Presidente de la República Gabriel Boric Font participa de inauguración del año académico del Instituto de Chile

22 JUN. 2022
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El Presidente de la República, Gabriel Boric Font, asiste a la inauguración del año académico del Instituto de Chile. 

Muchísimas gracias al Instituto de Chile, a todos y todas las aquí presentes.
 
Cuesta hablar después de esta interpretación, despercudirse de lo que deja. Pensaba en el verso de “con ellos yo distingo dicha de quebranto, que son los materiales de los cuales nace mi canto” y son palabras que resultan difícil de asimilar. Y se me venían a la cabeza unas palabras que, seguro, Adriana conoce bien, pensando en estas palabras que pierden su sentido porque no hay manera de expresarlas. “Nada tiene que ver el dolor con el dolor, nada tiene que ver la desesperación con la desesperación, las palabras que usamos para designar estas cosas están viciadas, no hay nombres en la zona muda”, decía Enrique Lihn tres meses antes de su muerte en un libro que, entiendo, gracias a ti conocemos.
 
Y, por lo tanto, utilizar las palabras precisas en un espacio como este que cultiva y respeta la palabra es un desafío mayor para mí. Cuando fui invitado le decía al Profesor Fermandois, “alguien, seguramente, de mi generación, que llaman Millennial, recibió la invitación, dijo “¿qué es esto del Instituto de Chile”? No vamos”. Sin preguntarme. Y por circunstancias de la vida me llega la noticia de que habíamos rechazado la invitación al Instituto de Chile y dije “pero, ¿cómo es posible? ¿quién tomó esta decisión?” “Y no, pero ¿para qué vas a ir?”. Pero, porque ahí se cultivan justamente las palabras, el conocimiento, ese espacio en donde, como decía Bello, los pocos lugares en donde todas las verdades se tocan y en donde uno se puede aproximar a la realidad desde diferentes dimensiones. Tenemos que ir, no sé si estoy a la altura de eso, pero por lo menos el gesto de estar acá es importante.
 
Y, además le confieso, presidente, que hacerle un desaire a quien había tenido la oportunidad en mis tiempos de estudiante, uno siempre es estudiante de alguna manera, pero de leer parte de su obra, me resultaba muy ofensivo, en particular la “Revolución Inconclusa” que creo que toda persona de Izquierda debiera leer, cosa que no se usa mucho en el último tiempo, desgraciadamente y poder conocer la visión que usted plasma ahí es tremendamente importante. O el libro de Gustavo Ross con las relaciones con Estados Unidos me pareció también apasionante.
 
Pero, en fin, son seis las academias que forman este instituto y que atienden diversos aspectos del saber humano: lenguaje, la ciencia, la historia, la política, las artes, la medicina y se van tocando e interactuando. Creo que es necesario, y lo digo con el mayor de los respetos, que en la juventud también se integre de manera más activa a estos intercambios porque si hay algo que he aprendido en el último tiempo es que los diálogos intergeneracionales le hacen muy bien a la Patria.
 
Y, desgraciadamente, en Chile, a diferencia de lo que pasaba, antes digo, antes en la primera mitad o en la mitad del siglo XX, ahí tengo la impresión de que hay una suerte de atrincheramiento generacional y cuesta mucho encontrarse y cruzar esas barreras. E instancias como esta creo que son tremendamente propicias para ver esos diálogos. Yo he tenido la suerte de compartir con algunas personas de generaciones
anteriores a la mía y el aprendizaje que se saca, que creo además que puede ser recíproco, es tremendamente valioso.
 
Le agradezco el Presidente Lagos, por ejemplo, su generosidad de haberme recibido en un par de oportunidades para poder conversar justamente sobre desafíos que vamos a tener. Además, vamos a continuar con esa linda práctica esta misma semana. Y así con muchos más. Ahí los insto y me pongo a disposición para ayudar al Instituto de Chile a convocar también a juventudes, a este espacio de debate.
 
