Presidente Piñera participa de la Asamblea General de Naciones Unidas

21 SEPT. 2021
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S.E. el Presidente de la República, Sebastián Piñera, participa de la Asamblea General de Naciones Unidas

Señor Presidente de la Asamblea General, señor Secretario General de Naciones Unidas, señoras y señores:
 
Estamos viviendo tiempos que marcarán a las generaciones futuras por décadas. Quienes hoy estamos inaugurando esta Asamblea General tenemos una misión a cumplir y una responsabilidad con esas generaciones futuras. Las decisiones u omisiones de hoy definirán el rumbo de la humanidad durante las próximas décadas.
 
Estamos en medio de la más grave pandemia de los últimos 100 años a la que se suma la crisis del cambio climático, una grave crisis social y económica y la erosión de las instituciones democráticas. A esto se agrega un multilateralismo que está bajo tensión y también la necesidad de reformar la arquitectura internacional.
 
Sin embargo, no podemos quedarnos sólo en lamentaciones, muy por el contrario, los tiempos nos exigen un diagnóstico sereno y por sobre todo sabiduría, voluntad y coraje para adoptar las acciones eficaces y urgentes que se necesitan.
 
Señor Presidente:
 
A pesar de las reiteradas advertencias de la Comunidad Científica de que las pandemias eran amenazas latentes, la Comunidad Internacional y los Estados optaron por desoírlas. Así, la Pandemia del Coronavirus nos tomó por sorpresa, sin mecanismos de alerta temprana, sin sistemas para compartir y coordinar la información, con sistemas de salud frágiles, incluso en las naciones más desarrolladas que no siempre pudieron dar respuestas a todos los enfermos. Y lo más grave, sin vacunas, sin medicamentos para combatir el COVID-19.
 
El personal médico de Chile y de todo el mundo salió, sin dudarlo, a trabajar sin descanso para enfrentar esta emergencia, poniendo muchas veces sus propias vidas en riesgo para proteger las nuestras. Hoy quiero rendirles un sentido homenaje por su abnegado y comprometido trabajo, por su profesionalismo, perseverancia y resiliencia.
 
La Pandemia nos mostró que cuando se desatan las fuerzas de la innovación, la tecnología y la creatividad podemos alcanzar logros insospechados. En un lapso de tan sólo 10 meses, pasamos de enfrentarnos a un virus del cual no teníamos información a contar con una batería de vacunas seguras y eficaces para combatirlo.
 
Se trata de un logro sin precedentes en la historia de la humanidad. Recordemos que la vacuna contra la fiebre tifoidea tardó más de 130 años en ser aprobada, la vacuna contra la tuberculosis y el dengue llegaron 45 y 110 años después de que apareciera la enfermedad. Sin duda, hemos vivido un gran triunfo de la ciencia.
 
Sin embargo, este triunfo contrasta con un fracaso de la política, pues aún hoy, mientras algunos países cuentan con dosis para vacunar varias veces a su población, hay países que no cuentan con las vacunas ni equipamientos para dar una protección mínima a su población.
 
Triunfó la ciencia, es verdad, pero también es verdad que fracasó la política. En la ciencia prevaleció la cooperación, en la política el individualismo. En la ciencia reinó la información compartida, en la política la reserva. En la ciencia predominó el trabajo en equipo, en la política los esfuerzos aislados.
 
Y de este fracaso debemos sacar lecciones. La primera es la humildad ya que el mundo se vio súbitamente de rodillas ante un enemigo microscópico. La segunda es la solidaridad para acompañar y apoyar a los más vulnerables. La tercera es la colaboración indispensable para resolver los problemas globales. Y la cuarta es la voluntad para escuchar la voz de la ciencia y la opinión experta.
 
En Chile, aplicando estos principios, construimos una Red de Protección Sanitaria que nos permitió muy temprano integrar el Sistema Público y Privado de Salud, triplicar el número de camas UCI disponibles y atender a los enfermos según sus necesidades, independiente de su previsión social o su situación socioeconómica.
 
