Presidente Piñera asiste a cena del 30 aniversario de la Fundación Libertad

26 ABR. 2018
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En el encuentro, el Mandatario participó junto al Presidente Mauricio Macri de un conversatorio moderado por el escritor Mario Vargas Llosa sobre las perspectivas de América Latina.

Mario Vargas Llosa: Es para mí un gran honor, desde luego, estimular a dos Presidentes profundamente democráticos, de los que me siento intelectual y políticamente muy cerca, propiciar este diálogo y, sin más introducción, voy a pasar a la primera pregunta.
 
Quisiera hacerles una pregunta sobre la igualdad de oportunidades.  Como ustedes saben, todos los pensadores liberales han insistido muchísimo en que la libertad -la libertad económica, la libertad política, la libertad social- exige que haya un punto de partida más o menos semejante para todas las generaciones. Los liberales no quieren que haya una igualdad de patrimonio, ni muchísimo menos piensan que, de acuerdo a la contribución de las personas, las recompensas o la falta de recompensas se justifican siempre que haya una igualdad de oportunidades, que el punto de partida sea más o menos semejante y que no haya ciertas personas que gocen de unos privilegios que les garantizan el éxito, en tanto que otras que carecen de esos privilegios, están condenados al fracaso y la pobreza.
 
¿Puede haber igualdad de oportunidades en una sociedad democrática latinoamericana que está marcada por las enormes desigualdades económicas? Y si puede haberlo, ¿a través de qué recursos, a través de qué medios?
 
Presidente Piñera: En primer lugar, yo quiero felicitar a Gerardo y a Mario, por 30 años dedicados a defender la libertad. Y quiero aprovechar de reconocer que la lucha por la libertad nunca es fácil: los enemigos de la libertad son muy poderosos y muchas veces nos han ganado la batalla, a veces por su propia fuerza, pero muchas por nuestras propias debilidades en defender la libertad.
 
La libertad, es curioso, porque cuando existe libertad, no la echamos de menos y la defendemos; y cuando la perdemos, a veces es tarde para defenderla. 
 
Y antes de responder la pregunta, le quiero hacer yo una pregunta a Mario. Mario, yo te he escuchado a ti muchas veces ser crítico duro de los Presidentes que pretenden reelegirse indefinidamente y, sin embargo, Gerardo Bongiovanni lleva 30 años de Presidente de la Fundación Libertad.
 
Bueno, la respuesta es sí. No solamente es un valor esencial de una sociedad libre y democrática, sino que sí: tenemos instrumentos para promover la igualdad de oportunidades. 
 
Porque la libertad es un concepto integral, no se la puede compartimentalizar. Cuando decimos que creemos en la libertad, creemos en un concepto integral: libertad política, cuya mejor expresión es una democracia vital, transparente, participativa; libertad económica, cuya mejor expresión es la economía de mercado, abierta, competitiva, integrada; y libertad social, cuya mejor expresión es un compromiso sólido con derrotar la pobreza, e igualmente sólido con la igualdad de oportunidades, porque, de lo contrario, el fundamento moral de una economía social de mercado pierde toda su fortaleza.
 
Hay algunos que creen en la libertad final. En primer lugar, es antinatura, porque los hombres y las mujeres somos distintos y, por lo tanto, cuando garantizamos la igualdad al final de la carrera, nadie se esfuerza, nadie se prepara. Pero sí creemos en la igualdad de oportunidades al comienzo de la carrera, que todos tengamos las mismas oportunidades.
 
Hay desigualdades que no se justifican, que son las que son producto de la cuna o de privilegios.  Hay otras desigualdades que sí se justifican, que son las que son producto del mérito y del esfuerzo.  Para que éstas últimas se justifiquen, tenemos que asegurar igualdad de oportunidades.
 
Y yo creo que el instrumento más poderoso para lograrlo es asegurar educación de calidad a temprana edad. Es el instrumento más poderoso, especialmente en la sociedad moderna del conocimiento y la información. 
 
Y por eso, yo veo con frustración cómo a veces se destinan tantos recursos, a tantas cosas, menos a aquello que es más poderoso y que moralmente tiene más justificación, que es asegurarle educación de calidad, a temprana edad, a todos nuestros niños, y especialmente a los que vienen de hogares más vulnerables, porque así nivelamos la cancha y construimos una sociedad más justa, pero además, también una sociedad más fecunda, porque la igualdad de oportunidades produce riqueza, además de producir justicia.
 
