Mandatario participa en evento conmemorativo de los 50 años del Golpe de Estado en Chile

15 JUL. 2023
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Mandatario participa en evento conmemorativo de los 50 años del Golpe de Estado en Chile

Las vicisitudes de la política me han hecho un daño que me bloquearon algún mecanismo interno, que por algún motivo no pueda llorar hace cerca de 3 años más o menos. Y ustedes están a punto de quebrarlo hoy porque en verdad este momento es muy, muy emocionante. Escuchar a cada uno de ustedes, de quienes han hablado acá, la presencia de quienes están y de quienes no están es muy fuerte y nos remueve.
 
Me dijeron que por aquí está Gianina con una foto y esa foto que tiene colgada Gianina es de Lumi Videla. Una de las personas que no está acá, que debería estar, asesinada brutalmente, arrojada como un trapo a la embajada de Italia en Chile, militante de un mundo distinto. Y en ella quiero representar a esos que hoy no están y debieran estar.
 
Pero también uno escucha las palabras de Gioconda, las palabras de José Luis y remueven lo más profundo y hacen que esta conmemoración de los 50 años del quiebre de la democracia en Chile sea de memoria, sea de decir con mucha fuerza “no olvidamos” y, también, -no “pero”, “y también”- sea un decir que “tiene sentido seguir luchando, que hay causas por las que vale seguir luchando”.
 
Y escuchar a Emilia y Pablo en esta también fusión de cultura, y a propósito de lo que decía José Luis, nos recuerda y trae a la memoria, y también permítanme tratar de mezclarlo todo, que nos esté presentando Francisca, es esta sensación de que la cultura, el arte y la emoción pueden mover montañas y pueden cambiar el mundo.
 
Creo que Chile representó eso, puede seguir representando eso y me gusta mucho lo que planteaba el Expresidente Zapatero cuando más que hablar de Chile, más que hablar de España, hay que hablar de la humanidad y esa cultura linda que se cruza, creo que está muy bien representada acá.
 
Agradezco muchísimo a quienes han hecho posible este encuentro. Por cierto, a Casa de América. Enrique, muchísimas gracias, estoy impresionado de este lugar, qué honor que nuestra América tenga un espacio tan central en España. A nuestra querida Gioconda de todas las patrias, que jamás te las podrán quitar. A José Luis Rodríguez Zapatero, a Emilia y Pablo.
 
Por cierto, a Joan Manuel Serrat por acompañarnos hoy y siempre. Conversábamos antes de entrar de esos primeros conciertos en Chile a fines de los 60. Me contaba que estuvo en Viña del Mar y en Santiago y, además, ese inolvidable intento que los chilenos aún recuerdan de haber intentado llegar al cierre de la campaña del NO en 1988. Quiero que sepas que, tal como te lo comenté en La Moneda, pero ahora me atrevo a decírtelo públicamente, tu voz y tu ejemplo cruzaron muchas generaciones. Mi padre nació en Magallanes en 1946 y desde que tengo uso de razón estaba muy enojado conmigo porque a los 5 años grabé encima de tu concierto de 1990 un capítulo de las Tortugas Ninjas, y eso le molestaba mucho. Pero después cuando aprendí yo a escucharte, entendí la razón de esa molestia.
 
Tenemos aquí creo un buen resumen de lo que es el vínculo profundo entre Chile y España, un vínculo que se ha ido resignificando a través de las décadas y cómo ese lazo que nos une se relaciona también con la experiencia de nuestras dictaduras, de nuestras luchas por recuperar la democracia y por la laboriosa, firme, difícil y con tropiezos esfuerzos de construcción de un régimen de libertades y mayor igualdad. Y en nuestro caso un incipiente estado de bienestar.
 
Nuestros pueblos, como ha quedado aquí de manifiesto, comparten la vivencia de haber experimentado regímenes autocráticos y brutales con diferentes contextos. Siempre que leo sobre la Guerra Civil Española, cada vez que doy vuelta a la página, trato de imaginarme que Madrid no cayó, que el 36 no ocurrió, que la historia podría ser distinta. Y, sin embargo, Chile tuvo una fortuna derivada de esa tragedia que fue la de recibir la corriente enriquecedora y vital del exilio español, tal como lo recibió México también y otros países de América Latina, que llegó a nuestras costas en décadas que fueron cruciales para nuestro desarrollo productivo, artístico e intelectual.
 
Ayer tenía que dar un discurso ante la CEOE y un compañero que está aquí presente, nuestro ministro de Energía, había revisado mi discurso antes y me dijo: “Siento que le falta”, porque hablaba mucho de cifras, de los datos, del intercambio comercial que tenemos entre Chile y España, las posibilidades del litio y el hidrógeno verde, las exportaciones de cobre, etc. Y me dice: “¿Dónde en este discurso está nuestra ley común compartida? ¿dónde está el Winnipeg?”.
 
