Presidente Piñera conmemora el Combate Naval de Iquique

21 MAY 2018
Descargar Audio Discurso Descargar Transcripción

El Presidente de la República, Sebastián Piñera, acompañado del Ministro de Defensa, Alberto Espina, participó en la Ceremonia de Conmemoración del 139° Aniversario del Combate Naval de Iquique. 

Muy buenas tardes:
 
Hace 139 años, en una mañana como hoy, del 21 de mayo de 1879, 141 marinos de Chile perdieron sus vidas en el puerto de Iquique, pero conquistaron la eternidad.
 
Murieron por una causa grande y noble, murieron por nuestra patria, y por eso no los hemos olvidado, ni nunca los olvidaremos, porque sin ellos, sin su heroísmo, sin su sacrificio y sin su recuerdo, no seríamos lo que somos hoy día. 
 
A las 12:10 de esa mañana, después de más de 3 horas de combate, se hundía, en unas aguas teñidas de sangre, la corbeta Esmeralda. Una verdadera reliquia, construida en 1855, provista de 12 pequeños cañones y dos calderas muy reparadas, de las cuales una había colapsado al comienzo del combate, reduciendo así a la mitad la movilidad del buque.
 
Su rival era el acorazado Huáscar y la contienda había sido, sin duda, muy desigual. En ese momento, nuestra bandera, con su estrella solitaria, hecha jirones por el combate, aún flameaba al tope del palo mesana.
 
Tal como lo había querido e instruido su capitán, que pocos minutos antes había muerto combatiendo en la cubierta del acorazado Huáscar. Su nombre era Arturo Prat Chacón y sus palabras, que son consignadas en este monumento, son parte de nuestra historia: “Muchachos, la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente, ningún buque chileno ha arriado jamás su bandera y espero que no sea ésta la ocasión de hacerlo”. Y agregaba “mientras yo viva, la bandera flameará en su lugar y si yo muero mis oficiales sabrán cumplir con su deber”. Y terminaba esas proféticas palabras con un vibrante y emocionado “¡Viva Chile!”.
 
Su mensaje, simple, electrizó no sólo a sus hombres y marineros de la corbeta Esmeralda, que gracias a su liderazgo lo siguieron hasta la muerte, sino que comprometió y motivó a toda una nación y para siempre.
 
La Guerra del Pacífico cambió después del acto heroico de Arturo Prat. Pasó de ser una contienda que muchos veían como lejana y de la cual muchos querían restarse, a ser la causa de todos, y permitió que miles y miles de hombres de nuestro país se enrolaran voluntariamente. Hombres de todos los orígenes y de todas las condiciones sociales lo hacían por el sacrificio de Prat, lo hacían por su patria, lo hacían por Chile.
 
El sacrificio de este capitán -que apenas tenía 31 años- y también de los héroes que lo acompañaron, entre los cuales distinguimos al teniente segundo Ignacio Serrano, al cirujano Pedro Videla, al sargento Juan de Dios Aldea y al guardiamarina Ernesto Riquelme y muchos más, transformó lo que pudo haber sido una derrota en la más grande y noble de las victorias.
 
Queridos compatriotas que me escuchan en esta mañana de 21 de mayo, uniformados o civiles, hombres o mujeres: ese día murió un marino, pero nació un héroe. Desde entonces, el ejemplo de Prat nos ha inspirado tanto en la guerra como en la paz, porque servir a la patria es y será siempre una tarea noble y hermosa.
 
El destino o la providencia, a veces, dejan símbolos premonitorios. No es casualidad que los cinco buques que se encontraban esa mañana en la Rada de Iquique -la Covadonga, el Huáscar, la Independencia, el Lamar y la Esmeralda- formen precisamente la palabra “Chile”.
 
¿Quién era ese hombre, que a los 10 años había decidido ingresar a lo que entonces se llamaba la Escuela Naval del Estado, y que ya en el año 1865, cuando era un guardiamarina, se había distinguido por su valor en los combates de Papudo y Abtao durante la guerra que Chile tuvo con España?  
 
¿Cómo se formó ese temple que lo llevó ese 21 de mayo a elegir, sin dudarlo, el sacrificio sublime? ¿Cómo se preparó para esa decisión, que tomó en esas horas heroicas?
 