También, ampliamos tempranamente nuestra Red de Diagnóstico, alcanzando hoy a 180 laboratorios en Red, con una capacidad de procesar cerca de 90 mil tests PCR diarios y más de 21 millones acumulados.
 
Un pilar esencial de nuestra estrategia fue la identificación temprana de los laboratorios internacionales más promisorios que se encontraban buscando, desarrollando las vacunas necesarias. Basándonos en criterios científicos y sin consideraciones políticas, unida a nuestra firme decisión de lograr acuerdos y contratos tempranos, pudimos asegurar las vacunas necesarias para proteger la vida y la salud de toda nuestra población.
 
Hoy Chile tiene casi el 90% de su población objetiva con vacunación completa y ya iniciamos la vacunación de los niños y las dosis de refuerzo para la población vulnerable.
 
También, colaboramos durante los momentos más críticos de la Pandemia, cuando los insumos escaseaban, donando medicamentos y parte de nuestro stock de vacunas, para facilitar la inoculación del personal médico de otros países de América Latina.
 
En el mismo espíritu, y en conjunto con la Organización Mundial de la Salud y más de 50 países, estamos impulsando un Tratado sobre Preparación y Respuesta para Futuras Pandemias. Nadie puede asegurar que estas pandemias no se repetirán, pero sí tenemos que asegurar hoy que cuando ello ocurra estaremos mejor preparados.
 
Señor Presidente:
 
La Pandemia también ha generado una crisis social y económica sin precedentes, que ha causado en el mundo entero una gran pérdida de ingresos, una gran pérdida de empleos que ha afectado fuertemente a las familias, la bancarrota de múltiples emprendimientos especialmente los más pequeños y medianos, un aumento de la pobreza y, también, de las carencias de las clases medias.
 
La crisis también ha producido un aumento explosivo en los déficits fiscales y en el endeudamiento público y privado, que amenaza la estabilidad macroeconómica. Estos males han golpeado con mayor fuerza a los países y a los sectores más vulnerables y, en especial, han golpeado a las mujeres incrementando las brechas de género.
 
Algunas de las causas de esta situación ya se encontraban presentes antes de la Pandemia. Por ejemplo, una guerra comercial entre las principales potencias, un incipiente auge del proteccionismo, un debilitamiento del libre comercio basado en reglas.
 
Es con este diagnóstico claro que resulta indispensable que las decisiones de políticas públicas se basen en políticas macroeconómicas fiscales y monetarias serias y responsables. Y debemos seguir avanzando en liberalizar el comercio a nivel mundial, en incorporar las nuevas tecnologías de la Revolución Digital las que, sin duda, van a hacer la diferencia entre quienes se puedan subir al tren del progreso y quienes simplemente lo vean pasar desde la estación.
 
La Pandemia y la Revolución Digital se han retroalimentado. Sin duda, los avances de la tecnología digital nos han permitido enfrentar mejor esta Pandemia. Por ejemplo, en Chile sería difícil imaginar cómo habríamos enfrentado esta Pandemia sin los avances recientes como el Hospital Digital, la Comisaría Virtual o Chile Atiende.
 
Por otra parte, la Pandemia ha acelerado la instalación de la sociedad digital que ha cambiado drásticamente nuestra forma de trabajar, educarnos, informarnos e interactuar en sociedad. Estos cambios han llegado para quedarse. Chile está haciendo sus mejores esfuerzos para subirse a este tren de progreso. Por eso, contamos con tratados de libre comercio con países que representan más del 90% del PIB mundial.
 
Esta importante red de integración, sumado a años de responsabilidad fiscal y monetaria, nos han permitido entregar uno de los paquetes de ayuda social más importantes del mundo durante esta Pandemia. Este paquete alcanza al 20% de nuestro Producto Interno Bruto.
 
La Red de Protección Social, que juntos hemos construido, ha canalizado más de US$35.000 millones en transferencias directas que han significado ayuda y alivio para las Pymes y para cerca de 16 millones de los casi 20 millones de ciudadanos chilenos.
 
