S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, encabeza seminario en conmemoración de los 50 años del atentado contra Bernardo Leighton y su esposa Ana María Fresno

15 OCT. 2025
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Declaración de S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, durante el seminario en conmemoración de los 50 años del atentado contra Bernardo Leighton y su esposa Ana María Fresno en Roma


 

Estimados amigos, amigas, voy a hablar en español. 

Cuando camino por esta ciudad, es inevitable pensar cómo nuestras lenguas también provienen un poco de acá. Y estar en esta Cámara de Comercio y ver estas paredes, que quizás cuántos años tienen de existencia, es realmente conmovedor, uno se conecta con una historia común, que al final del día de eso es lo que trata este homenaje, de una historia común que compartimos.

Agradezco mucho las palabras que me antecedieron y la presencia del presidente de la República Italiana, don Sergio Matarella, quien además tuvo la gentileza de visitarnos en Chile hace poco tiempo, y con quien compartimos los valores de la democracia, que es tan importante defender en este mundo convulsionado de hoy día. 

Estimados integrantes de la Fondazione Vittorio Occorsio, que han organizado este homenaje, y con quienes nos hermana el hecho de recordar y homenajear a dos hombres íntegros, víctimas del terrorismo de extrema derecha, cuya única culpa era creer en la democracia, en la libertad, en el Estado de Derecho. 

Amigos y amigas, autoridades, representantes de toda la sociedad civil, comunidad chilena e italiana, a nuestra delegación que nos acompaña, senadora Carvajal, senador Gahona, a nuestro embajador en Argentina, José Antonio Viera-Gallo, representante de la democracia cristiana también en Chile, Alejandra Krauss, nuestro presidente del Senado, Manuel José Osandón, y nuestros ministros Alberto Van Klaveren, Macarena Lobos, y toda la gente que hoy día nos acompaña de la delegación.

Creo que es importante preguntarse por qué vale la pena recordar. Algunos en nuestra patria, y me imagino que también acá en Italia, nos dicen, a quienes somos relativamente jóvenes, yo nací en 1986, a fines de la dictadura chilena, que es necesario dar vuelta a la página, que esa historia que no vivimos no tiene por qué convertirse en un lastre. Y a eso yo respondo, que esa historia nos constituye, que el mundo no se inventa todos los días y que es necesario aprender de las generaciones que nos antecedieron, no solamente para no repetir los errores del pasado, sino también para entender que la dignidad de las personas, el bienestar de nuestro pueblo, se construye pasito a pasito.

Y como bien me recordara el expresidente de Uruguay, José Mujica, es re importante recorrer ese proceso escalón a escalón para no desbarrancarse por pretender ir demasiado rápido. Y es importante recordar esta historia en común porque Bernardo Leighton, Anita Fresno, así como el juez Vitorio Occorso, y me atrevo a incluir también a Piersanti Mattarella, hermano de don Sergio, que también fue asesinado víctima del terrorismo; son personas que creyeron en la democracia, en el Estado de Derecho y que fueron asesinadas por sus ideas. Y medio siglo después de estos atentados, que fueron bautizados en Italia como los Años de Plomo, nos reunimos para conmemorar a personas que no transigieron en sus valores, en su defensa de la democracia, de la justicia, de la ley.

A Bernardo Leighton se le impidió regresar a Chile. Esto es algo que hoy día quizás a la distancia uno dice con algún nivel de liviandad. Pero yo les pido que cada uno de nosotros, en particular quienes no hemos vivido esa experiencia, pensemos lo que significa el destierro.

Hay una canción muy bonita de Patricio Manss, El equipaje del destierro, en donde vale la pena preguntarse si es posible, como le hicieran a Orlando Letelier, negarle la nacionalidad a una persona, que es también pretender negarle su identidad. No es posible. Ayer fue Pinochet, hoy día es Ortega en Nicaragua, quien a Gioconda Belli y a Sergio Ramírez les niega y los transforma en apátridas, pero se sabe que esa patria no depende de papeles firmados por dictadores de ocasión, sino que va mucho más allá. Y tal como le dimos la nacionalidad chilena a Gioconda Belli al igual que España, entendemos también que nuestra patria es la humanidad. Y por eso recordamos hoy día estos atentados.

Esto no es un mero trámite burocrático o algo por cumplir o justificar un viaje. Es porque en momento, como bien lo recordaba uno de los interlocutores que me antecedió, ante la tragedia en Gaza, ante el robo de niños en Ucrania, ante el dolor de Sudán del Sur, sencillamente no podemos callar. Y la memoria es una forma de romper el silencio.

Bernardo Leighton en ese sentido encaró desde muy joven una forma de entender la política y el servicio público que ponía en primer lugar a los demás. Desde una tradición cristiana, que además tuvo el valor en 1938, en su juventud, de junto con otra generación de notables, romper con el entonces Partido Conservador, porque entendió, según sus propias palabras, que para poder conservar lo que valía la pena conservar, era necesario el cambio. Y por eso en ese momento deciden apoyar a Pedro Aguirre Cerda, uno de los presidentes más destacados en la historia de nuestra patria, y crear la Falange Nacional, posteriormente Democracia Cristiana.

