S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, participa de la conmemoración del Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes.

30 OCT. 2024
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S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, participa de la conmemoración del Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes

Muy buenas tardes a todas y todos los presentes.
 
Este es el tercer año que tengo el honor de poder celebrar, junto a ustedes, el Día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes y en cada oportunidad que me encuentro con su fe me resulta tremendamente conmovedor poder ser testigo de ella, poder ser testigo de la vocación, la pasión y la convicción con que la profesan. Además, lo hacen siempre pensando y orando por Chile entero, sin discriminación, y su destino, como han destacado quienes me antecedieron en la palabra.
 
Hace apenas unas semanas tuve el privilegio de acompañarles en el Te Deum realizado en la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile en San Bernardo. Antes habíamos tenido la oportunidad de estar en Puente Alto, en Magallanes he tenido la oportunidad de estar en otras iglesias evangélicas, me gustaría tener la oportunidad de conocer más. Y hoy es nuestro turno de recibirles aquí nuevamente en La Moneda que, como bien decían los pastores, es la casa de todas y todos.
 
Ustedes, al estar presentes y, sobre todo, siempre en terreno, conocen de cerca la vida, las esperanzas, las alegrías, las angustias, los temores de muchos de nuestros compatriotas. Muchas veces, además, están donde otras instituciones que debieran estar no llegan a tiempo. Por eso, como cada año, quiero aprovechar esta fecha y esta tarima para expresarles mi gratitud por el importante aporte que hacen día a día en construir y, en algunos casos, reconstruir el tejido social en barrios quitándole, de esta manera, espacio al individualismo, a la apatía, a la indolencia y, también, por qué no decirlo, quitándole espacio a ese flagelo que tenemos hoy día como sociedad, donde todos tenemos que estar unidos para combatirlo, como es la delincuencia y el narco.
 
Agradezco a quienes ejercen y difunden una espiritualidad por la paz, que es amable, que es cariñosa, que invita a cultivar la empatía y la compasión hacia los demás. Qué importante las palabras recién pronunciadas por la pastora de la Iglesia Evangélica cuando dice: “No hagamos nosotros lo que nos hicieron antes”. Realmente eso conmueve y debiera ser un llamado de atención y a reflexión para todos y todas.
 
Las condiciones de poder, de mayorías, son temporales y es importante respetarnos todos y todas por el solo hecho de ser humanos. Cualquiera que sea nuestra convicción, fe o esperanza, todos quienes estamos aquí presentes queremos lo mejor para Chile. Y en general, fuera de estas paredes la gran mayoría de nuestros compatriotas quieren lo mejor para nuestro país, para nuestra patria, para nuestra gente, independiente de la fe que profese si es que la profesa, del color político que tenga, del lugar donde haya nacido o de los recursos que circunstancialmente tenga.
 
Debo decir que, pese a que en la mayoría de los chilenos y chilenas hay una búsqueda por encuentro, por acuerdos que nos lleven al bienestar compartido, me preocupa tremendamente cuando se provoca un deterioro en la confianza de las autoridades por las mismas autoridades, de las instituciones por las mismas instituciones, cuando se provoca un diálogo que es atacado por quienes prefieren los insultos, a entender la mejor versión de lo que está diciendo su contradictor.
 
Los últimos meses, en diferentes dimensiones, en Chile hemos visto hechos inaceptables que han contribuido a ello, y frente a ellos no debe caber ningún tipo de doble estándar ni de protección a los propios o de ver solamente la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el propio. Es importante que siempre seamos, que siempre, en particular quienes tenemos cargos de autoridad, seamos conscientes de que nuestro deber es servir a Chile, servir a nuestro pueblo y, como dije hace un par de días, jamás servirnos de él ni utilizar ningún tipo de facultad de manera injusta o arbitraria.
 
También quiero que atendamos con sentido de urgencia la pobreza, que no debe nunca olvidársenos. Hay veces que uno camina por la calle y cuando ve a una persona en situación de calle hace como si no estuviera. Personalmente trato de detenerme, preguntarle cómo está, por qué llegó ahí y ver si es que podemos ofrecerle alguna ayuda en ese momento. Esa persona está ahí, pero podría ser cualquiera de nosotros, las circunstancias de la vida uno no sabe dónde vamos a estar más adelante. Por lo tanto, invito, también, en este momento de reflexión, a ver, en quién está sufriendo, también a uno mismo y a ayudarlo, no discriminarlo.
 