Estas medidas nos han permitido recuperar la actividad económica y los niveles de inversión previos a la Pandemia. Después de una caída de 5,8% de PIB el año pasado, este año nuestra economía crecerá en torno al 10%. También, hemos logrado recuperar 1,9 millones de empleos que equivalen al 80% del total de los empleos perdidos.
 
Señor Presidente:
 
La Pandemia del Coronavirus nos ha obligado a restringir nuestras libertades y a decretar cuarentenas, pero el cambio climático no ha estado en cuarentena, su avance continúa implacable y es más rápido y tiene efectos más graves de lo que habíamos esperado. Y lo más serio, algunas de sus consecuencias ya son irreversibles.
 
Es verdad, ya no se trata de un cambio climático, estamos enfrentando una crisis climática. La ciencia, a través del Informe del Panel de Expertos de Naciones Unidas, hablado en forma fuerte y clara, la ciudadanía nos exige como un imperativo moral cambiar el curso de la historia y la tecnología nos entrega las herramientas para evitar un apocalipsis ambiental.
 
El momento de los diagnósticos ya pasó, hoy es el momento de la acción con firme de voluntad y con un claro sentido de urgencia. Tenemos una responsabilidad histórica tanto con nosotros mismos como con las generaciones que están por venir. Somos la última generación que puede evitar que la actual crisis climática se transforme en un verdadero apocalipsis ambiental.
 
Chile es un país pequeño que contribuye con menos del 0,25% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero, pero estamos resueltos a asumir nuestras responsabilidades y hacer nuestro aporte en esta guerra contra la crisis climática.
 
Para lograrlo hemos acelerado el proceso de descarbonización de nuestra matriz energética. El año 2025 habremos cerrado dos tercios de nuestras centrales a carbón y al año 2040 esperamos tener cerradas el 100%. Adicionalmente, estamos trabajando para que el año 2030 el 70% de nuestra matriz energética esté basada en energías limpias y renovables, cifra que aumentará hasta llegar a prácticamente un 100% el año 2050.
 
Como prueba de esta voluntad y compromiso, me enorgullece compartir con ustedes que este año 2021 habremos inaugurado en Chile más capacidad en energía del sol y del viento de la que habíamos construido en toda nuestra historia.
 
Pero no basta con reducir nuestra huella de carbono, debemos ser más ambiciosos y lograr que nuestros esfuerzos por producir energías limpias y renovables trasciendan nuestras fronteras y ayuden, también, a otros países a cumplir sus propias metas de descarbonización.
 
Para esto estamos desarrollando el hidrógeno verde, una energía limpia y renovable, en cuyo proceso de producción se aprovechan las bondades de nuestra geografía, la alta y constante radiación solar de nuestros desiertos y los fuertes y permanentes vientos de la Patagonia. Así, la naturaleza nos entrega la potencialidad de producir más de 70 veces la energía que hoy necesitamos, evitando así la liberación de millones y millones de toneladas de CO2 al año.
 
El hidrógeno verde es la energía del mañana, que en Chile estamos produciendo hoy.
 
A estas iniciativas se suman, primero, la electrificación de nuestro sistema de transporte público. De hecho, hoy Santiago es la ciudad, fuera de China, con mayor cantidad de buses eléctricos del mundo.
 
Segundo, la protección de los océanos y su biodiversidad, incluyendo la primera Área Marina Protegida en Alta Mar y una Zona Marina Protegida en la Antártica.
 
Tercero, la protección de nuestros bosques, incluida la plantación de más de 230 mil hectáreas de bosques en 10 años, privilegiando nuestras especies nativas.
 
Y, cuarto, la economía circular, la que incluye la prohibición del uso de bolsas y otros elementos plásticos y, por sobre todo, el cambio desde una cultura de lo desechable hacia una cultura de lo reciclable.
 
Cada generación tiene su propio desafío, evitar que la crisis climática se transforme en un apocalipsis ambiental es la misión de nuestra generación. Se trata de una cuestión de vida o muerte porque la sobrevivencia de la especie humana en el Planeta Tierra está hoy en riesgo. No podemos olvidar que 99 de cada 100 especies que alguna vez existieron hoy ya no existen y no queremos agregar la especie humana a esa triste lista.
 