Fue, diríamos, un adelantado Bernardo Leighton en su opción preferencial por los pobres, aquella que electrizó a la sociedad entera, entre ellas a la Iglesia Católica, y que bien recuerda el Papa León XIV cuando en su exhortación del amor por los pobres, recuerda los congresos de Puebla, Medellín y Escondida, en donde llama a la Iglesia a volcarse justamente hacia los pobres. Esa era la doctrina que inspiraba a Bernardo Leighton. 

Tuvo Bernardo Leighton una larga trayectoria política en Chile, fue diputado, fue ministro de Estado, fue una suerte de hermano mayor, como lo llamaba el presidente Frei Montalva de su partido, la Democracia Cristiana.

Más tarde se convertiría en el hermano Bernardo: hombre de convicciones profundas, pero siempre dialogante, y que estuvo dentro de quienes tempranamente rechazaron el quiebre del orden constitucional en Chile y firmó la Carta de los Trece solo 48 horas después del golpe de Estado, condenándolo.

He tenido la oportunidad de conversar con algunas personas que fueron diputados en esa época y que compartieron con Bernardo Leighton, en particular con Luis Maira, y me contaba que Bernardo Leighton es una de las personas más nobles que tuvo la oportunidad de conocer en política. Y por eso es importante que se le recuerde, tiene un pequeño busto escondido en un parque de Santiago, allí por Tobalaba, que me imagino que cuando alguien pasa por ahí o no lo ve o no sabe quién es. Y por eso, insisto, es importante recordar a estas figuras que constituyeron nuestra patria y que representan lo mejor de los valores humanistas. 

En el exilio fue partidario de la más amplia unidad para derrotar a la dictadura y una voz que buscaba en los foros europeos y latinoamericanos crear conciencia sobre las violaciones a los derechos humanos y las atrocidades de la dictadura. 

Cuando hablamos de la dictadura chilena en Italia no estamos hablando de cualquier cosa. Sabemos que Italia fue muy generosa en recibir a nuestro pueblo, a parte importante de nuestro pueblo, José Antonio Viera-Gallo fue una de las personas que fue acogida con mucho cariño y respeto por los italianos. Hay una película que recomiendo ver a quienes no han tenido la oportunidad aún que se llama La Gran Ambición, que es la historia de Enrico Berlinguer, en donde justo después del atentado que sufre en Bulgaria y reflexionando sobre el golpe de Estado en Chile, Berlinguer adquiere la convicción de la importancia de la unidad de los sectores democráticos entre el centro y la izquierda, para enfrentar juntos a las expresiones fascistas pero también a las desviaciones autoritarias de izquierda. En ese sentido, Berlinguer, uno de los creadores del eurocomunismo y que incidió de manera importante en el proceso de reflexión de la izquierda chilena en dictadura, fue una persona que creo hubiese compartido con Bernardo Leighton esta defensa irrestricta de los derechos humanos que bien vale la pena volver a recalcar hoy.

Italia, como tantos otros países, extendió su mano solidaria, sus universidades, sus sindicatos, sus iglesias, sus instituciones fueron refugio y fueron escuela. Para Bernardo Leighton, para Anita Fresno, para tantas familias, Italia se convirtió en el asilo contra la opresión del que habla nuestro himno nacional. Por eso, hoy día como Jefe de Estado me atrevo a agradecer esa generosidad, esa hospitalidad que brindaron los italianos, el pueblo italiano a nuestra patria.

Pero la mano asesina de la dictadura civil y militar no reconocía fronteras y el atentado contra Leighton y Anita Fresno, su esposa, en Roma, no fue excepcional ni casualidad, sino que se inscribió en una secuencia siniestra que se inicia en 1974 con el vil asesinato en Buenos Aires del General Carlos Prats y de su esposa Sofía Cuthbert. Y continúa en 1976 en Washington con el atentado que costó la vida a Orlando Letelier y a Ronnie Moffitt. 

Y aquí corresponde decir que el intento de asesinato contra Leighton y su esposa no fue solo obra de la dictadura y la política chilena. Fue posible porque, como bien recordaba una de las personas que me antecedió en la palabra, las diferentes dictaduras en ese momento de extrema derecha se conciliaron, se pusieron de acuerdo para cometer este atentado. La dictadura española, en ya casi su término, con la ultraderecha italiana, con la dictadura chilena. Y esto creo que es especialmente relevante hoy, 50 años después, cuando vemos cómo en el mundo se crean y vanaglorian diferentes internacionales que promueven el odio y la intolerancia.

Y ante la intolerancia, ante el odio, las fuerzas progresistas debemos responder no solo apuntando con el dedo y diciendo aquí hay una amenaza, sino ofreciendo una alternativa mejor de progreso, de humanidad, de amor, de cariño a la política, de honestidad, de austeridad, como lo representara Bernardo Leighton. 

Hay lecciones que creo no debemos olvidar. Las dictaduras y los líderes autoritarios cruzan fronteras para imponer el miedo cuando creen que pueden hacerlo impunemente.