Acá se ha recalcado algunos elementos negativos que hoy día existen en nuestro país. Yo quiero recalcar y poner sobre la mesa aquellos elementos positivos que me ha tocado conocer, vivir y experimentar recorriendo gran parte de nuestro Chile. En ese Chile profundo he visto una generosidad sin límites, sobre todo en los más pobres; en ese Chile profundo he visto cariño, he sentido cariño, he visto dignidad, he visto amabilidad, he visto un Chile trabajador, un Chile solidario, un Chile lleno de oportunidades que depende de nosotros aprovechar, y en particular de quienes tenemos cargos de responsabilidad política, generar las condiciones para que todos y todas puedan aprovecharlos.
 
Tenemos que desterrar la desconfianza para que la esperanza pueda renacer, mirándonos a los ojos, aferrándonos a las cosas que nos unen, que son muchas, y, sin lugar a dudas, son muchas más que las que nos separan.
 
Este año, como han recalcado quienes me antecedieron, se cumplen 25 años de la Ley de Culto, la primera en el país que tuvo por objeto garantizar la libertad y la igualdad religiosa reconociendo la amplia diversidad de confesiones que conviven en nuestra patria. Como bien decía el obispo Emiliano Soto, es un buen momento para reflexionar, mejorar, modernizar esa ley; y la Segpres, en conjunto con la ONAR, la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos, está en esa tarea junto a ustedes, junto a las iglesias, para poder presentar una propuesta que, ojalá, sea de consenso que nos permita, con acuerdo, una modernización de esta legislación.
 
Hoy día, resulta fácil olvidar que hace no tanto tiempo se discriminaba o se miraba en menos a quienes profesaban cultos distintos a los mayoritarios. Ustedes han recordado lo mucho que se sufrió en años anteriores en el mismo Chile. Tenemos 25 años de la Ley de Culto, pero son muchos más los siglos hacia atrás donde hubo discriminación. Por lo tanto, es importante no darlo por hecho, lo mismo que con la democracia, esos momentos donde hay un cambio en las cosas y en donde se logra consagrar la igualdad, en este caso, la igualdad y la libertad de algo tan esencial como lo que uno piensa, cree o profesa en su foro interno, o la democracia, es algo que debemos cuidar y no dar por hecho.
 
Y es que una vez iniciada la democracia, las y los chilenos iniciamos un largo camino por recuperar también la convivencia y eso requirió, en su momento, y sigue requiriendo mucha voluntad, unidad y trabajo. Trabajo humilde, trabajo honesto. La Ley de Culto fue parte de ese proceso para construir un Chile más democrático en materia religiosa, en momentos en que el Estado chileno tenía una gran deuda con la diversidad de credos.
 
Hoy, reconozco, desde el Palacio de La Moneda, a todas y todos, principalmente desde el mundo evangélico y protestante, que empujaron e hicieron posible la iniciativa que hoy celebramos que costó muchos años para que se convirtiera en ley de la República. Ingresó como mensaje del presidente Aylwin en 1993 y se aprobó a fines del gobierno del presidente Frei en 1999. Y en 2008, durante el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, se declaró el Día Nacional de las Iglesias Evangélicas y Protestantes, que hoy estamos aquí anticipadamente celebrando.
 
A 25 años de la publicación de la ley, hacemos nuestro el mandato que guía al mundo protestante: “Ecclesia reformata, semper reformanda est”, esto es estar siempre reformándonos, de acuerdo a las enseñanzas de solidaridad, de amor al prójimo, de empatía, llevando adelante los cambios por un Chile más democrático, justo, diverso e inclusivo.
 
Les agradezco a todos ustedes, además, al hermoso coro que se ha presentado, a la banda que interpretó el himno nacional que tanto nos enorgullece, a la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos por su importante labor de facilitar el diálogo con las diversas iglesias y comunidades religiosas. Y hago votos por un Chile más justo, por un Chile en donde nos queramos más, donde nos respetemos más, en donde el objetivo no sea hacerle una zancadilla al que piensa distinto, sino encontrarse con el que piensa distinto para mejorar la calidad de vida de todas y todos.
 
Con ese compromiso, con esa vocación, es que mi Gobierno seguirá sirviendo a nuestra patria, para que se pueda, en libertad e igualdad, ser el hogar que soñamos para vivir.
 
Muchísimas gracias.