Mario Vargas Llosa: Permítanme ustedes insistir algo más en el tema de la educación.
 
Probablemente pocas personas en el mundo saben, recuerdan que Argentina tuvo el sistema educativo más extraordinario a comienzos del siglo XX. Pocas personas probablemente recuerdan que Argentina fue el primer país en el mundo que acabó con el analfabetismo. El sistema de educación argentino era un modelo para el mundo hace ciento y pico de años. 
 
¿Qué pasó, qué pasó para que ese sistema ejemplar y admirable se desmoronara y el sistema educativo argentino pasara a ser el característico del tercer mundo?
 
Chile es, probablemente, el país que ha avanzado más rápidamente hacia la modernidad en los últimos años en América Latina. Sí. Probablemente, ésa es una realidad. Basta llegar a Chile y descubrir que uno ya casi no está en América Latina, sino en un país del primer mundo.
 
Sin embargo, el año pasado, el anteaño pasado, ¿qué cosas hemos visto en Chile?  Protestas de jóvenes estudiantes, de escolares, que estaban profundamente descontentos con el sistema educativo.  ¿Cómo se compadece que un país que progresa, a esa velocidad casi vertiginosa que ha progresado Chile, provoca un enorme descontento en los estudiantes sobre los colegios donde estudian?
 
Presidente Piñera: Bueno, en primer lugar, es verdad, Argentina, a comienzos del siglo pasado, era uno de los 5 países más desarrollados del mundo. No solamente en educación, la ciudad de Buenos Aires era un verdadero Lucero, una ciudad europea.  
 
Sin embargo, y por muchas razones, perdió el norte y perdió el rumbo. 
 
Y déjenme decir algo de mi amigo Mauricio Macri. Esa pérdida de norte y rumbo hizo retroceder a Argentina en todos los campos. Ese sistema educacional maravilloso que tenía se transformó en un sistema que ya no tenía la calidad ni la cobertura que tuvo. 
 
Y por eso, lo que quiero decirte, Mauricio Macri, es que se requiere mucha visión, coraje, voluntad y perseverancia, para asumir la noble y hermosa tarea de recuperar el tiempo perdido, enmendar el rumbo y poner a Argentina, nuevamente, en la senda del progreso y el desarrollo, y terminar con décadas de decadencia, que le han costado sangre, sudor y lágrimas al pueblo argentino.
 
Porque el populismo siempre es más fácil, y es más fácil de vender en el corto plazo, pero decirle a un país que tiene que abandonar el populismo, la demagogia, la irresponsabilidad, y volver a reencontrarse con las verdaderas fuentes y pilares del desarrollo, requiere coraje, requiere visión, requiere perseverancia y, sobre todo, mucha voluntad.
 
Por eso, yo quiero reconocer que estos dos años han sido difíciles para Argentina, pero yo estoy absolutamente convencido que es como cuando hay un enfermo que tiene cáncer, cuando va al quirófano, o tiene una enfermedad y va al quirófano, por supuesto que la cirugía nunca es agradable, pero sin la cirugía ese paciente solamente podía seguir deteriorándose.
 
Y yo creo que lo que está haciendo en Argentina es una cirugía que tiene dolor, pero que es la única forma que Argentina vuelva a ser ese país maravilloso que era a comienzos del siglo pasado. Y estoy seguro que va por buen camino, ya la luz se está viendo al final del túnel, ya empieza el crecimiento, la creación de empleos y algo que daba la impresión que Argentina había perdido, lo está recuperando.
 
Y quiero decir algo más, respecto al sistema educacional en Chile.
 
Los estudiantes ¿qué pedían?, tres cosas, los estudiantes de educación superior, y lo pedían para ellos, no lo pedían para la educación temprana ni para los niños más vulnerables, lo pedían para ellos, que ya estaban en una situación especial, al ser parte de la educación universitaria, pedían tres cosas: educación pública, gratuita y de calidad.
 
Yo desde el primer momento les dije “estábamos cien por ciento de acuerdo con lo último, educación de calidad en todos los niveles, pero que no estábamos de acuerdo con que el cien por ciento de la educación fuera monopolizado por el Estado”. 
 
