Presidente de la República, Gabriel Boric Font encabeza la ceremonia de inauguración de la estatua en homenaje al ex-Presidente Patricio Aylwin Azócar

30 NOV. 2022
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Presidente de la República, Gabriel Boric Font encabeza la ceremonia de inauguración de la estatua en homenaje al ex-Presidente Patricio Aylwin Azócar.

Muchísimas gracias a todas y a todos los presentes. Hago propio los vocativos que ya se han expresado aquí, pero, sobre todo, me gustaría saludar a la familia del ex Presidente Aylwin, con muchísimo respeto, agradecerles la generosidad de permitirme también ser parte de este acto y, a través de ustedes, saludar a tanta gente a lo largo y ancho de Chile, a quienes el ex Presidente Aylwin lleno de una profunda esperanza.
 
Y digo y me atrevo a decir a lo largo y ancho de Chile porque, de mis primeros recuerdos en el extremo austral de nuestro país es esa calcomanía del No con el arcoíris y una manifestación en Avenida España en Punta Arenas, donde la gente se subía hasta los techos, para poder justamente celebrar el reencuentro de los demócratas.
 
Y me parece que las palabras que hemos escuchado recién de Miguel Aylwin y Alberto Undurraga destacan justamente esta tremenda trayectoria y el carácter republicano de este encuentro. Es difícil para mí el poder pararme acá, mirar la estatua de don Patricio y pensar en el tremendo desafío que significa estar a la altura de su sobriedad y dignidad republicana, de la cual trato todos los días también de aprender.
 
Y esta ceremonia, como bien decía Miguel, es republicana entre otras cosas porque nos reunimos aquí en la Plaza de la Ciudadanía para rendir homenaje a un hombre, a un profesor, a un político, a un padre, a un abuelo en quien reconocemos la firmeza de su convicción al servicio de un solo interés que guio todo su actuar a lo largo de su vida pública, que es el bien superior de Chile.
 
Si mal no recuerdo en el libro de “La Historia Oculta de la Transición” se cuenta estas anécdotas que es imposible verificar, pero que uno presume que son verdad, que el ex Presidente Aylwin le dice a su Ministro del Interior, dentro del histórico Ford Galaxy, “¿Te das cuenta, Enrique, en lo que nos estamos metiendo?”. Y cuando uno piensa en esa frase que, claro, parece muy cotidiana, muy sencilla, era tremendo en lo que se estaban metiendo.
 
Pero, también, vale la pena pensar que esta estatua no parte solamente del 11 de marzo de 1990, ni siquiera nace a partir de la creación de la Concertación de Partidos por el No en febrero de 1988. Si uno va más atrás puede ir a la creación del Grupo de Estudios Constitucionales conocido como el Grupo de los 24 en los momentos duros de la Dictadura.
 
Quizás si uno extrema incluso un poco las cosas puede ir más atrás y se remonta al día en que Patricio Aylwin le dijo a su amigo Clodomiro Almeyda “Mira, Cloro, voy a entrar en la Falange y espero que algún día seamos aliados”. Y lo fueron finalmente.
 
O tal vez y creo que vale la pena dar cuenta de esto, no voy a leer largos pasajes, pero sí un poquito de este libro de entrevistas que le hizo Margarita Serrano con Ascanio Cavallo a don Patricio, que se llama “El Poder de la Paradoja: 14 Lecciones Políticas de la Vida de Patricio Aylwin”, que lo estaba revisando para este discurso y quizá esta estatua también resume la conciencia histórica de un personaje que atravesó toda la historia de Chile. Esa conciencia histórica que muchas veces perdemos cuando evaluamos las cosas solamente según el momento que estamos pasando.
 
Pregunta Margarita a don Patricio si su abuelo era balmacedista y él responde “el único recuerdo que tenía mi padre de mi abuelo era que él, teniendo unos tres años, su madre lo llevó a la Cárcel de San Javier donde su padre estaba preso por haber sido balmacedista. Mi abuelo paterno fue regidor y oficial del Registro Civil de San Javier y después del triunfo de la revolución lo metieron preso por balmacedista. Salió de la cárcel y murió al poco tiempo. El 26 de julio de 1931, el día en que cayó la Dictadura de Ibáñez, mi padre llegó a la casa temprano, a las cinco de la tarde -habitualmente llegaba como a las siete- y puso la bandera en la asta de nuestra casa. Después, me invitó a caminar como solía hacerlo. Entonces, me dijo ‘este es un gran día’, ‘¿por qué?’ le pregunté -tal como la niña del futuro en el discurso de Alberto le preguntaba a su padre por esta estatua- ‘bueno, porque Chile recupera su libertad, su democracia’. Yo tenía 12 años”.
 
