias a Dios, “todos somos diferentes”, y eso no lo queremos cambiar. Pero, al mismo tiempo, todos somos iguales en derechos, en deberes y en dignidad.
 
Porque ésta no es una lucha de hombres contra mujeres, ni de mujeres contra hombres. La verdadera causa de esta lucha es una lucha de todos por construir una sociedad más justa, más próspera, más libre y más solidaria, en que los deberes, los derechos y la dignidad alcancen a todos y cada uno de nuestros ciudadanos.
 
No queremos eliminar, ni mucho menos combatir, nuestras legítimas y maravillosas diferencias, pero tampoco podemos aceptar que esas diferencias se utilicen como pretexto para considerar que la mitad del género humano -o más de la mitad del género humano, porque en Chile más de la mitad de nuestros ciudadanos son mujeres, y la otra mitad somos hijos de mujeres y, por tanto, en esta materia las mujeres tienen una gran ventaja-, no podemos aceptar que esta diferencia se utilice como un pretexto para tratar, en forma desigual, a una parte de nuestros ciudadanos. Porque si eso lo permitimos, estaríamos maltratando a nuestras madres, esposas, hijas, compañeras, como si fueran inferiores.
 
Y lo cierto es que no lo son, ni nunca lo han sido, por más que durante mucho tiempo en nuestro país les hayamos impedido el derecho a votar, las hayamos considerado incapaces relativas en la administración de la sociedad conyugal, las hayamos excluido de la educación superior y también -y hasta el día de hoy- de las más altas responsabilidades en el campo directivo, tanto del sector público como del sector privado.
 
Por ello, hoy hemos firmado el proyecto que reforma el Artículo 1º de nuestra Constitución, estableciendo un nuevo deber del Estado, al afirmar que “es deber del Estado promover la igualdad de derechos, deberes y dignidad entre hombres y mujeres, evitando toda forma de violencia, abuso, acoso o discriminación arbitraria”.
 
Y esta reforma constitucional va acompañada de un conjunto de iniciativas, que buscan que esto se traduzca en un cambio en nuestra cultura y en nuestras actitudes.
 
Por de pronto, además de la modificación a la Constitución, estamos eliminando todas las discriminaciones arbitrarias que aún subsisten en nuestra legislación, como, por ejemplo, el distinto trato que se le otorga a hombres y mujeres en la administración de la sociedad conyugal: como ejemplo, el hecho de que las mujeres no puedan adquirir nuevas nupcias hasta 270 días después de que se haya terminado el vínculo anterior, ya sea por muerte, divorcio o nulidad.
 
Pero además de eso, vamos a avanzar en muchos campos que nos permiten que esto no sea solamente una buena intención -porque el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones- sino que sea un verdadero compromiso y una verdadera realidad.
 
Como, por ejemplo, el avanzar hacia un derecho de sala cuna universal para todos los hijos de padres o madres trabajadoras con contrato;
 
Facilitar el cobro de las pensiones alimenticias, porque la verdad es que los que somos responsables, tanto como las mujeres, del nacimiento de un hijo -muchas veces- después eluden esas responsabilidades;
 
Impulsar una reforma que termine con las actuales y absurdas diferencias y discriminaciones en la forma en que se enfrenta la responsabilidad y el costo de la maternidad. Y en esta materia, vamos a avanzar hacia una sociedad en que la responsabilidad y el costo de la maternidad sea compartida en forma mucho más equitativa por hombres y mujeres, y esto se va a traducir en todos los campos, incluyendo el campo de los costos de salud;
 
Un proyecto que presentamos en nuestro Gobierno anterior, pero que aún no ve la luz del sol, como es el proyecto que condena la violencia en el pololeo;
 
Darle urgencia al proyecto presentado por el Gobierno anterior, que establece el derecho a la plena igualdad de hombres y mujeres, y el derecho a vivir en un ambiente libre de violencia;
 
El proyecto que asegura y garantiza el fuero maternal para las mujeres integrantes de nuestras Fuerzas Armadas y de Orden;
 
El proyecto de ley que asegura y reestablece el derecho a la lactancia libre de las mujeres;
 
Y también el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia, que fue una iniciativa del Gobierno anterior.  
 
Pero además de eso, nos queda mucho camino por recorrer y, por tanto, estas propuestas no pretenden ser el final de un camino, pretenden ser un nuevo impulso a un camino que tendremos que seguir recorriendo.
 
Yo sé que no ha sido fácil llegar a esta convicción y a este compromiso, y las mujeres lo saben mejor que nadie. La historia de las luchas por la igualdad de la mujer, tanto a nivel internacional como a nivel de nuestro país, ha sido siempre difícil, llena de obstáculos y muy extensa.
 
Y es bueno hoy día recordar y valorar, aun a costa de cometer algunas omisiones, el aporte de muchas mujeres a lo largo de nuestra historia, como Inés de Suárez, Janequeo, Paula Jaraquemada, Javiera Carrera, la sargenta Candelaria Pérez, Eloísa Díaz, Gabriela Mistral, Adriana Olguín, Margot Duhalde, Anita Lizana, Elena Caffarena, Amanda Labarca, María de la Cruz, Inés Enríquez, Marlene Ahrens, Violeta Parra, María Teresa Ruiz, Isabel Allende, Michelle Bachelet y Daniela Vega.       
 
Yo sé que todas ellas contribuyeron a construir un Chile mejor, y quiero también hoy día expresar -a través de todas ellas- mi profundo sentimiento de reconocimiento y gratitud a todas aquellas que fueran pioneras en contribuir a una patria mejor, pero también -y en forma muy sentida- mi profundo reconocimiento y gratitud a todas las mujeres de Chile, a las de ayer, a las de hoy y a las que vendrán.
 
Queridas amigas y amigos:
 
Los hemos convocado a todos ustedes, esta mañana, en este Salón Montt Varas, porque ésta es una causa noble y justa, y que requiere no sólo el compromiso del Gobierno o del Parlamento, requiere el compromiso de todos, del Gobierno, de las empresas públicas, de las empresas privadas, de los gremios, de los sindicatos, del mundo académico, de los medios de comunicación, de las Fuerzas Armadas y de Orden, de la sociedad civil y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
 
En la presencia de todos ustedes, en este venerable salón, veo la firme voluntad y compromiso de todo un país que ha dicho basta y que se suma con entusiasmo y decisión a esta gran misión de llevar adelante no solamente un cambio legislativo, sino que también un cambio cultural, que sabemos no va a ser fácil, ni va a ser inmediato, como nunca lo ha sido el logro de ningún desafío, pero que estoy seguro seremos capaces de concluir con éxito, porque le ha llegado su hora.
 
Es bueno hoy día recordar las palabras de Rainer Maria Rilke -que es un hombre-, quien dijo, hace mucho tiempo, “el mundo nuevo que se necesita hoy, sólo podrá salir de las manos, la inteligencia y el corazón de las mujeres”.  
 
Llegó el momento de la plena igualdad entre hombres y mujeres, y nada ni nadie podrá detenernos en esta tarea, porque como dijo Víctor Hugo, “no hay nada más fuerte en el mundo que una idea a la cual le ha llegado su tiempo”.
 
Y ese tiempo, por fin, y gracias a Dios, ha llegado, y es aquí y es ahora.
 
Muy buenos días, muchas gracias.