Ahora en periodos como los que hoy viven nuestros pueblos, que mezcla la ansiedad del cambio inmediato, la efervescencia, la expectativa, se mezcla la esperanza con el dolor, la desconfianza con el anhelo del diálogo y el encuentro. Y creo que la mirada de los creadores, las creadoras, los pintores, los juristas, los historiadores, de los poetas siempre ayudan a mantener la vista en el horizonte y a levantarse por encima de las querellas cotidianas que son tantas, que nos nublan y que, si uno lee la prensa o las redes sociales, peor aún, pensaría que nunca nos vamos a volver a encontrar.
 
Yo, a modo de anécdota, tuve la desafortunada idea, en alguna ocasión, de pelearme por Twitter con doña Adriana Valdés. Salí trasquiladísimo, me fue muy mal, pero y por eso qué orgullo poder compartir la mesa y son estas instancias en donde uno se mira a los ojos, en donde se puede generar un diálogo mucho más rico y que, además, van generando confianza para hacer más cosas más adelante.
 
Ahora, esto no tiene que ser un privilegio, yo creo que ustedes lo tienen más que claro, no puede ser un privilegio sólo de los académicos. Lo decía muy bien el Profesor Fermandois en su discurso cuando hablaba de la alta cultura y del carnaval, cómo dialogan la alta cultura y el carnaval.
 
El diálogo y el encuentro con las personas ayuda a mantener la vista despejada y el corazón abierto. Me ha tocado experienciarlo como diputado, como candidato, como Presidente de la República siguiendo la máxima que casi hace 70 años nos regalara Gabriela Mistral cuando decía “el profesional, tanto como el artista, debe no sólo dar su ciencia, sino su amistad cotidiana, al hombre y a la mujer cuyas vidas son unos largos y anchos purgatorios”.
 
 
Hay mucho aprendizaje en cada una de nuestras interacciones si es que rompemos la barrera de la desconfianza y yo siento que el mandato que me ha entregado el pueblo de Chile, además de ser un mandato de cambio y con un programa, con reformas concretas en materia tributaria, en materia de educación, en materia de salud, en los desafíos socioambientales, descentralización, lo constitucional, creo que hay un mandato que subyace a todo eso, que es el de contribuir porque no creo tener la capacidad de hacerlo solo ni que esto se pueda hacer solamente en cuatro años.
 
Pero contribuir a recomponer la confianza y la posibilidad de mediación de las instituciones que está muy, pero muy deteriorada en nuestro país hoy día.
 
Hoy día, cada problema por pequeño que sea llega inmediatamente y cruza inmediatamente del lugar donde se genera a La Moneda. No hay intermediación alguna porque las instituciones están…y muchas veces La Moneda no tiene la capacidad de resolverlo. Las instituciones no tienen legitimidad y hablo, parto por nosotros, los partidos políticos, la Iglesia, el Congreso, las empresas.
 
Entonces, cuesta mucho y yo creo que asumo como uno de nuestros principales desafíos en nuestro mandato el poder contribuir a generar, a recuperar confianza o construir nuevas confianzas que permitan volver para que las instituciones funcionen, como bien dijo el Presidente Lagos en su momento, se requiere que todos las cuidemos y yo siento que, bueno, hemos sido parte también, y acá lo digo desde una perspectiva autocrítica, muchas veces, de no tener la visión suficiente de los costos de deteriorarla. Y ahí hay mucho que aprender.
 
Hoy me toca hablarles como Presidente de la República y desde ahí les presentaré -voy a tratar de ser breve, tengo un discurso un poco largo, creo que voy a acortarlo para no darles la lata, pero- mi reflexión sobre el país que queremos construir.
 
No vengo ni pretendo dar una charla magistral de historia o ciencias sociales, sino por el contrario me nutro de estudios de, entre otras personas, gente que forman parte del instituto, para proponerles una visión de qué es lo que estamos desarrollando.
 
Hoy en Chile, independiente del resultado del Proceso Constituyente, avanzamos hacia la construcción y digo “avanzamos” porque no estamos partiendo, las cosas también, aprendizajes, no parten de cero en un país, el habitar la República implica reconocer que hubo un antes de uno y, por lo tanto, que el ombligo no está en ti mismo.
 
Hoy día avanzamos hacia la construcción de un Estado social y democrático de derecho que garantice, y esta es nuestra aspiración, derechos sociales universales a todos sus habitantes, sin discriminación, sin discriminación en particular porque tenemos la convicción que hay ciertas esferas de la vida pública, ciertas esferas de la interacción social que tienen que estar por fuera de las leyes del mercado.
 