Pensar en la conciencia histórica que atraviesa la vida de don Patricio Aylwin y en donde finalmente él, junto a su grupo, terminan también haciendo la historia, junto al pueblo de Chile, por supuesto, es tremendo y nos invita a mirar esta Plaza de la Ciudadanía con otros ojos. No son sólo bronce, no son sólo estatuas, no son solamente palabras al aire, sino que son el alma de Chile, son la historia de Chile y, por lo tanto, es nuestro deber tratar de aprender de ellos.
 
Es así porque la vida de don Patricio Aylwin está profundamente imbricada con la historia de Chile, con sus dolores, con sus contradicciones y con sus triunfos, con los caminos sin salida, pero también con lo que él llamó el Reencuentro de los Demócratas que hizo posible, y de lo cual hoy día todos nosotros usufructuamos de alguna manera, la recuperación de la democracia.
 
Si alguna vez en el futuro lejano, somos muy jóvenes aún, se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric de la actual generación como hoy día se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic y Fuentealba, sin lugar a dudas habremos cumplido nuestro cometido. Y por eso es bueno entenderse también como portadores de una posta y cuando descubrimos esta estatua siento que estamos tomando una tremenda responsabilidad que nos legan quienes estuvieron antes que nosotros.
 
En los procesos que le tocó liderar al ex Presidente Aylwin su liderazgo fue decisivo para consolidar los acuerdos que hicieron al Chile de hoy. no es banal que este monumento se levante junto al de Arturo Alessandri que fue, también, fundamental con todas sus contradicciones y errores, hay que decirlo, pero en la construcción de la República que hoy día conocemos. Tan diferentes entre sí, pero parecidos en la estima que le tenían sus conciudadanos, hoy la historia los reúne frente a la fachada sur de La Moneda y se vuelven eternos.
 
Es un lugar significativo que hace, sin duda, justicia a la trascendencia de su legado político, pero es prácticamente imposible reducir a unas pocas líneas una vida que, en lo político, en lo humano, en lo académico abarca tantas décadas de la historia de Chile y décadas tan complejas y trascendentales. Permítanme brevemente intentarlo.
 
Guio a don Patricio Aylwin la búsqueda de la justicia social, de hecho, en este libro que editó, si no me equivoco, la Fundación Patricio Aylwin que nos lo hicieron llegar hace poquito, que lo recomiendo, que aborda los discursos desde el colegio en San Bernardo hasta 1973 -y entiendo que se vienen nuevos tomos- el epígrafe con el que parte es el siguiente: “Concibo la vida como una tarea. Desde niño sentí que la tarea era la justicia, luchar por la justicia y eso he procurado hacer durante toda mi vida. Por eso fui abogado y profesor de derecho y por eso me hice político, para luchar por la justicia para nuestro pueblo”.
 
Se ha dicho que el camino que le tocó recorrer a don Patricio estuvo colmado de dilemas y contradicciones, como sabemos todos quienes hemos intentado, justamente, o estamos intentando ese camino de la justicia, es un camino, la política y la búsqueda de justicia social, en el marco de la libertad y la democracia, que está lleno de tremendos desafíos. Desde los años 80, don Patricio Aylwin buscó, quizás, con más empeño que otros personeros de su generación, la unidad de las fuerzas políticas contra la Dictadura. Y esa unidad se fue tejiendo desde las bases sociales, en las ollas comunes, en la protesta social, en los sindicatos, en las federaciones estudiantiles y ahí la confluencia fue paulatina, pero imparable.
 
Me han contado anécdotas de don Patricio Aylwin yendo a asambleas de jóvenes estudiantes a escuchar las críticas que se tenían al proceso de ese momento, en las discusiones álgidas de ese entonces, y dando vueltas asambleas.
 
Esa unidad fue difícil construirla porque la separación, antes, había sido muy profunda. Hace unos días repasaba el discurso titulado “Aún es tiempo” pronunciado por Patricio Aylwin el 11 de julio de 1973 ante el Senado y la carta a los presidentes provinciales de la Democracia Cristiana días antes del Golpe y ahí manifiesta el esfuerzo que se hizo hasta el último minuto por agotar todas las vías institucionales.
 
Podremos tener diferencias respecto a la evaluación de los primeros momentos del 11 de septiembre o de por qué se había llegado ahí, pero, sin lugar a duda, como bien dice en varias de las entrevistas que le hacen sus familiares, el 11 de septiembre fue un día triste, un día de derrota para alguien que había luchado toda su vida por la democracia como don Patricio Aylwin.
 
Al principio era difícil ver, sin haber estado yo, lo que estaba pasando, pero recuerdo también una entrevista que le hacían a su hermano Andrés en donde contaba, cómo desde San Bernardo, se escuchaban los balazos en el Cerro Chena y cómo rápidamente, también, don Patricio adquirió la convicción, y creo que estas son palabras de Mariana, en donde él decía: “Uno sabe cómo se llega a una dictadura, pero no cómo se termina”. Y, por lo tanto, rápidamente se transformó en un opositor firme a la Dictadura Militar.
 