Creíamos en un sistema mixto, en que hubiera educación pública y educación privada, que compitieran entre ellos, creíamos en un sistema en que el Estado le asegurara a todos los jóvenes acceso a la educación superior en función de su mérito y de su talento, y no en función de sus recursos económicos, y creíamos también en un sistema en que los padres o los estudiantes pudieran elegir a qué institución, a qué establecimiento querían ingresar.
 
Y, por tanto, no estábamos de acuerdo con un Estado que hegemonizaba la educación y desplazaba absolutamente a la sociedad civil, ni tampoco con un Estado que privilegiaba la gratuidad de la educación superior y se olvidaba de los tremendos déficits de cobertura y de calidad que teníamos en la educación temprana, en la educación preescolar, en la educación técnico-profesional, donde estaban los alumnos más vulnerables y donde más se requería inversión para igualar oportunidades. 
 
Y ése fue el choque y contraste que tuvimos durante nuestro primer Gobierno.
 
Obviamente que otros gobiernos caen a los cantos de sirena de decirle a todos lo que quieren oír o darle a todos lo que están pidiendo. El problema es que no todos tienen capacidad de pedir, ni todos pueden alzar su voz. 
 
Por eso yo lo dije desde el primer día: que comprometer todos los recursos públicos, presentes y futuros, en darle gratuidad a aquellos que ya están en la educación superior, significaba una conducta muy injusta con los niños más vulnerables, que ni siquiera accedían a la educación preescolar y, como decía Mauricio, cuando llegaban a la educación escolar ya era tarde, ya el daño producido era irreparable. Y nosotros queríamos concentrar los recursos en llegar temprano, en la sala cuna, en el jardín infantil, en el prekinder, en el kínder, para tratar de corregir deficiencias o carencias de origen, y avanzar en la verdadera igualdad de oportunidades.
 
Por esa razón, siempre yo creo que los que defienden la mano todopoderosa del Estado y le dice “mire, usted tiene derecho a todo y no le pedimos nada, sino que el Estado se lo va a dar todo”, ésa es la demagogia, eso es el populismo. Nosotros decimos “no, ¿usted tiene derechos? Sí, pero tiene también obligaciones. Y dentro de ellas está esforzarse, entregar lo mejor de sí mismo”.
 
Y el Estado tiene que ser como un buen padre de familia. Un buen padre de familia quiere a todos sus hijos, o una buena madre -para que no me acusen de machismo- pero un buen padre y una buena madre quiere a todos sus hijos, pero se preocupa en forma muy especial, y con un cariño muy especial, del que tiene más problemas.
 
Y es curioso que lo que es tan sabio y tan natural a nivel de la familia, a nivel de los Estados muchas veces se practica justo lo contrario, y los Estados caen víctima de los grupos de presión, de los que más fuerza tienen, de los que más protestan y se olvidan de aquellos que no tienen voz.  Y un Estado o un Gobierno que quiera cumplir con su misión moral, tiene que ser la voz de los que no tienen voz.
 
Mario Vargas Llosa: Quisiera cambiar totalmente de tema y hablar de Venezuela.
 
Venezuela es un país hermano, Venezuela es potencialmente uno de los países más ricos, no sólo de América, sino del mundo; Venezuela fue durante 40 años una democracia que funcionó, había defectos, había corrupción, pero hechas las sumas y las restas, fue una democracia ejemplar, que levantó los niveles de vida de los venezolanos y, no lo olvidemos, abrió sus fronteras para que latinoamericanos prácticamente de todos los países fueran allí a encontrar el trabajo y las oportunidades que no encontraban en sus tierras. 
 
Ese país está hoy día, por culpa del populismo, por culpa de un socialismo anacrónico y desenfrenado, muriéndose de hambre, y repito, muriéndose de hambre. Está exportando miles de miles de venezolanos, que van hacia el riesgo del exilio voluntario, y político en muchos casos: yo vengo ahora de Colombia, donde hay por lo menos  un millón de venezolanos expulsados de su país por el hambre; en el Perú hay por lo menos 300 mil venezolanos, también huidos de su tierra por las condiciones verdaderamente ínfimas, precarias de existencia.
 
Sabemos perfectamente el tipo de demagogia colectivista, estatista, irresponsable y la corrupción inmensa que ha producido esa catástrofe venezolana.
 
¿Qué podemos hacer, señores Presidentes, qué podemos hacer para ayudar a ese país que, en el pasado, cuando era próspero, abrió realmente sus fronteras a los latinoamericanos?
 