Y me hizo mucho sentido porque en los años 40 del siglo XX los gobiernos del Frente Popular chileno crearon y cambiaron un poco el destino de Chile, creando la Corporación de Fomento de la Producción, instituciones culturales, el teatro nacional, la orquesta sinfónica, el ballet, instituciones que recibieron a gente como Roser Bru, a José Balmes, a Leopoldo Castedo, a José Ricardo Morales, a Arturo y a Carmelo Soria, a Monserrat Abelló, Cristián Aguadé, Fernando de Buen. Artistas, historiadores, científicos, editores e industriales que hicieron de Chile su patria y con quienes conservamos una deuda de gratitud eterna.
 
Ayer, el mismo Diego me mostraba en una foto, que ustedes la pueden buscar en internet, del Winnipeg llegando a Valparaíso, además por una gestión épica del mismo Neruda y en donde los tripulantes del Winnipeg habían hecho un lienzo de Pedro Aguirre Cerda, que era el Presidente chileno de la época. Y sabrán ustedes que una de las personas a quien también recordamos que está muy presente acá, que es Salvador Allende, en esos años 1938, 1939 hasta 1941 fue ministro de Sanidad y Salubridad Pública de justamente el profesor Pedro Aguirre Cerda.
 
Esa gratitud que trato de expresar hoy con estas palabras la debemos a la solidaridad internacional que, a partir del mismo 11 de septiembre de 1973, se movilizó en todas partes para salvar vidas, para denunciar crímenes y para acoger a refugiados. Me sorprende que cuando viajo fuera de Chile y me junto con personas mayores que yo de 60 años hacia arriba se acuerdan dónde estaban el 11 de septiembre de 1973. Me ha tocado conversarlo, por ejemplo, con el Presidente de Portugal que me contaba que estaba en Italia y que el día 13 se hizo una gran manifestación en Milán en contra de la dictadura que empezaba recién en Chile. O Andrés Manuel López Obrador, que con 18 años estaba en una clase de economía en la UNAM y pararon las clases en la UNAM para también protestar contra el golpe que en ese momento ya estaba asesinando a nuestros compatriotas.
 
Por esa época, en 1973, España vivía todavía los últimos años de franquismo, pero sabemos aún quienes no habíamos nacido que esa experiencia del golpe en Chile galvanizó la conciencia democrática de los europeos y europeas. Pedro Sánchez me contaba hace un año que él, -él tiene 51 años- creció escuchando en vinilo el discurso al que se ha hecho tantas veces referencias de Salvador Allende en esos minutos finales. Y es interesante ver cómo ese metal tranquilo de su voz de Allende llegó mucho más lejos que solamente quienes lo escucharon en radio Magallanes ese martes fatídico. Y quien hoy es Presidente de España también forjó por parte de sus convicciones democráticas escuchando ese discurso que hasta hoy nos conmueve.
 
Así fue en todo el mundo, pero me gustaría dar un pequeño giro a este discurso porque estamos muy cargados a veces de tragedia y antes de la tragedia también hubo fiesta, hubo alegría, que también es necesario recuperar para poder recuperar la esperanza. Quiero citar un poema que me gusta mucho, que recordé a propósito del aniversario de mi partido hace poco tiempo, un partido joven, pero que es de una poeta chilena que se llama Cecilia Vicuña, hoy es conocida por ser artista plástica, que por esa época en 1971 escribió lo siguiente, que creo que refleja un poco el sentir que había por lo menos en una parte de Chile, en esa juventud que no se queda dormida de la que hablaba Gioconda.
 
Dice Cecilia Vicuña en su poema “Misión”:
 
Te propongo hacer un viaje
alrededor del mundo,
acreditados como:
“Misión investigadora
del gobierno socialista”.
Tú y yo seremos
los “besadores”.
Besamos mejor que nadie
habiendo desarrollado
una técnica minuciosa
y altamente estudiada
de cómo besar más perfectamente.
No hay mujer que bese como yo
ni hombre que bese como tú.
LOS BESADORES besaremos
a todas las personas
que encontremos,
para descubrir
quién sabe hacerlo mejor
y aprender, por tanto
su técnica,
para practicarla
y enseguida traerla
a nuestro país socialista,
que será el país de Los Besadores.
 
Decía Cecilia Vicuña en 1971. Entonces, traigo a colación ese poema para recordar también la alegría que nos mueve. Siento que en los principios fundantes de las fuerzas progresistas, de las fuerzas de izquierda, tenemos que encontrar un sano equilibrio entre la rabia frente a la injusticia y la alegría y la esperanza por las virtudes que hoy tiene el mundo y, también, por las que queremos construir.
 