Hemos asumido este mandato popular sin olvidar que nuestro origen está en los movimientos sociales, de allí venimos y que nuestro objetivo es contribuir a garantizar una vida digna para los chilenos y chilenas, sumando ladrillos a lo que otros construyeron antes que nosotros.
 
¿Qué es lo que lleva a nuestro país a tener las transformaciones sociales de estas características como horizonte? Me ha tocado verlo afuera, el nivel de respeto que tiene Chile en el mundo es muy importante, pero también hay una paradoja, no sé si paradoja es la palabra, hay una pregunta pendiente en el resto, ¿qué pasó? ¿por qué el 2019 en Chile?
 
Me acuerdo que antes de octubre del 2019, unas semanas antes, se desataron protestas muy grandes en Ecuador y el Presidente de la República de ese entonces, Sebastián Piñera, decía públicamente, a propósito de esas protestas que Chile era un oasis en el contexto latinoamericano. Y nos llegó octubre.
 
Entonces, esto yo creo que tenemos que preguntárnoslo no partisanamente, no tratando de buscar culpables con el dedo, sino de entender qué es lo que nos llevó a ese quiebre. Y me parece que para ello es necesario revisar nuestra historia política en el contexto latinoamericano porque, aunque Chile durante mucho tiempo tiende a entenderse asimismo como un caso excepcional y siempre se habla mucho desde diferentes disciplinas de la excepcionalidad del caso chileno, cuando revisamos nuestra historia yo, por lo menos, tengo la convicción qué está indisolublemente conectada con lo que ocurre en la región y crecientemente también con las grandes tendencias globales.
 
Me gusta decir que el mundo necesita a Chile y Chile necesita al mundo y no solamente por sus recursos naturales, porque no es que seamos un gran reservorio de cobre, litio o eventualmente fabricación de hidrógeno verde, sino también por sus poetas, también por sus historiadores, también por su ciencia. Creo que hay mucho, su historia.
 
Y me gusta pensar, por ejemplo, yo me he sorprendido…cuando llegamos a La Moneda estaba lleno de cuadros de diferentes personas, estaba el Salón de los Presidentes que sólo tiene a quienes han fallecido, o sea el último ahí es el Presidente Aylwin. Pero en mi oficina, que no sé si habrá sido la misma que la de don Ricardo, pero sé que es la misma que tenía Piñera, estaba una figura de O’Higgins.
 
Y yo tenía dudas, tenía dudas respecto de si dejar el cuadro de Higgins o no y empecé a tratar de investigar más y una de las primeras cosas que me di cuenta es que cuando O'Higgins abdica en 1823, uno de los motivos por los cuales se le levantan las provincias es por el gasto que estaba destinando O’Higgins a la emancipación del resto de América. Y que se le criticaba, una crítica que puede resonar hoy día muy atingente, decía “pero si acá estamos pasando hambre, ¿qué nos importa lo que pase un poco más allá?” O nos salvamos juntos o nos hundimos por separado, la historia de la independencia de América está íntimamente vinculada en todo su territorio. Entonces, O’Higgins sigue ahí en la oficina de La Moneda.
 
Pero, además, después cuando uno revisa, por ejemplo, la década de los 30, en un contexto de fuerte crisis económica mundial y en Chile cómo nos suele pasar después de un terremoto, en América Latina entera empieza a implementarse el modelo de sustitución de importaciones.
 
Ello trajo importantes avances en materias sociales y de administración de los Estados Latinoamericanos, pero diferentes factores que fueron compartidos y de los cuales tenemos que aprender, por sobre todo la puesta por el mercado interno y el foco en la producción de bienes de consumo en vez de bienes de capital, ya a principios de la década del 70 ese modelo había mostrado inequívocos signos de crisis, no fue capaz de llevarnos al desarrollo.
 
Chile, un caso de desarrollo frustrado en ese libro magnífico que es de fines de los 50 de Aníbal Pinto Santa Cruz, creo que lo expresa muy bien.
 
