S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, encabeza ceremonia por los 246 años del natalicio del Libertador Capitán General Bernardo O'Higgins

20 AGO. 2024
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S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, junto a la ministra del Interior y Seguridad Pública, Carolina Tohá, y a la ministra de Defensa Nacional, Maya Fernández.

Queridas y queridos compatriotas:
 
Sé que quieren desfile, así que vamos a ir rápido, porque esta hermosa tradición es realmente significativa para conmemorar no solamente a un hombre señero, sino también a la patria entera. Es un gran honor volver a acompañarlos, aquí en Chillán Viejo, en este nuevo aniversario del nacimiento de Bernardo O’Higgins Riquelme, con este festejo que es tan propio de la región.
 
Antes de que termine esta década, vamos a conmemorar 250 años del nacimiento del Padre de la Patria, ese niño que viniera al mundo aquí en 1778 y “no sabe su nombre todavía”, como escribió Neruda. Muy pronto, sin embargo, Bernardo llegó a saber quién era. Se acercó a las ideas más progresistas de su tiempo e hizo suya la incansable causa de la libertad a través de la revolución de independencia que embargó los corazones de toda América.
 
Sabemos que la infancia de Bernardo O'Higgins no fue fácil. Alejado tempranamente de su madre, fue enviado por su padre a educarse en distintos colegios bajo el nombre de Bernardo Riquelme. Migró de ciudad y más adelante de país, primero a España y, luego, a Inglaterra. Pese a las muchas carencias que pasó en Europa, antes de volver a su tierra natal, su formación fue, sin duda, privilegiada para la época. Cuando regresó a Chile, se reunió con su familia, se dedicó a la agricultura en la estancia Las Canteras que heredó de su padre.
 
Pero ni haberse educado lejos ni tener resuelta su estabilidad económica, algo extraño en esos tiempos, mermaron o debilitaron el profundo compromiso que O’Higgins tenía con su patria, nuestra patria. Se inspiró en Francisco de Miranda y en muchos otros americanos que conoció en Europa y constataban los abusos e injusticias que cometía la Corona Española. O’Higgins volvió a Chile convencido que nuestra patria, más temprano que tarde, debía conquistar su libertad y fundarse en el autogobierno. Por la independencia él y tantos otros y otras, muchos anónimos y anónimas de la historia, sacrificaron su tranquilidad, su bienestar y sus recursos arrojándose al peligro y a la incertidumbre de esa heroica campaña, larga campaña de la independencia.
 
De la mano de estas creencias se involucró en la política, en la revolución y, cuando fue necesario incluso para defender a nuestra patria, en la guerra. En una de sus cartas relató: “Me he alistado bajo las banderas de mi patria después de la más madura reflexión y puedo asegurar que jamás me arrepentiré de ello, cualesquiera sean las consecuencias”. Las consecuencias para él fueron duras, el exilio y morir lejos de su amada patria.
 
Y es que en tiempos donde la propia conveniencia y el individualismo muchas veces prevalecen hoy en las sociedades contemporáneas, el ejemplo de esa generación de Carrera, de Rodríguez, de O’Higgins es un ejemplo de lealtad, de convicción profunda que nos da grandes enseñanzas. Porque, así como él, como ellos, hubo muchos otros hombres y mujeres que se abocaron por completo a la causa de la independencia de la República que hoy, todavía, disfrutamos y debemos saber valorar.
 
Así como O’Higgins creía en la libertad, también creía en la igualdad. Lo dijo en más de una ocasión, los ciudadanos debían distinguirse por la virtud, lo que hoy llamaríamos valores democráticos, y por el mérito de su esfuerzo. Por eso, siempre recordamos que O’Higgins abolió los títulos nobiliarios, creó la nacionalidad chilena para todos los nacidos en este territorio, sin distinguir si eran criollos, mestizos o indígenas.
 
En 1820, cuando la libertad de América todavía era incierta, nuestro Padre de la Patria escribió que Chile presentaba a las naciones del universo el producto de su industria, sus luces, sus armas y, sobre todo, sus brazos, dando nuevo valor a nuestros frutos y desarrollando nuestros talentos.
 
Más de 200 años después, los habitantes de este Chile seguimos luchando por dar valor a los frutos de nuestra tierra, el cobre, el litio, las energías limpias, nuestros productos agrícolas, desarrollar los talentos de los hijos e hijas de la patria, con más y mejor educación pública, con trabajos decentes que dejen tiempo para desarrollar otras destrezas y hacer vida en familia y en comunidad. Y como decía un cartel entre el público, también con mejores pensiones para quienes trabajan toda su vida llenos de esfuerzo y que se merecen una vejez digna.
 
El 6 de agosto, hace sólo dos semanas, fue el aniversario de la Batalla de Junín y en diciembre próximo vamos a conmemorar 200 años de la Batalla de Ayacucho que selló la independencia americana. Quisiera recordar aquí cómo el Libertador Bernardo O’Higgins llegó vestido de civil al banquete en que Bolívar celebraba la victoria de Ayacucho y declaró concluida su misión americana, 6 años después de Maipú y a más de un año de haberse tenido que exiliar en Perú.
 
O’Higgins nos interpela siempre, aunque pasen los años, aunque pasen los siglos. Fue el más fervoroso impulsor de lo que hoy llamamos la vocación antártica de Chile, sabía que el extremo sur era clave para el futuro de nuestra patria y murió con el nombre de mi región, “Magallanes, Magallanes” en sus labios.
 
Además, fue un incansable luchador por la independencia de los pueblos hermanos. Cuando los pueblos vecinos sufrían, O’Higgins acudió en su ayuda, lo que fue, muchas veces, incomprendido por la propia sociedad y, sobre todo, por los dirigentes de la época. Pero no le importó, siguió adelante con la convicción de que la independencia de todos los países de América era necesaria para sostener la independencia de Chile.
 
Hoy, por distintos caminos, buscamos los mismos anhelos. Cumplimos con el rumbo que trazara hace tantos siglos Bernardo O’Higgins, con el espíritu que inspirara a los libertadores, una sociedad, libre, justa y democrática, una república soberana que es hoy respetada en el mundo entero y un ejemplar símbolo para toda América Latina y el mundo.
 
¡Qué viva el Libertador Bernardo O’Higgins! ¡Qué viva Chile! ¡Y qué viva su pueblo!
 
Muchas gracias.