La respuesta es simple. Se había preparado toda su vida para eso. Vivió para su familia, amaba a sus hijos y a su mujer, era estudioso y honesto, y tenía un compromiso de alma con la Armada de Chile. De esa manera, se preparó para los grandes desafíos de la vida y, en su caso, también para su muerte heroica.
 
Fue no sólo un hombre excepcional, porque también fue un hombre bueno, un hombre de bien, que tuvo el privilegio de enfrentar esos momentos estelares en que se muestra el temple, el heroísmo de los hombres.
 
Por eso, porque es la virtud cívica y la virtud moral lo que hace a los grandes héroes y hace también engrandecer a las naciones, hoy queremos recordarlo. Porque entre nosotros hay muchos Arturo Prat, hombres y mujeres honestos que cumplen con su deber, que se esfuerzan todos los días, que hacen patria con verdadero heroísmo y cuyos nombres seguramente no pasarán a la historia como el de Arturo Prat, pero que le dan permanentemente continuidad a la gesta heroica del 21 de mayo en Iquique.  
 
Esos son nuestros héroes, sencillos, los héroes de ayer, de hoy, de mañana y de siempre, como lo son también ustedes, los marinos de la Armada de Chile, herederos del heroísmo y de las glorias de Arturo Prat y también -como lo recordó el Almirante- de toda la historia de nuestra Armada.
 
Para finalizar, quiero recordar que ese 21 de mayo tiene una importancia muy especial. Porque hoy día, el 21 de mayo de 2018, se cumplen los 200 años desde que se creó nuestra Armada, a través de la Academia de Jóvenes Guardiamarinas, que más tarde se llamaría Academia Arturo Prat y que simboliza el heroísmo, la gloria y el compromiso de nuestra Armada.
 
El año 1817, tras la Batalla de Chacabuco, Bernardo O’Higgins, con esa visión que le permitía anticiparse a su tiempo, dijo palabras muy visionarias que recogen nuestra tradición y que las recordó el Almirante: “Este triunfo y cien más se harán insignificantes si no dominamos el mar”.
 
Y por eso se vienen a nuestra cabeza los nombres de Manuel Blanco Encalada, de Lord Thomas Cochrane y de José Ignacio Zenteno y también de los cuatro barcos que zarparon ese 10 de octubre del año 1818, para asegurar en el mar lo que ya habíamos ganado en tierra, con la Batalla de Maipú, y permitir no solamente la consolidación de la Independencia de nuestro país, sino que también la Independencia de nuestra América Latina.
 
Así fue y así es Chile, como muy bien lo dijo Benjamín Subercaseaux, “Chile es una tierra de océanos”, y tanto su pasado como su futuro están indisolublemente ligados al mar y a nuestra capacidad de dominarlo, pero también de cuidarlo.
 
Por eso, ustedes, marinos de Chile, han sido, son y serán tan importantes en el forjamiento de nuestra patria. Sabemos que estamos en buenas manos: por la formación que ustedes reciben, por la vocación que los impulsa, por el sentido profundo del deber que los caracteriza, por ello, sepan que la patria los reconoce, los admira y les agradece. Y sólo me queda decirles algo que ustedes escuchan y repiten desde el primer día en que abrazan esta noble vocación: “Tu nombre no has de manchar, gigante del ancho mar, éste es el lema, marino, cumple con tu deber y vencerás”.
 
Hoy también necesitamos ese sentido de grandeza, de unidad y de heroísmo, que inspiró a Prat esa mañana en la Rada de Iquique, y a todos los hombres que, gracias a su liderazgo, no dudaron un segundo en seguir su ejemplo heroico.
 
Quizás nosotros no tendremos la oportunidad gloriosa que tuvo Prat para demostrar en forma tan sublime su heroísmo y su amor por la patria, pero todos tenemos la oportunidad de mostrar nuestro propio sentido de grandeza y patriotismo, porque Chile hoy está empeñado también en grandes y nobles batallas, como derrotar la pobreza, como conquistar el desarrollo y construir esa patria grande, buena, justa y unida para todos sus hijos y los que vendrán.
 
Quiero terminar estas palabras diciendo con mucha fuerza y emoción: ¡Viva la Armada de Chile y sus 200 años navegando al servicio de la patria! ¡Viva los héroes de Iquique encabezados por Arturo Prat! ¡Viva Chile y que Dios bendiga a nuestra patria!
 
Muchas gracias.