Pero después ese proceso coincide con el horror y el dolor de las dictaduras latinoamericanas en donde Chile no fue excepción, tampoco. Chile fue parte de esa historia a partir del 73, una historia que, desgraciadamente, todavía no termina de terminar porque no tenemos toda la verdad y toda la justicia y toda la reparación. Y, en función de lo que se ha hecho anteriormente, hoy día esperamos añadir un pequeño peldaño más.
 
Por otra parte, desde Chile fuimos pioneros en la implementación de otro modelo, todos sabemos a lo que me refiero, la dictadura forjó una liberalización de la economía chilena y la implementación de un nuevo sistema político en el cual el mercado tenía un rol protagónico y donde el Estado pasaba a tener un rol subsidiario. Y ahí este fanzine, no sé cómo decirlo, o la defensa de esas transformaciones del régimen que hace Joaquín Lavín con “Chile, la revolución silenciosa” es tremendamente interesante porque, efectivamente, habían logrado hacer la revolución, pero estaba en las antípodas de lo que se había intentado transversalmente durante todo el Siglo XX.
 
Esto quedó, como saben, plasmado y asegurado en la Constitución del 80 que, aún con reformas importantes, muy importantes, en particular las del 2005, sigue vigente hoy.
 
La transición política tuvo que lidiar con demasiados resabios de autoritarismo, la inamovilidad del Comandante en Jefe, los Senadores Designados, hasta… o sea, me imagino todo su Gobierno, Presidente, con senadores designados, una cuestión que nuestra generación tiende a olvidar, pero es muy sorprendente; las leyes de amarre, los quórums supramayoritarios.
 
Y todo este ordenamiento jurídico significó, desde el punto de vista que nosotros lo vemos hoy día, la sobrerrepresentación de los intereses de un sector político y dificultar la posibilidad de hacer cambios que sean sustantivos, que sean estructurales. Esta famosa frase de Jaime Guzmán cuando decía: “La Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a lo que uno mismo anhelaría”. Difícil poder moverse con esa camisa de fuerza, pero, sin embargo, se movieron.
 
Yo quiero, hoy día, como representante de esta generación Millennial o como quieran llamarle, decir que, en los 30 años, famosos, hubo mucho movimiento y que Chile no parte el 2019, ni parte el 2011. Chile es un país que, desde la recuperación de la democracia, lo veíamos hoy día, también, en la Casa Central de la Universidad de Chile, a propósito de la elección de la primera rectora mujer en la historia de la Universidad de Chile, en los últimos 30 años hubo tremendos avances.
 
Hemos retrocedidos en algunas cosas. Yo siempre veo el Índice de Gini del Gobierno del Presidente Lagos, lo interesante de cómo durante ese periodo logra bajar de manera muy sustantiva y, después, por diferentes motivos, perdimos parte de eso que habíamos logrado, pero la reducción de la pobreza, el acceso al consumo, la ampliación de la matrícula, o sea, son cuestiones que nadie, en su sano juicio, pudiera decir: “Esto estuvo mal”.
 
Se hicieron de forma que, quizás, a algunos nos hubiese gustado que sean de otra manera, pero el problema, creemos, es que se fue asentando y se fue normalizando una crisis de representación cada vez más grande. Los políticos, los partidos políticos dejaron de ser efectivos intermediadores entre la mayoría de la sociedad y las políticas públicas.
 
Recuerdo una encuesta muy brutal, la gracia de la CEP es que uno la puede seguir en el tiempo. Y una de las primeras CEP de 1990 decía algo así, no recuerdo exactamente los números, entonces esto tómenlo con beneficio de inventario, pero eran algo así las magnitudes: “Identificación con partido político, Democracia Cristiana, 40%”. El 40% de los chilenos se identificaba en 1990 con la Democracia Cristiana. Y, después, con el resto, cifras menores, pero significativas. Hoy día, yo no sé si más de un 3 o 5… no creo que más un 5% se identifique con cualquier actor del sistema político.
 
Y ¿cuál es el problema detrás de esta crisis de legitimidad de los partidos? ¿cuál es la respuesta? El individualismo porque en la medida en que no se constituyen, tampoco, -y esto lo hemos visto de alguna manera en la Convención- espacios permanentes de articulación política, espacios permanentes de diálogos, al final cada uno es un universo y, por lo tanto, el Chile que yo espero es el reflejo de mi espejo y si no me lo cumplen ¡ay de quien se cruce enfrente mío!
 
