El Presidente de la República Gabriel Boric Font interviene ante la Asamblea General de Naciones Unidas

20 SEPT. 2023
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S.E. el Presidente de la República, Gabriel Boric Font, Gabriel Boric Font, interviene ante la Asamblea General de Naciones Unidas.

Señor presidente, estimadas y estimados representantes de los estados miembros de las Naciones Unidas.
 
Porque tenemos la firme convicción que la democracia es memoria y futuro, en nuestro país hace 9 días conmemoramos los 50 años del golpe de Estado que el 11 de septiembre de 1973 fracturó brutalmente nuestra convivencia, trayendo muerte, dolor, persecución y miseria a mi patria.
 
Las imágenes de La Moneda, el Palacio de Gobierno, siendo bombardeada, la inmolación del presidente constitucional de Chile, Salvador Allende, y, también, la evidencia que el gobierno de Estados Unidos de la época a cargo del presidente Nixon habían conspirado desde un inicio para promover el fracaso el gobierno chileno, conmovieron la conciencia democrática del mundo. Mientras había algunos países que en esa época apostaban por la desestabilización de democracia frágiles y otras más robustas, hubo también organismos multilaterales como el sistema de Naciones Unidas que jugaron un rol fundamental en la defensa de los derechos humanos y de la democracia, porque, desde un primer momento, se la jugaron por defender a los que más sufrían, a los más desvalidos, en América Latina, en Chile y en gran parte del mundo.
 
Por ello, tenemos con Naciones Unidas, así como con varios de los países aquí presentes, una enorme deuda de infinita gratitud. Fueron miles quienes anónimamente prestaron auxilio a los perseguidos, salvaron vidas y ejercieron una solidaridad que hasta el día de hoy nos conmueve con las víctimas de la dictadura encabezada por Augusto Pinochet.
 
Desde entonces, nuestro país ha recorrido un largo camino. Como chilenas y chilenos nos sentimos orgullosos de habernos unido para poder recuperar la democracia, restaurar la República y rehacer el camino de ampliación de derechos y de libertades fundamentales que habían conquistado los fundadores de nuestra patria. Chile es un país que ama y fomenta la paz y, desde esa identidad que nos caracteriza, es que vengo a hablarles.
 
A 50 años de esta tragedia que les describo, asumimos nuestros dolores y los hemos ido enfrentando con iniciativas como la Comisión Rettig, la Comisión Valech u hoy el Plan Nacional de Búsqueda. Pero consecutivamente, Chile es un país que progresa porque hemos sacado lecciones de nuestro pasado, estamos reviviendo nuestro pasado para poder construir un mejor futuro y desde ese aprendizaje nos proyectamos a los desafíos que nos plantea el presente.
 
Yo diría que el principal, y con el cual estamos mayoritariamente de acuerdo y lo he escuchado en los discursos que nos han antecedido, es que los problemas de la democracia siempre deben resolverse con más democracia y nunca con menos, y que un golpe de Estado jamás es inevitable, la democracia siempre ofrece alternativas.
 
Aprendimos, también, que los derechos humanos son una base ética e irrenunciable elección política y que los derechos humanos no tienen un color político y deben ser promovidos y defendidos en todo tiempo y en todo lugar, y su condena debe ser clara sin importar cuál sea el color del gobierno que los vulnere. Este es un principio que hemos sostenido y seguiremos sosteniendo, en especial, como miembros del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.
 
Aprendimos, a través de nuestra historia también, que la democracia es frágil, que no está garantizada para siempre y que, por lo tanto, debemos cuidarla, que la violencia no es aceptable como forma de opción política en democracia y que debe siempre prevalecer el diálogo entre quienes piensan distinto, lo que también aplica a las relaciones entre los países. Por eso, quiero reafirmar la vocación profunda de Chile por el multilateralismo, los mecanismos pacíficos de solución de controversias.
 
Aprendimos, también y esto creo que es importante destacarlo en tiempos de polarización, que cuando logramos unirnos en pos de objetivos comunes, podemos avanzar de manera plural por el beneficio de nuestros pueblos. Porque, es cierto y quien quiera que siga el debate en nuestro país, podrá ver que en Chile persisten grandes diferencias, pero también hay grandes consensos. Y es así como, en conjunto con los cuatro expresidentes y presidenta vivos actualmente y mi persona, firmamos un compromiso de cara al futuro por la democracia y los derechos humanos e invitamos a otros líderes de Estado también a adherirlo.
 