La historia, nuestros hijos, nuestros nietos y los que vendrán nos juzgarán no por nuestras buenas intenciones, sino que por nuestras acciones y resultados frente a este desafío.
 
Señor Presidente:
 
En los últimos años las democracias han experimentado un proceso de progresivo deterioro. Todos los índices internacionales reflejan esta lamentable situación, el diagnóstico es único, pero las razones que lo explica son múltiples. En América Latina, además de razones endémicas, como el bajo crecimiento, la persistencia de la desigualdad y de la corrupción, la ineficiencia del Estado, la pobreza extendida, se suma la Pandemia del Coronavirus y otras enfermedades igual de tóxicas y letales para la sociedades democráticas y amantes de la libertad, como el virus del populismo, el cáncer de la polarización y la peste de la fragmentación política.
 
El virus del populismo opera prometiendo soluciones superficiales y fantasiosas que sabe que no puede cumplir, y a cambio de efímeras satisfacciones en el corto plazo, termina siempre por sacrificar el futuro y debilitar el progreso y, también, por debilitar las instituciones democráticas y el imperio del Estado de Derecho.
 
La polarización, que no deja espacio para los acuerdos y los compromisos. Este verdadero cáncer contamina el tejido social, infecta a las instituciones e inyecta intolerancia en todos los espacios de la vida en sociedad.
 
Y, finalmente, está la fragmentación que consiste en una tendencia hacia una política de identidades y causas individuales o de pequeños grupos, y que hace imposible articular y procesar las diferentes demandas sociales y dificulta, sin duda, la gobernabilidad.
 
En nuestra región, también, ha surgido una nueva forma de amenaza a la democracia, que ya no es externa como antes, sino que proviene de su interior. Durante muchos años, las amenazas fueron acciones militares o subversivas para arrebatarles el poder a las autoridades legítimas y democráticamente elegidas. Hoy, la principal amenaza proviene de gobiernos electos democráticamente, es decir, con legitimidad de origen que maniobran para eternizarse en el poder, avasallan la independencia de los otros Poderes del Estado, cooptan los órganos encargados de supervigilar los procesos electorales y, muchas veces, aplastan a los opositores incurriendo en una abierta ilegitimidad de ejercicio.
 
Hace 32 años Chile tuvo una ejemplar transición a la democracia. Durante estas últimas tres décadas, hemos logrado no sólo recuperar nuestra democracia y afianzarla, sino que también un alto crecimiento económico y de desarrollo humano, con disminución de la pobreza y las desigualdades y siempre, siempre respetando las libertades y los derechos humanos de todos los ciudadanos.
 
Sin embargo, Chile no ha sido inmune a las amenazas que antes mencionábamos. El Estallido Social del año 2019 incorporó legítimas demandas sociales de la ciudadanía, pero también una ola de violencia inusitada e inaceptable. A pesar de las dificultades, conforme a nuestra larga y hermosa tradición democrática, Chile fue capaz de encauzar ese estallido social y sus legítimas demandas a través de un proceso pacífico, institucional y democrático dentro de nuestra Constitución y dentro de nuestro Estado de Derecho, porque estamos convencidos que la cura a los males antes mencionados es más y mejor democracia.
 
Hoy, luego de un Plebiscito transparente y participativo, funciona en Chile una Convención Constitucional, integrada de forma paritaria por hombres y mujeres, y con presencia de representantes de nuestros pueblos originarios. Esta Convención deberá proponer a la ciudadanía una nueva Constitución, la que deberá ser ratificada o rechazada por la ciudadanía a través de un Plebiscito limpio, transparente y democrático.
 
La mayoría de los chilenos esperamos que esta Convención proponga el texto de una nueva Constitución que, mejorando y corrigiendo todo aquello que debe ser enmendado, pero también incorporando mayor equidad y justicia social, proteja nuestras libertades, recoja nuestra tradición republicana y recoja los valores de nuestra sociedad.
 
Señor Presidente:
 
Otro desafío que enfrentamos en el mundo es si las actuales instituciones que conforman la arquitectura internacional se han ajustado o no a la nueva realidad global, y si responden o no a los desafíos actuales y futuros.
 