¿Qué podemos hacer para ayudar a los venezolanos que, con enorme coraje, con enorme sacrificio están resistiendo, peleando día a día para devolver a Venezuela hacia la libertad, hacia la democracia, hacia la civilización?
 
Es verdad que ha habido condenas, que en el campo internacional países latinoamericanos democráticos han mostrado su solidaridad con los rebeldes venezolanos, pero claramente no es suficiente: el régimen golpea, no respeta las libertades más elementales, el régimen es uno de los más corruptos hoy día, no solamente de América Latina, sino del mundo.
 
¿Qué podemos hacer?  ¿Qué están dispuestos a hacer los Presidentes democráticos, como ustedes, para ayudar a los hermanos venezolanos?
 
Presidente Piñera: La situación de Venezuela no es una tormenta perfecta, como dicen algunos, es una tragedia humanitaria.
 
Venezuela no es una democracia; se transformó en una dictadura: no hay libertad de expresión, no hay separación de poderes, no hay debido proceso, no hay respeto a los derechos humanos, hay cientos de presos políticos. 
 
Y, por lo tanto, todos aquellos países que se inclinaban y hacían homenajes al proceso de deterioro de una democracia y transformación en una dictadura, que afortunadamente han ido cambiando de opinión, tienen también una cuota de responsabilidad.
 
Pero además de la crisis política, hay una crisis económica. 
 
Venezuela fue el país más rico de América Latina en la década de los ’90.  Es el país con las mayores reservas de petróleo en el mundo y, sin embargo, hoy día tiene un ingreso per cápita que es la mitad de lo que fue.
 
Hay, además, una crisis social. El nivel de corrupción, el nivel de inseguridad, y una crisis humanitaria, literalmente muchos venezolanos se están muriendo de hambre o de falta de medicamentos.
 
Yo me pregunto, ¿cómo una persona, y me refiero al Presidente Maduro, puede tener tanta ambición de poder, que dándose cuenta del sufrimiento y el dolor que le está ocasionando a su pueblo, persiste en perpetuarse en el poder, con una elección que no es democrática, que no cumple con ningún requisito?
 
Realmente, es algo que, si tuviera algo de amor por su pueblo, se daría cuenta que él es parte del problema y que nunca va a ser parte de la solución, y daría un paso al costado. No lo ha dado.
 
Y por eso, ¿qué podemos hacer nosotros?
 
En primer lugar, yo creo que tenemos que ser y estar muy unidos, que no lo estuvimos en el pasado, en que muchos de los países de América Latina aplaudían ese proceso de transformación de una democracia a una dictadura. 
 
Hoy día esa realidad cambió.  Estar muy unidos en apoyar a la oposición democrática, que lucha con dificultades y adversidades enormes en Venezuela. Y forzar, en consecuencia, yo también digo, nosotros no vamos a reconocer un Gobierno que da un golpe de Estado, que le quita todos los poderes a la Asamblea Nacional democráticamente elegida, que establece una Asamblea Constitucional que es elegida en forma absolutamente antidemocrática y que se arroga todos los poderes. 
 
No vamos a reconocer una elección como la que se pretende llevar a cabo en el mes de mayo, que no cumple con ninguno de los requisitos ni satisface ninguno de los estándares de una elección limpia, democrática y justa.
 
¿Pero qué más podemos hacer?
 
Una cosa es forzar a Maduro a que, de una vez por todas, abra los canales humanitarios, para evitar que más venezolanos sigan muriendo de hambre o muriendo por falta de medicamentos, cosa que está ocurriendo todos los días.
 
Ser muy solidarios con los venezolanos que están dejando su país, igual como Venezuela fue muy solidaria también con los exiliados chilenos, en los tiempos en que Chile perdió su democracia.
 
Pero lo cierto es que mientras Maduro controle el poder militar, él o los cubanos, porque todos sabemos que hay un maridaje, y hay más de 60 mil cubanos que controlan las esferas y los puntos claves del poder en Venezuela, como lo ha hecho hasta ahora, porque todos los mecanismos han fracasado: el mecanismo de la democracia.  Venezuela se pronunció, eligió un Congreso mayoritariamente democrático y que quería recuperar la democracia, y a ese Congreso o Asamblea Nacional le quitaron o lo despojaron de todos sus poderes. 
 