Y, también, incluso en los momentos de más algidez política, somos capaces, oficialismo y oposición, de juntarnos para buscar caminos que nos permitan salir de los entrampamientos y poner a nuestro pueblo por delante de nuestras legítimas diferencias. Y es así como, en conjunto, insisto en conjunto, oficialismo y oposición vamos armando caminos para poder atender a las demandas de nuestro pueblo.
 
Las generaciones que nos antecedieron, estimadas y estimados, asumieron la responsabilidad de independizar a nuestras naciones, de instituir las democracias y de establecer libertades fundamentales, derechos humanos universales y avanzar progresivamente en la conquista de derechos sociales. A mi generación, la que aún no había nacido para el golpe de Estado de 1973, nos toca la no menos difícil tarea de consolidar y defender muchos de esos legados, al mismo tiempo que enfrentamos con optimismo las nuevas amenazas y desafíos.
 
Señor presidente, estimados miembros de la asamblea:
 
Hoy quiero plantearles tres tareas urgentes a las que humildemente, creemos en mi patria, debemos abocarnos y que coinciden con mucho de lo planteado en esta asamblea hoy.
 
Es tarea urgente y número uno cuidar la democracia. Debemos detener el avance de la intolerancia y de los autoritarismos, enfrentar decididamente a la desinformación que corroe nuestras democracias de forma institucional y sin complejos, a la vez que defendemos los avances y los derechos de las minorías y, también, de quienes no son minoría, sino mayoría como las mujeres, cuyos avances y derechos se ven amenazados por sectarismos y fanatismos de diferente tipo.
 
Tenemos, estimados y estimadas, que atender a las causas profundas de la desafección que genera la democracia porque vemos con preocupación que su pérdida o su fragilidad hoy puede que no se exprese en los golpes de Estado del siglo XX, sino que tengan nuevas formas, incluso algunas con apariencia de mayoría.
 
¿Por qué la democracia hoy no está satisfaciendo los anhelos de pueblos que desean urgentemente, que necesitan seguridad, mayor igualdad, salir de la pobreza? La democracia tiene que ser capaz de entregar resultados y debemos abocarnos con mucha fuerza a ello.
 
Cuando las instituciones tardan en dar respuesta o no lo logran a tiempo de forma clara, la corrupción, el crimen organizado, las múltiples desigualdades, todos esos desafíos que van corroyendo nuestras instituciones, la población deja de confiar. Por eso, cuidar la democracia, estimadas y estimados, implica hacernos cargo de las frustraciones, los anhelos y las necesidades de la ciudadanía, canalizando los desafíos que impone nuestro tiempo y avanzando con acciones concretas, con mayor libertad, prosperidad, justicia social, sostenibilidad y poniendo siempre el interés colectivo por delante de los intereses individuales, en particular de los intereses individuales de quienes tienen más poder, entre ellos, de nosotros como gobernantes.
 
En este sentido, también, defendemos el respeto y restricto a los derechos humanos como avance civilizatorio e independiente de qué gobierno esté en el poder. Por eso, me siento en el deber, como hemos señalado en otros foros internacionales, de denunciar ante esta asamblea y el mundo la persecución que hoy vive todo quien piensa distinto del gobierno del régimen dictatorial del señor Ortega y Murillo en Nicaragua, en donde no sólo se prohíbe su participación en elecciones, sino que se les persigue, se les priva de nacionalidad, se les allanan sus casas y se les priva de derechos políticos.
 
A su vez, estimados y estimadas, tenemos que pensar conjuntamente que cualquier solución a los problemas pasa necesariamente por un diálogo multilateral. Y por eso tenemos que decir con claridad que cuando se imponen sanciones de manera unilateral, no se está aportando a la solución. El caso de las sanciones a Venezuela hoy, desde nuestra perspectiva, no aportan a mejorar las condiciones de vida del pueblo venezolano y tenemos la convicción que para garantizar que haya elecciones libres, con garantía a todos los sectores, es también imperativo que Estados Unidos levante las sanciones que hoy tiene contra Venezuela.
 
No podemos sino decir que lo mismo nos violenta respecto a las sanciones hace tanto tiempo establecidas sobre Cuba. Y en esto quiero ser muy claro: declarar que Cuba es un país que promueve el terrorismo no sólo es falso, sino que nos violenta. Y, por lo tanto, instamos a Estados Unidos a seguir la línea que en su momento tuvo el gobierno de Barack Obama cuando lo sacó de esa infame lista, que ya lleva tres años repitiéndose y qué tanto daño le hace no al gobierno, al pueblo cubano que no lo merece.
 