Y ahí yo creo que hay un problema grande, la acción política requiere de renuncia a algún nivel de la autonomía personal. Y ahí es algo que creo que el fortalecimiento de las instituciones es una cuestión que no es pop, que no está dentro de las primeras preocupaciones ciudadanas, pero que debiera ser, en la política, parte de nuestras preocupaciones prioritaria. Y ahí hemos cometido errores.
 
Mi primer periodo como Diputado comenzó el 2014 y en ese entonces, junto al actual Ministro Secretario General de la Presidencia éramos de los pocos representantes de lo que más tarde sería el Frente Amplio. En ese momento nos trataban como unos outsiders muy desagradables, éramos muy resistidos y nosotros contribuíamos, también, a fomentar esa imagen.
 
Pero de lo que nos dimos cuenta, y yo creo que este es el valor del aprendizaje, es que sólo desde las instituciones podemos mejorar las instituciones.
 
Y acá yo creo que hay algo de lo que la Derecha política se arrepiente profundamente hasta el día de hoy, que cuando la Presidenta Bachelet presenta o impulsa un proceso constituyente, ¿se acuerdan de los ELA? Los Encuentros Locales Autoconvocados que después terminan muy tardíamente, en las postrimerías del Gobierno en un proyecto de nueva Constitución, recuerdo muy patentemente al Exministro del Interior, Andrés Chadwick, ufanándose frente a los empresarios en la ENADE que: “Hay cosas que queremos cambiar -y mencionaba el crecimiento, la productividad, la delincuencia, etc.-, pero hay cosas que no queremos cambiar y el proyecto de Nueva Constitución de la Presidenta Bachelet lo vamos a dejar en un cajón.” Y todos los empresarios aplaudían furibundamente en ese momento. Ahí hay un error de visión que es muy grande.
 
Nuevamente, vuelvo a las instituciones, la mejor manera de defender las instituciones es ayudándolas a cambiar, ayudándolas a actualizarse. Y yo y mi esperanza, mi convicción está puesta en que el Proceso Constituyente tiene más de eso que de las polémicas que, muchas veces, han opacado el trabajo que allí se ha realizado y que, en el largo plazo, este Proceso Constituyente nos va a permitir… yo ya no albergo la esperanza, o sea, no soy ingenuo respecto a lo estrecho que, seguramente, va a ser el resultado, pero albergo la esperanza de que es posible encontrarnos en, justamente, una Nueva Constitución que contenga en sí misma las preguntas que aún no nos hemos hecho, que yo creo que era uno de los grandes problemas de la Constitución del 80, no tenía flexibilidad o no la suficiente para llegar a tiempo.
 
Y eso, también, requiere mucho más de quienes estamos en política, requiere un diálogo no de consumidores y proveedores entre el Estado y la ciudadanía, sino de ciudadanos.
 
Qué bueno que mencionaba ahí el profesor Fermandois el debate que se dio por la eliminación de las horas de historia. ¿En qué nos estamos convirtiendo cuando dejamos de pensar la República que habitamos? En individuos aislados.
 
Entonces, yo, por lo menos, guardo muchísimas esperanzas de este proceso, sé que va a ser difícil, no desconozco en ningún caso que ha habido errores, tropezones, propios, inducidos, de todo, pero creo que es un cambio y una transformación que necesitamos.
 
Tenemos, además de esto, y en esto nuestro Gobierno también tiene que hacerse cargo de desafíos muy importantes en otras áreas, en cuestiones urgentes como el combate, de manera muy directa, con mucha más energía, sin complejos, a la delincuencia, que es algo que nos dicen a cada lugar donde vamos. Si no hay orden público, si no somos capaces de garantizar la tranquilidad y la seguridad de nuestros habitantes muy difícilmente podremos garantizar otras cosas, es un básico. Para eso el Estado de Derecho tiene que hacerse sentir.
 
Y eso junto con el alza del costo de la vida son parte de nuestras principales preocupaciones hoy día, además de las reformas estructurales que les mencionaba antes. Vamos a presentar durante estos días nuestra Reforma Tributaria que pretende recaudar cerca de un poquito más de 4 puntos del PIB, en donde ya nos hará advertido, quienes siempre nos dicen que no es tiempo de reformas tributarias, que no es tiempo de reforma tributaria.
 