Chile representó durante mucho tiempo, tal como también otros países, no quiero hacer un alarde de sentirnos únicos, pero representó esperanza de cambios profundos sin violencia dentro de la tradición de la legalidad y respeto por las instituciones. Y eso es algo que también vale la pena defender hoy en la figura de Salvador Allende ante quienes pretenden relativizarlo.
 
Salvador Allende durante toda su trayectoria, no solamente el último día, durante toda su trayectoria fue un demócrata que luchó por la profundización de la democracia. Incluso cuando parecía más fácil o parecía que los caminos de la historia iban por otra parte, insistió en que la vía chilena, la revolución con sabor empanada y vino tinto era por la vía pacífica. Y cuando habla en la ONU destaca esa tradición democrática de Chile que él luchó siempre por mantener. Y eso es algo que creo que vale la pena destacar a lo largo de toda su trayectoria.
 
Decíamos, hacía referencia a cuando fue ministro de Salubridad de Pedro Aguirre Cerda, el primer Presidente radical, pero también Salvador Allende -esto no se sabe tanto quizás fuera de Chile- fue uno de los socialistas que quebró el Partido Socialista cuando el Presidente González Videla declaró al Partido Comunista ilegal con la Ley Maldita y parte del Partido Socialista apoyó esa ley que dejó al PC fuera de la democracia chilena. Allende decide quebrar con su partido y dice: “No voy a aceptar que al PC se le deje afuera”. Después volvieron a unirse y cuando era Presidente en los momentos más álgidos, después del “tanquetazo” el 29 de junio de 1973, cuando los golpistas ensayaban lo que vendría después, en un discurso esa noche, la multitud lo llama de manera muy efusiva a cerrar el Congreso Nacional y Allende les responde que no, que él jamás va a cerrar el Congreso Nacional porque estaba convencido de que la vía para hacer los cambios, incluso para enfrentar a quienes querían detener esos cambios, era la vía democrática. Creo que queda absolutamente claro en su último discurso que aquí tantas veces se ha recordado.
 
Quizás principal lección que podemos sacar de lo que vino después es que la persecución y la injusticia tienen siempre una contracara y una respuesta que es más fuerte y que perdura, que la tiranía y la traición podrán imponerse, pero no prevalecer, porque la libertad, como escribió Miguel Hernández y cantó Joan Manuel Serrat, porque “para la libertad sangramos, luchamos, pervivimos”.
 
Por eso, cinco décadas después sigue teniendo sentido recordar estos hechos porque están muy presentes, porque es una herida abierta, porque seguimos buscando a nuestros desaparecidos. Pero porque defender la democracia como la defendió Allende hasta el último día de su vida, hoy es tremendamente importante.
 
Los desafíos son distintos, hoy estamos ante un mundo nuevo. No se trata de repetir recetas textuales del siglo XX que en muchos casos fracasaron. Hay veces, como nos recuerda Nicaragua, en donde el por hablar con más adjetivos o vestirse de rojinegro no significa nada, sino que los valores y principios que nos deben mover son el respeto irrestricto a los derechos humanos siempre y en todo lugar, que ninguna diferencia justifique la violación a los derechos humanos y la conciencia de que la democracia y que los problemas de la democracia se solucionan con más democracia y no con menos.
 
Hoy hay quienes proponen como soluciones a los problemas del presente limitar las libertades, arrebatar los derechos de otros, censurar, negar, arrebatar los derechos de mujeres, de disidencias, de migrantes, de personas mayores o de trabajadores, esconder la poesía, negar lo que no les gusta. Y frente a esa amenaza, cada vez más presente tanto en Europa como en América Latina, independiente del color del que venga, debemos retener, recrear y reinterpretar la lección que aprendimos justamente en los tiempos oscuros.
 
Que no es otra que la que nos brinda la memoria y nos moviliza a fortalecer las instituciones, la democracia y algo tan simple como el cariño, mirarnos a los ojos y querernos un poco más, hablar de esa humanidad conjunta más allá de las fronteras, la elección de la solidaridad de la fraternidad humana que se hace gigante frente al sufrimiento de los postergados, de quienes son violentados, de quienes son humillados.
 
Y no olvidarnos nunca que quienes estamos en política tenemos un mandato que es debernos justamente a ese pueblo del cual somos parte. No hablamos por él, hablamos con él, trabajamos con él, no somos solamente intérpretes de una voluntad mística, sino que crecemos y aprendemos con esa fuerza.
 
Quiero que sepan, y con esto termino, que nuestra patria Chile jamás olvidará la lección de solidaridad y amor que cruzó el Atlántico, de Chile a España, de España a Chile y que nos acompañará siempre.
 
Para citar una vez más a Miguel Hernández, “tal vez porque he sentido su corazón cercano, cerca de mí, casi rozando el mío”.
 
Muchísimas gracias.