Es reconfortante encontrar en estas palabras que recogen parte del pensamiento de Patricio Aylwin la historia de Chile y, también, el Aylwin que pide perdón públicamente al entregar el Informe Rettig, al Aylwin de la unidad nacional, con las legítimas diferencias, pero con la firmeza y conciencia de que, como dijo él con tremenda valentía en ese tremendo discurso en el Estadio Nacional: “Chile es uno solo”.
 
El ex Presidente Aylwin, según recordaba el maestro José Zalaquett, al despedir sus restos en el Congreso Nacional, siempre entendió que la justicia, en la medida de lo posible, implicaba hacer todo lo humanamente posible y no una justicia desganada o reticente.
 
Mi padre, demócrata cristiano de los años 60, siempre me criticaba y peleábamos -todavía un poco- porque, nosotros, nuestra generación a levantado una visión crítica de la Transición. Y mi padre me decía en el colegio, en la universidad, en la Cámara de Diputado, ahora La Moneda: “Es que ustedes no vivieron esa época, ustedes no saben lo que significaba tener a Pinochet como Comandante en Jefe del Ejército, saber lo que era priorizar”. Y, efectivamente, hoy día, esas palabras que, a través de mi padre, hoy día me las imagino, en nombre de don Patricio, retumban fuerte.
 
Y desde esta tribuna quisiera aportar una breve reflexión al debate sobre lo posible en política, respondiendo la interpelación que hace mítica la frase: “La medida de lo posible pertenece a los pueblos, a las mayorías y sus límites se encuentran allí donde se alojan las principales preocupaciones y los anhelos de todas y todos”. Lo posible es por lo que hay que dejar todo nuestro esfuerzo, todo nuestro empeño, es lo que se define colectivamente, no es el desgano, como algunos, malamente, pudimos haberlo interpretado anteriormente. Requiere, por cierto, de gobernantes dispuestos a la escucha, al diálogo y al entendimiento que trascienda al Oficialismo y abarque a todos los sectores políticos y sociales.
 
He dicho, y reitero, tomando esa enseñanza, que quiero ser el Presidente de todos los chilenos y chilenas. Y para el cumplimiento de este designo republicano, que es el mayor desafío político que tenemos, es necesario salir de las propias trincheras. Y quiero aprovechar esta instancia para invitar a todos y a todas a hacer lo mismo: al Oficialismo, a la Oposición, a la ciudadanía, a los sectores empresariales. Tenemos por delante la tarea común, como la tuvo en su momento, con otros desafíos, el ex Presidente Aylwin de construir un Chile donde quepan todas y todos.
 
De eso se trata la Reforma Tributaria, de eso se trata la Reforma de Pensiones, de eso se trata la Reforma a la Salud.
 
Pero nuestro mandato, sabemos, no es solamente empujar las reformas, sino también lograr que se aprueben y para ello hay que construir puentes, como el puente al que hacía referencia el Diputado Undurraga, y eso requiere dialogar y tener la valentía de dialogar con quienes piensan distinto a uno, tejer acuerdos, restablecer las confianzas. Esa es la tremenda magnitud del desafío y la política debe estar a la altura.
 
Hoy, a diferencia de los años 90, enfrentamos desafíos distintos, problemas que también son complejos, con una sociedad desigual e insatisfecha que nos exige más de nosotros mismos. El descrédito de la democracia, la tentación de liderazgos facilistas que afirman que las soluciones pasan por dejar de lado la política y ofrecen, en cambio, un caudillismo simplista, promueven caminos que llevan a callejones sin salida. Lo hemos visto en el escenario internacional y no estamos exentos de esas desviaciones.
 
Por eso, no me voy a cansar de repetir, recogiendo el legado de los mejores de los nuestros, que los problemas de la democracia en nuestro país los resolveremos con más democracia, nunca con menos.
 
Y el construir una democracia sustantiva, donde las personas ejerzan sus derechos plenamente, donde el debate y la deliberación contribuyen a encontrar soluciones de mayoría a los viejos y nuevos problemas que nos afectan, desde las jubilaciones, los cuidados, hasta la transición justa a un modelo de desarrollo sustentable, la seguridad de nuestro pueblo, son, hoy, los desafíos que nos impone el presente.
 
Para cerrar, más de tres décadas después del discurso que reinauguró nuestra democracia en ese acto del 11 de marzo 1990, al igual que el ex Presidente Patricio Aylwin, abogo por un Chile de todos los chilenos y chilenas, para todos los chilenos y chilenas. Seguimos, en conjunto, buscando esa Patria justa y buena para todos los habitantes de nuestra Patria, ese país que él busco con generosidad, responsablemente, durante toda su vida, la que hoy, justamente, homenajeamos.
 
Muchísimas gracias.