No hay mayor sorpresa en aquello, pero sabemos que con el Parlamento prácticamente empatado que tenemos y con las dificultades de la gestión parlamentaria va a ser difícil, pero yo espero que podamos sacar adelante este proyecto que nos permite avanzar, justamente, en garantizar derechos sociales universales porque ¿qué es lo que está detrás?... y con esto voy terminando ¿qué es lo que está detrás de lo que fue el estallido social? Uno puede discutir mucho sus causas, si es que había organización o no, quiénes son los responsables, cómo se comportó cada uno frente a ese momento etc., pero si hay algo que es cierto es que hubo una ciudadanía mayoritaria que, sin violencia, se sintió o se vio reflejada en la postergación de los efectos del crecimiento del que tanto se habla y que no vivía en un oasis.
 
Y, por lo tanto, en la medida en que le otorguemos agencia a esa persona, porque la sabiduría popular existe y es muy importante.
 
El otro día estuve en Lo Espejo, en la Santa Adriana, y una pobladora me decía, de manera muy clara: “Mire, mijito, si yo tengo absolutamente claro que los cambios no van a ser de la noche a la mañana, pero tenemos que… hay que meter el acelerador un poco”. Nadie espera que todas las soluciones, precariedades y desigualdades que tenemos en Chile cambien así, mágicamente, pero tenemos que pegarnos un giro de timón más firme.
 
Y en la medida en que esto sea por la vía democrática, con diálogo, ojalá con los consensos más amplios posibles, yo creo que ese cambio y esas transformaciones apuntando hacia la construcción de un Estado que garantice derechos sociales universales es un camino que vamos a poder recorrer y que, poco a poco, quizás, a velocidad más de transbordador o de crucero que de autos de fórmula 1, pero nos va a permitir volver a encontrarnos como chilenos y chilenas.
 
Termino con la siguiente idea que contaba también en un encuentro que tuvimos hace poco con chilenos residentes en el extranjero. En el marco de la Cumbre de las Américas fueron a vernos un grupo de chilenos que viven en diferentes partes de Estados Unidos y Canadá, y pusieron el himno y yo les conté que en el último tiempo me emocionaba con el himno, me parece un himno, bueno, aún más con la interpretación acá, es tremendo.
 
Bueno, ustedes seguramente acá saben, pero el himno tiene cerca de 10 estrofas, creo, ¿más? Y, entonces, nosotros nos enojábamos cuando hablaban de los valientes soldados, pero los valientes soldados es una parte menor de la preciosidad que es el himno entero.  Y yo cuando lo leo: “Ha cesado la lucha sangrienta, hoy es amigo el que ayer invasor”, dice en alguna parte el himno.
 
Entonces, empecé a averiguar la historia del himno porque me encontré a mí mismo cantándolo en la lucha, cosa que nunca había hecho, que me pareció muy ridículo, a mí me gusta el punk, me gusta el rock y una vez estaba cantando el himno en la lucha. Entonces, me puse a averiguar un poco más de la historia del himno y este himno -acá, por favor, que los historiadores después me corrijan-, pero si no me equivoco es de la época de don Manuel Bulnes porque el primer himno que se mandó a hacer en los albores de la República era un himno profundamente antiespañol y durante mucho tiempo, cuando se instala este de Ramón Carnicer con Eusebio Lillo, que reemplaza al anterior, el pueblo en las chinganas o donde sea alegaba: “Queremos el himno viejo, queremos el himno viejo, no vamos a cantar este himno”.
 
Y hoy día yo creo que a todos se nos hincha un poco el pecho con el Himno Nacional, estamos orgullosos de él y mi reflexión en eso es que cambia todo cambia y esas transformaciones, muchas veces, son para mejor y espero que el proceso que estamos viviendo el Chile nos lleve por ese mismo camino y, si bien, vamos a tener resistencia, al final sea un momento de encontrarnos y que este nuevo proceso sea para sentirnos juntos, parte de un mismo proyecto como sociedad.
 
Muchas, muchas gracias.