Conoció el camino de las movilizaciones. Millones y millones de venezolanos se movilizaron, cientos de ellos perdieron su vida en esa causa por recuperar la democracia. También fracasó.
 
Y, por tanto, ahora lo que queda es presionar a ese Gobierno. Tenemos algunos instrumentos: la Cláusula Democrática de la OEA, la Cláusula Democrática de MERCOSUR, pero también tenemos -como países latinoamericanos que tenemos un compromiso especial con Venezuela- transmitir este mensaje para que el mundo entero, y todos aquellos países que aman la democracia, le digan a Maduro que no lo van a reconocer y que su aventura solamente puede terminar en más dolor y más sufrimiento para el pueblo venezolano, y hacer todas las presiones posibles para que Maduro desista de esta intención de perpetuarse en el poder y se dé cuenta que mientras antes Venezuela recupere su libertad y su democracia, antes también va a recuperar su progreso y va a resolver su crisis humanitaria.
 
Mario Vargas Llosa: Voy a hacer la última pregunta. Vamos a suponer que todo el programa que ustedes tienen va a tener éxito, va a funcionar, que los problemas que deban enfrentar, los van a resolver exitosamente. 
 
¿Qué clase de país imaginan ustedes que van a dejar al final de su mandato?
 
Presidente Piñera: Esa pregunta, Mario, yo me la hice muchas veces cuando decidí ser candidato. 
 
En la época Medieval, los señores feudales tenían una hermosa tradición: la noche antes de las batallas, velaban las armas, y no se preguntaban cuántos soldados tenían o qué tácticas iban a utilizar, sino que se preguntaban “por qué iban a luchar al día siguiente”.
 
Y yo creo que eso es esencial cuando uno aspira a liderar o dirigir un país. Y tanto Mauricio como yo fuimos elegidos democráticamente Presidentes de nuestros países.
 
Yo siento que, en nuestro caso, que ganamos por un amplio margen, no solamente fue un triunfo electoral, fue un mandato, recibimos una misión a cumplir. ¿Y cuál es esa misión?, la que habíamos comprometido durante nuestra campaña. ¿Cuál es la meta que nos hemos fijado en Chile?
 
Hay solamente dos continentes en el mundo que no tienen ningún país desarrollado: África y América Latina.
 
La meta nuestra es transformar a Chile, antes que termine la próxima década que ya está golpeando nuestras puertas, en un país desarrollado, sin pobreza, con verdadera igualdad de oportunidad y con verdaderas seguridades.
 
Igualdad de oportunidades, para que todos puedan desarrollar los talentos que Dios nos dio. Y seguridades, para que todos sepamos que vamos a tener una vida con dignidad.
 
Y cuando hablamos de desarrollo, no es solamente crecimiento económico.  Chile y Argentina tenemos hoy día aproximadamente 24 a 25 mil dólares de ingreso per cápita a paridad cambiaria. Cuando hablamos de desarrollo, no es solamente llegar a ese umbral, que son 35 mil, hablamos de un desarrollo integral e inclusivo. 
 
El verdadero desarrollo tiene que ver con la calidad de la democracia, la transparencia, la capacidad de luchar contra la corrupción, la participación. 
 
Tiene que ver también con la seguridad con que la gente pueda vivir sus vidas, y vivir con menos temor frente a la delincuencia, que nuestros niños no se pierdan y destruyan sus vidas por un narcotráfico descontrolado.
 
Tiene que ver con que las familias puedan saber que cuando requieran servicios básicos, como por ejemplo, los enfermos acceder a la salud, van a tener un acceso a la salud oportuno, digno y de calidad.
 
Tiene que ver con que las familias sepan que sus niños van a poder asistir a escuelas que le van a dar educación de calidad. Y, por tanto, vamos a tener desde muy temprana edad un mecanismo de igualación de oportunidades, de nivelación de la cancha.  Que la calidad de la cuna no siga siendo el mejor predictor de la calidad de la tumba, como es en muchos de nuestros países, que tienen sociedades rígidas, sin movilidad social.
 
Tiene que ver también con el tipo de convivencia, con la forma en que protegemos nuestro medio ambiente y nuestra naturaleza.
 
Por eso, conversábamos hoy día con Mauricio, que América Latina es un continente de paradojas, porque ha sido siempre un continente lleno de oportunidades, pero desgraciadamente también lleno de frustraciones. 
 