También, nos sentimos en el deber de alzar la voz ante dos conflictos que desgarran desde diferentes épocas a nuestra humanidad. Se preguntarán algunos legítimamente ¿por qué desde Chile hablamos de conflictos en tan lejanos países? Porque nos duele la humanidad entera y porque no podemos callar cuando vemos, por ejemplo, la ilegal ocupación y la negación de la posibilidad de un gobierno palestino, el muro que se ha instalado y que divide a sus propios ciudadanos y reconociendo el derecho de existir de los dos Estados, Israel y Palestina, exigimos desde esta tribuna también el respeto al derecho internacional.
 
Y en un conflicto más reciente, pero en donde también vemos las ambigüedades que se suscitan cuando esto pasa geopolíticamente, no podemos sino condenar de manera clara y explícita la ilegal invasión de Rusia a Ucrania. En este punto, tenemos la convicción que no se puede culpar de un conflicto de estas características o responsabilizar de la misma manera al gobierno invasor que al pueblo invadido y que, por lo tanto, la paz pasa por la garantía del respeto a la integridad territorial de las naciones.
 
Y lo decimos desde un país chico o mediano, como es nuestra patria, en el sur del mundo, en Chile, porque sabemos que países como el nuestro sólo tienen al derecho internacional para defenderse de eventuales futuras agresiones. Hoy es Ucrania, mañana podría ser cualquiera de nosotros y ante eso no podemos cerrar los ojos y no podemos permitirnos tampoco ser ambiguos en la condena a lo que, desde nuestra perspectiva, es una guerra de agresión ilegal.
 
Un segundo tema que requiere acción urgente y en donde las responsabilidades igualmente no recaen en todos de la misma manera, es la crisis del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. En esto los diagnósticos son ampliamente conocidos, prácticamente todos los mandatarios han hablado al respecto. Estos son problemas de hoy, no de mañana. En mi patria lo hemos vivido con incendios, inundaciones y sabemos que la mayoría de ustedes, en particular los más vulnerables, los que menos han contribuido al calentamiento global, los que menos han quemado combustibles fósiles, son los que más sufren de esta crisis climática.
 
Por eso, hacemos un llamado, tal como lo hiciéramos hoy en la mañana en el alto panel para discutir este tema, actuar rápido, acelerar la transición energética, a modificar nuestros patrones de consumo y establecer nuevas reglas e instituciones que nos permitan corresponder a estas exigencias.
 
En nuestro país, hemos avanzado en esa dirección con diferentes liderazgos y distintos gobiernos. Tenemos un 43% de áreas marinas protegidas y un 22% de áreas terrestres protegidas. Hemos aprobado una ley para crear el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas, además de comprometernos a ser carbono-neutrales a más tardar al 2050 y esperamos llegar antes.
 
Sin embargo, el cambio climático nos ha enfrentado a amenazas que son cada vez más frecuentes y complejas. Hoy sufrimos una severa sequía que, pese a las lluvias de este año, que a su vez trajeron consigo inundaciones en una tierra que había perdido la costumbre de recibir el agua que le da vida y de incendios forestales, estamos experimentando, como ven, diversos fenómenos que golpean directamente a los más vulnerables.
 
Sabemos que esto se replica en otras latitudes, las devastadoras ocurridas en Libia, a las que hacía referencia el Secretario General en su alocución de ayer; en Pakistán, el año pasado; la sequía en Argentina, en Centroamérica, en el Cuerno de África son sólo algunos ejemplos que nos deben instar a actuar ya.
 
Por eso, se necesita más y quiero hacer un llamado responsablemente a los países con mayor actividad industrial, a que asuman una ética de la responsabilidad que sea no solamente más respetuosa con el medio ambiente, sino que también sea más solidaria con quienes como, por ejemplo, las pequeñas islas del Pacífico o de Oceanía o de Centroamérica, de El Caribe, están sufriendo los efectos más devastadores de la crisis climática, los daños y perjuicios de esta crisis que no provocamos.
 