Desde que se crearon los actuales organismos internacionales en el siglo pasado, el mundo cambió radicalmente, una Revolución Tecnológica y Digital cambió drásticamente nuestras formas de vivir, de trabajar, de informarnos, de relacionarnos. Y, sin embargo, la columna vertebral de las organizaciones multilaterales se ha mantenido prácticamente anquilosada.
 
Hoy las instituciones internacionales requieren importantes ajustes y profundas reingenierías para adecuarse a los tiempos presentes y a los desafíos futuros. Las organizaciones internacionales tienen que conjugar dos principios, primero, la más amplia participación posible para que tengan legitimidad y, segundo, un sistema de toma de decisiones que no se vea perturbado por antagonismos, vetos, bloqueos o, muchas veces, dificulte los consensos tan importantes de lograr.
 
Debemos encontrar nuevos mecanismos para lograr un mejor equilibrio entre ambos valores.
 
La acción multilateral es esencial para proteger la democracia y la seguridad del mundo, para alcanzar el desarrollo y bienestar de nuestros pueblos, para proteger el medio ambiente y enfrentar las pandemias. Al mismo tiempo, el conocimiento público de sus procedimientos, sus debates, sus decisiones y la claridad en la designación de sus funcionarios son necesarios para un funcionamiento transparente. Después de todo, no hay mejor policía que el alumbrado público ni hay mejor desinfectante que la luz solar.
 
No puedo terminar estas palabras sin una reflexión de lo que significa el triunfo del Régimen Talibán, especialmente para las mujeres y niñas que deberán vivir bajo su yugo.
 
Señor Presidente:
 
La sociedad afgana está enfrentando momentos muy difíciles, pero las mujeres de Afganistán están en una situación especialmente peligrosa. Hoy, ahora, en estos precisos momentos, han vuelto al poder aquellos que en un pasado reciente quisieron prohibirles a las mujeres la educación y negarles sus libertades y derechos básicos, aquellos que consideran que el mundo de las mujeres debe ser un mundo de sometimiento y quieren imponerles incluso matrimonios forzados, aquellos que garantizan la impunidad para los culpables de abusos sexuales en contra de las mujeres.
 
La agresión a las mujeres en Afganistán es una agresión a todas las mujeres del mundo y no podemos, las Naciones Unidas no pueden, sabiéndolo, quedarse de brazos cruzados, paralizadas por restricciones burocráticas o divisiones políticas en el Consejo de Seguridad. Debemos trabajar unidos para protegerlas y restituirles sus plenas libertades y derechos, porque la causa de las mujeres de Afganistán es una causa de toda la humanidad.
 
Quiero terminar estas palabras expresando nuestra satisfacción por las contribuciones que, con mucho esfuerzo, Chile ha hecho en los tiempos recientes. Por ejemplo, el aporte a la Declaración de Derechos Humanos, piedra angular de nuestra civilización, nuestra promoción activa de las democracias, de las libertades y de los derechos humanos en el mundo entero.
 
También, nos enorgullece nuestro aporte al cuidado de la Antártica, el último bastión prístino del Planeta Tierra, a la protección de los océanos y a la lucha contra el cambio climático.
 
También, estamos orgullosos de albergar más del 70% de la capacidad de observación astronómica en el mundo y de ser pioneros en la investigación y desarrollo de las potencialidades del hidrógeno verde, energía limpia que será esencial para ganar la batalla contra la crisis climática.
 
Chile es y continuará siendo una nación libre y acogedora, dotada de un alma noble y solidaria, que superará las dificultades y mantendrá su identidad gracias a la sabiduría, la moderación, el temple y el coraje de su pueblo.
 
Chile seguirá siendo un buen país para nacer, para crecer, para formar familia, para trabajar, para envejecer en un ambiente de libertad, justicia y paz. Y, al mismo tiempo, Chile seguirá honrando todos sus compromisos internacionales y contribuyendo para poder legarles a las nuevas generaciones un mundo mejor.
 
Muchas gracias.