América Latina lo ha tenido todo: un territorio grande, vasto, amplio, recursos naturales abundantes y generosos, no hemos tenido las dos Guerras Mundiales que casi destruyen Europa el siglo pasado, no tenemos los conflictos étnicos o religiosos que cruzan el Medio Oriente, y a pesar de todo eso, seguimos siendo un continente subdesarrollado, seguimos siendo un continente con casi un tercio de su población viviendo en condiciones de pobreza. 
 
Y eso no es designio de Dios ni tampoco es por haber sido conquistados por los españoles. Es porque no hemos sabido aprovechar ese tremendo potencial.
 
Por eso, la meta, el país con el cual yo sueño es ese país desarrollado, y queremos alcanzar ese desarrollo no como un sueño a futuro, “para que alguna vez”.  No. La diferencia entre un sueño y un proyecto es cuando uno le pone un camino a recorrer y una fecha de llegada.
 
Y nuestra meta es que Chile sea un país desarrollado antes que termine la próxima década, y Argentina también puede lograrlo. 
 
¿Necesitamos crecer?, por supuesto que sí, pero el crecimiento es un medio para obtener otros fines, no es el crecimiento un fin en sí mismo, es un medio para que la gente tenga más oportunidades, más seguridades, pueda tener una vida más plena, más feliz, pueda desarrollar sus talentos, pueda realizarse como persona, pueda llegar tan lejos como grandes sean sus sueños, fuerte sea su voluntad y firme sea su perseverancia. Ése es el país que soñamos.
 
Yo quiero decir que lo podemos lograr, porque hay algunos pesimistas que creen que América Latina va a ser parte del tercer mundo o del segundo mundo para siempre. No es verdad.
 
Por eso, lo que nosotros queremos hacer es desatar, porque la mejor manera de lograr esto es desatar las fuerzas de la libertad, las fuerzas de la creatividad, de la innovación, del emprendimiento, que en nuestros países muchas veces en lugar de ser promovidas por el Estado, son asfixiadas por el Estado, con su condición todopoderosa que pretende invadirlo todo, con su capacidad de asfixiar a través de la burocracia toda la fuerza de la innovación y el emprendimiento.
 
Pero no basta con desatar las fuerzas de la libertad.  Hay gente que le tiene miedo a la libertad, porque dice “muy bien, la libertad es una aventura maravillosa, pero ¿qué pasa si yo me caigo?”.
 
Yo en la campaña siempre hablaba de los trapecistas en el circo.  Ustedes los han visto, los trapecistas son hombres y mujeres muy talentosos, que muestran su talento en las alturas, con su destreza, pero también saben que se pueden caer, y quieren saber que si se caen, por cualquier razón, no se van a quebrar los huesos en el suelo. Y por eso les gusta una red de protección. 
 
¿Pero qué hace el trapecista cuando cae a la red? ¿Se queda atrapado en esa red, como una verdadera telaraña que lo atrapa y no lo suelta nunca más, como es el sistema del asistencialismo y de la forma de utilizar como verdaderos súbditos el asistencialismo, la dependencia? 
 
No, lo primero que quiere hacer es ponerse de pie lo antes posible, para volver a subir a las alturas, a seguir desarrollando su talento.
 
Por eso yo decía en la campaña: yo me alegro más, como Presidente de Chile, cuando una persona deja la red de protección social, porque logró valerse por sus propios medios, que cuando una persona entra a la red de protección social, porque las circunstancias de la vida no le permiten lograrlo por sí solo.
 
Ése es el país con el cual yo sueño.
 
Y por eso yo pienso que, siendo países latinoamericanos, tenemos que reconocer, hemos tenido una historia maravillosa, grandes logros, nos sentimos orgullosos de nuestra historia, pero podemos hacer las cosas mucho mejor y podemos llegar mucho más lejos.
 
La meta nuestra es que en los cuatro años que tengo por delante como Presidente de Chile, demos un gran salto adelante y recuperemos el liderazgo y el dinamismo que un día nos hizo ser conocidos como “el milagro chileno”, y volver a desarrollar en plenitud todo el potencial de nuestro país y desarrollar en plenitud todas las capacidades y talentos de nuestros compatriotas.
 
Mario Vargas Llosa:  Muy bien.  Presidentes, felicitaciones.