Sin ir más lejos, en Chile tenemos el caso del asesinato de un ex militar venezolano en donde uno de los sospechosos de haber perpetrado el asesinato es el mismo régimen del dictador Nicolás Maduro que se robara las elecciones en su patria. Entonces acá menciono esto porque es importante decir desde la izquierda que no podemos perder de vista que los desvíos autoritarios pueden estar a la orden del día en cualquier lado y que la defensa de la democracia tiene que ser sin dobles estándares, que la defensa de los derechos humanos es siempre porque los derechos humanos son un avance civilizatorio y no son patrimonio de un sector político en particular. Eso es lo que defendía Bernardo Leighton y por eso vale la pena recordarlo también hoy porque esa enseñanza, ese ejemplo, sigue vigente.

El presente exige a la vez realismo y firmeza. En distintos rincones del mundo resurge un extremismo que busca acallar o humillar a quien piensa distinto, en donde se promueve que el éxito circunstancial es la única vara con que medir la calidad de los seres humanos. Desde el progresismo de izquierda me atrevo a decir que esa no es la única vara y que una vez más los fines no justifican todos los medios y que por lo tanto hay una manera distinta de hacer política en donde desde Chile reivindicamos el multilateralismo, el diálogo entre países entendiéndonos como iguales, partes de una misma humanidad.

La respuesta en este sentido no está en la resignación ni en enfrentar la intolerancia con más intolerancia. La respuesta es más y mejor democracia. Esa democracia humilde a la que hacía referencia nuestro embajador Ennio Vivaldi, que se ejerce con un lápiz y un papel pero también en la organización de los sectores populares que muchas veces trascienden y van más allá de las élites políticas de las cuales hoy día somos parte y que le habla y que expresa los sentires, los dolores, las esperanzas de un pueblo que es mucho más amplio que lo que cabe en esta sala o en cualquier parlamento.

Hoy día, como ayer, el terrorismo opera en redes transnacionales, aprende, copia, muta y busca normalizar el odio en la esfera pública. Quizás hoy día dentro del mundo occidental no tenemos las mismas expresiones de terror que atentan contra la vida pero si vemos atentados contra la integridad de las personas en este nuevo espacio público que son las redes sociales, en donde muchas veces desde el anonimato se encargan de desprestigiar y de dañar con saña a personas que piensan distinto a ellos. La democracia no se defiende sola, la tenemos que defender nosotros todos los días en todos los espacios.

En el parlamento, en el gobierno quienes ejercemos el oficio de la política pero también en las escuelas, en los tribunales, en las redes sociales. Los problemas de la democracia, insisto, se enfrentan con más democracia y dando respuesta a las necesidades del pueblo. Respuestas que no permiten atajos porque hemos visto a lo largo de la historia que los atajos siempre conducen a la conculcación de libertades.

Reafirmo como Presidente de Chile mi compromiso activo con esa defensa de la democracia, la misma que defendiera Bernardo Leighton y Anita Fresno. Y esta no es una declaración simbólica sino una práctica que exige también autocrítica, vigilancia, acuerdos, cuidar a las personas y respetar a quien piensa distinto. Combatir la desinformación y la deshumanización con empatía, escuchar, dialogar, construir confianzas.

Nuestra democracia se fortalece cuando es capaz de responder con dignidad y sin exclusiones. Cuando protege a quienes piensan distinto. Cuando asegura verdad y justicia frente a los crímenes que la amenazan.

Quisiera, antes de terminar estas palabras, rendir especial homenaje a Anita Fresno. No puedo evitar notar que hemos sido solo hombres los que han tomado la palabra. Y es que muchas veces a las mujeres se les deja de manera injusta a un lado, que creo no les corresponde, porque son igual o más protagonistas de nosotros de la historia que estamos recorriendo. Y Anita Fresno fue una de ellas, fue una mujer valiente que pagó en su cuerpo el costo de la barbarie. Y que sostuvo sus convicciones con una entereza que conmueve y que también nos llama a seguir luchando.

Detrás de cada biografía pública hay historias íntimas de dolor y de coraje que también merecen ser honradas. Nadie está condenado a repetir el pasado, nadie está autorizado a olvidar el pasado. Y es que la memoria no es venganza, la memoria es luz, la memoria es prevención, la memoria es historia.

El “nunca más” no es solo un eslogan, es una tarea compartida de manera transversal por todas y todos quienes creemos en la democracia. Muchas gracias Italia y a todos quienes nos han acogido aquí por la solidaridad de ayer y la amistad de hoy. Gracias a quienes hicieron posible esta conmemoración, gracias a quienes fueron testigos, a las organizaciones de derechos humanos, a las comunidades chilenas que hicieron de esta ciudad un segundo hogar.

Honramos a Bernardo Leighton y a Anita Fresno afirmando lo que él defendió en toda su vida: la dignidad humana, la democracia y el diálogo entre quienes piensan distinto. Que este aniversario nos permita un compromiso renovado con la democracia, para que nunca más en Chile, nunca más en Italia y nunca más en ninguna parte del mundo. Muchas gracias.

 

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Roma, Italia, 15 de octubre de 2025