Desde Chile, estamos promoviendo con fuerza acuerdos internacionales para la protección medioambiental y entre otros esfuerzos el año pasado impulsamos la Coalición de las Américas por la Protección de los Océanos y este año firmamos el Tratado de Conservación y Uso Sostenible de Biodiversidad Marina (BBNJ). Y hoy reitero ante esta asamblea nuestra voluntad y disposición para que Valparaíso, puerto histórico de América, Perla del Pacífico, sea sede de la secretaría de este tratado. Cuenten con nosotros para su desarrollo y para la contribución a un desarrollo más justo, sustentable y equitativo.
 
Y, por último, el tercer desafío creemos que tiene relación con el cambio tecnológico que sólo es comparable con la Revolución Industrial de mediados del siglo XVIII y que está cambiando, de forma drástica, nuestra manera de relacionarnos, nuestra manera de pensar, de producir, de trabajar. Hace poco veíamos como en un pueblo en España una madre denunciaba a unos jóvenes que habían utilizado inteligencia artificial para desnudar a sus compañeras de clase, mancillándoles no sólo la honra, sino también su derecho a ser persona, a tener integridad, a tener privacidad.
 
Cada gran transformación tecnológica siempre ha sido en la historia de la humanidad una gran oportunidad para construir sociedades más justas, pero también si lo hacemos mal, puede ser fuente de nuevas injusticias. Y, en este contexto, es deber de todos establecer consensos multilaterales para dar un marco ético al desarrollo y al uso de nuevas tecnologías, como el caso de la inteligencia artificial.
 
Requerimos un marco que incorpore la perspectiva de derechos humanos a la investigación e innovación tecnológica, considerando el resguardo y fomento de la libertad y la dignidad de las personas y los pueblos, así como las necesidades del desarrollo sostenible.
 
Las sociedades tenemos que avanzar y de ello no nos cabe duda, pero tenemos que hacerlo de forma responsable. Por eso, entender y gestionar mejor las oportunidades que el porvenir nos ofrece para usarlas en nuestro beneficio, antes de que se conviertan en amenazas y terminen profundizando las desigualdades existentes, es un deber que es, por ejemplo, lo que hacemos en Chile desde el Congreso del Futuro, que no me cabe ninguna duda ustedes también tienen iniciativas parecidas en sus países.
 
Con humildad, pero también con orgullo, puedo afirmar que nuestro país hoy tiene condiciones para ser un referente latinoamericano de cara al futuro de la inteligencia artificial y vamos a trabajar firmemente en esa dirección.
 
Democracia es memoria y futuro, y es por ello que queremos que el desarrollo tecnológico sea una herramienta de unión y no de división, que promueva el empoderamiento en conjunto de la sociedad, que enfrente el fenómeno de la desinformación, que apoye sobre todo a los sectores más vulnerables y que no signifique una profundización de las inequidades ya existentes, tanto a nivel global como al interior de nuestros países.
 
Termino diciendo que los desafíos que enfrentamos requieren de soluciones audaces y colectivas porque ninguno de nosotros, ni siquiera el país más poderoso, puede enfrentar estos desafíos por sí solo. Los fenómenos migratorios, la crisis climática, las pandemias no tienen fronteras ni banderas, nos afectan a todos los países del mundo.
 
Y por eso esta asamblea tiene que estar a la altura de ese desafío y hagamos valer, sí somos más, las palabras y la petición que nos hiciera ayer el Secretario General António Guterres respecto a la necesidad de reformar la gobernanza mundial tanto en sus aspectos políticos como financieros. Es reforma o es barbarie. Nosotros estamos por la reforma y le decimos al señor Secretario General que cuenta con nuestro apoyo para reformar no sólo el Consejo de Seguridad, sino también las organizaciones financieras nacidas después del Consenso de Bretton Woods.
 
Insisto, democracia es memoria y futuro, y en este camino hacia un mundo mejor, el rol de esta Asamblea General es decisivo. Por eso, y porque hemos aprendido de nuestro pasado y como representante de las nuevas generaciones, soy optimista respecto a lo que está por venir. Porque esta misma asamblea, a lo largo de sus más de 70 años de historia, ha demostrado que incluso en los momentos más difíciles es posible que la humanidad logre acuerdos y caminos hacia la cooperación y la convivencia civilizada.
 
Siempre, estimados y estimadas, podrán contar con Chile para promover y defender los derechos humanos, el multilateralismo, la democracia y construir juntos un desarrollo sostenible y un mundo sin pobreza y más igualdad social.
 
Muchísimas gracias.